04/May/2024
Editoriales

Están dejando morir a los artesanos

Los artesanos son una especie en extinción. El desarrollo tecnológico produce en serie los artículos artesanales con elementos mucho más económicos, al grado que ahora se le da un plus al precio de lo “Hecho a mano”. Pero en estos tiempos de escasez económica eso deja fuera de mercado a la artesanía, y no sólo en Nuevo León, sino en todo México, propinando severo golpe a nuestra cultura.

 Artesano es quien produce manualmente artículos de ornato o de uso cotidiano conservando siempre el estilo autóctono que genera una percepción filial de identidad. Ver en uso un molcajete hecho de materiales naturales, o una cazuela de barro, o un jorongo produce un bello efecto cultural, es decir, la artesanía es arte y cultura.

 El oficio – arte de la artesanía se adquiere generalmente de padres a hijos. Y en México no tenemos ni sus estadísticas, pues el INEGI contabiliza a los artesanos como si fueran obreros, cuando se trata de un grupo especializado y bastante numeroso. La artesanía es una importantísima fuente de empleos en diversas regiones del país, y está en el punto de su desaparición.

 Las técnicas de cómo preparar los materiales para las artesanías son secretos familiares ancestrales. Si se pierden esos conocimientos que tardaron siglos en madurar, estaremos dilapidando una de nuestras mayores riquezas. La diferencia entre la riqueza económica y la cultural, es que ésta beneficia a toda la población, mientras la primera sólo a su poseedor.

 Esto es de suyo grave, y se acrecienta más con la emergencia sanitaria que nos arrastra al precipicio económico, pues el desplome del mercado norteamericano es la puntilla para las artesanías mexicanas. Por eso los tallistas, alfareros, curtidores, canteros, orfebres, hojalateros, tejedores, sopladores de vidrio, debieran ser subsidiados en serio, y tratados como héroes que luchan contra el desinterés por lo autóctono.

 El tema no es menor. Los anaqueles mexicanos están invadidos de molcajetes de plástico, banderitas “mexicanas” de nylon, calaveras de materiales dúctiles, y hasta dulces chinos que vienen con los diseños clásicos mexicanos.

 Y la tentación para los jóvenes artesanos de convertirse en “Ninis” subsidiados es creciente. Algunos sobreviven con los apoyos oficiales para las lucidoras y fotográficas exposiciones artesanales, pero esas son acaso un par de veces al año. Además los pocos compradores regatean el precio de una artesanía, cuando pagan sin chistar lo que cueste una mercancía de importación.

 Los artesanos no inculcan más a sus hijos que sigan con el oficio porque no tiene el reconocimiento social que merece. Si no encontramos la fórmula que hallaron en Europa para la continuidad del oficio artesanal, perderemos una riqueza incalculable.