05/May/2024
Editoriales

Ciudado con las palabras agresivas

La noche del 15 de diciembre en Ciudad de México, cerca de su domicilio, el conocido periodista Ciro Gómez Leyva se salvó de morir en un atentado gracias al blindaje de su vehículo. Las balas iban dirigidas a la cabeza y el tórax del comunicólogo, acto que nos recuerda el crimen de Manuel Buendía, en 1984, otro grande del periodismo político. También la periodista Lily Téllez -hoy senadora de la República- fue agredida en el año 2000, con la diferencia de que ella investigaba sólo a los carteles de la droga, no estaba aún en el periodismo político.

Ciro tiene casi tres décadas de escribir y transmitir por radio y televisión noticias y comentarios de corte político, que le valieron el Premio Rodolfo Walsh en 1996. 

La suya norma opinión pública, y generalmente es referida en los análisis políticos, siendo titular en el espacio noticioso más relevante de Imagen Televisión, visto y escuchado por millones de personas en los últimos años.   

Todo mundo condenó los hechos y hasta el presidente López Obrador -que lo censura en sus conferencias mañaneras-, también le dijo palabras de consuelo por el riesgo que corrió durante la balacera.

Cierto que el Presidente de la República tiene derecho de réplica cuando las opiniones periodísticas le sean adversas, pero se equivoca al censurar tan rudamente a sus críticos.

Hay periodistas víctimas de una ‘persecución dialéctica’ originada en Palacio Nacional, desde Brozo y Aristegui, hasta Grupo Reforma y otros informadores, porque una censura tan pesada como: ‘puede formarse un tumor en el cerebro si se les escucha’, dicha por el Jefe de las Instituciones Nacionales equivale, para algunos de criterio famélico, a una sentencia de ‘Enemigo de la Nación’, gestándose una pelea desigual, y el periodista no tiene cómo defenderse frente a un ataque furtivo.  

México concentra casi la mitad de las muertes violentas de periodistas -el 47,4 %- de toodo Latinoamérica, la zona más peligrosa del mundo para los comunicadores. 

Reporteros sin Fronteras sostiene que México es, por cuarto año consecutivo, el país más riesgoso para los periodistas, y que los comunicadores mexicanos asesinados en este año (13) supera a Ucrania (10), nación en guerra contra Rusia. 

En México no se contabilizan los asesinatos y secuestros de familiares de periodistas.  

Desde el año 2000 a la fecha se han documentado 157 asesinatos en México ‘en posible relación con su labor’, de los cuales 145 son hombres y 12 mujeres.

El año 2022 es el más violento: en enero hubo 4 homicidios, como los dos de Tijuana (Margarito Martínez y Lourdes Maldonado); más Roberto Toledo en Zitácuaro y José Luis Gamboa en Veracruz, estado en donde van ocho asesinatos.

De todos los asesinatos y atentados contra periodistas en 2022 sólo se ha conseguido una sola sentencia. Once periodistas asesinados por el ejercicio de su función y las autoridades desechan los otros asesinatos por considerarlos ‘normales’, como los de Roberto Toledo y Jorge Camero, porque ‘ninguno de los dos se desempeñaba en el ámbito informativo al momento de la agresión’, pues se ‘habían retirado’ del oficio.

Según el reporte anual de la Unesco, la tasa de impunidad mundial para asesinatos de periodistas se eleva al 86%. Señala que en 2022 fueron asesinados 66 periodistas hasta el 30 de septiembre. 

En los dos años anteriores, las regiones más mortíferas para los periodistas fueron América Latina y Caribe y, en menor medida, Asia-Pacífico. 

En 2020 no se produjo ningún asesinato de periodistas en Europa Central ni Europa del Este por primera vez desde 2007.

El 36% de las víctimas de 2021 murieron en países con conflictos armados. La Unesco subraya que 91 de los 117 periodistas asesinados en 2020-2021 murieron fuera del horario laboral en su domicilio, en su coche o en la calle, sin estar cubriendo algún evento, entre los periodistas asesinados hubo mujeres cuya cifra pasó del 6% al 11%.

El noble ejercicio del periodismo, instrumento indispensable de la libertad de expresión, del derecho a la información y una manera honesta de ganarse la vida, es una de las profesiones civiles más peligrosas en el mundo. 

Por eso el presidente no debiera utilizar en sus réplicas a los periodistas términos tan agresivos, porque además de lo que pueden provocar, se presta a que le acusen sin más pruebas que sus peroratas.