18/Apr/2024
Editoriales

Confesión

El dramaturgo inglés Robert Greene acusó en 1495 en su lecho de muerte a William Shakespeare de plagio y le remitió su carta a los colegas Christopher Marlowe y Thomas Lodge. La carta estaba gruesa, pues les decía: “Shakespeare es un advenedizo, un grajo que se adorna con nuestras plumas, con un corazón de tigre envuelto en el de cómico”. Shakespeare contestó a pregunta expresa: “He rescatado las ideas interesantes de unas obras bastante mediocres y las he mejorado”. Es claro que don William aceptaba los cargos. ¿no?