Siempre han llamado mi atención. La primera vez que vi uno durante mi niñez, insistí hasta que mi padre me llevó a conocerlo por dentro. Recuerdo que en los años sesenta había en el mercado una marca de cigarros llamada “Faros” y era bien popular, pero de sabor muy fuerte. Con el tiempo me di cuenta que fueron los fenicios quienes dieron inicio a este invento cuando encendían hogueras en las lomas cercanas a las costas para ayudar a orientar a los navegantes. Hasta que los griegos y luego los romanos construyeron torres para que desde lejos se pudieran ver las hogueras que orientaban a las embarcaciones. La erigida a la entrada del Helesponto -actual estrecho de los Dardanelos- es la más antigua conocida, aunque hay varias versiones de cuando se inauguró. Pero está documentado que en el Siglo III adeC, el rey de Egipto Tolomeo II Filadelfo ordenó construir una torre alta en la Isla de Pháros -Faros- a la entrada del puerto de Alejandría con una altura de 135 metros, siendo la más conocida de todas, y el encargado de construirla fue el arquitecto Sostratos de Cnido. Quedó tan hermosa que fue considerada la obra como una de las 7 maravillas del Mundo y que se derrumbó en 1302, pero fue la que dio el nombre genérico a los faros.