08/May/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana. Parte 10ª. El Sitio de Monterrey

En el texto anterior estudiamos las vicisitudes de los mandos militares mexicanos en consecuencia de los cambios realizados en la Capital del país. Repercutieron en el frente de guerra, pues en agosto de 1846 el general Antonio López de Santa Anna regresó a México, precisamente cuando se restablecía la Constitución de 1824. Y luego de un sumario proceso electoral, el Congreso lo nombró, a López de Santa Anna y a Valentín Gómez Farías, como titulares de la presidencia y vicepresidencia de la República, respectivamente. 

  

No se requiere hacer muchos análisis políticos para comprender que era un yerro el cometido, pues ambos eran de ideología opuesta y tarde o temprano se enfrentarían. Además, la reincorporación de Santa Anna al primer nivel político en un momento tan delicado, cambiaría muchas cosas, como veremos más adelante. Para comenzar, dejó una vez más la presidencia para irse a dirigir personalmente las acciones de defensa frente al invasor norteamericano, invistiéndose como jefe del Ejército nacional en plena guerra. 

  

Vale recordar que el golpe de estado que permitió a Santa Anna regresar al poder por la vía del Congreso, fue autoría de Mariano Salas y Valentín Gómez Farías. Salas, de filiación santanista, subió con el golpe de estado a Paredes y Arrillaga, y nombró altos funcionarios a militares afines a Santa Anna. Entre ellos a Pedro de Ampudia como Jefe del Ejército del Norte en lugar de Francisco Mejía. -Ampudia nació en Cuba, e inició en el ejército español en La Habana, y había sido designado acompañante de O’Donojú en México en 1821; luego del Plan de Casa Mata que derrocó a Iturbide, Ampudia se incorporó al santanismo, y así llegó a ser  gobernador de Nuevo León, Tabasco y Yucatán-. 

 

                                                       El trabajo defensivo de Zuloaga 

 

Desde los primeros días de junio, el teniente coronel Mariano Reyes había sido enviado por Mariano Arista a dirigir la fortificación de Monterrey, apoyado por el batallón de zapadores al mando del también teniente coronel Félix María Zuloaga.  

  

Los zapadores eran un grupo de soldados que, además de pelear con armas ligeras como pistolas y dagas, construían trincheras, muros, fuertes, y puentes para su ejército. Además, su trabajo incluía también dinamitar o destruir las estructuras del enemigo.  

  

Zuloaga reparó y fortificó el incompleto edificio de la Catedral Nueva al norte de la Ciudad –en el cruce de las calles Tapia y Juárez-; levantó un reducto en La Tenería -barrio de curtidores de piel-. Reducto es una construcción de guerra, que tiene sobre los muros pasillos con protecciones para atacar y defender a la vez; una suerte de trinchera cerrada.  

  

También construyó otras trincheras y barricadas en el lado Este del Cerro del Obispado. Igual equipó un nido de cañones en la hoy loma de la Independencia -Loma Larga-; otro muro defensivo más allá de la Tenería, llamado El Diablo, y trincheras en todas las calles que desembocaban en el Río Santa Catarina.  

  

Conforme se recibían noticias del inexorable paso del Ejército norteamericano, en la Ciudad crecía la preocupación, aunque los vecinos más entusiastas se sumaban aportando su trabajo y materiales para la fortificación de la Ciudad.  

  

               Francisco Mejía planeaba el combate fuera de Monterrey, sin población civil 

 
Como en los primeros ocho meses del año 1846, el gobernador Juan Nepomuceno de la Garza y Evia salía y regresaba a la Ciudad en forma recurrente, en su ausencia, Rómulo Díaz de la Vega era el gobernante de facto. Por su parte, el jefe del Ejército del Norte, Francisco Mejía, se preparaba para enfrentar al ejército norteamericano en algún punto cercano a Marín, en un campo de batalla clásico y desierto, según la tradición militar de la época, quedándose unos pocos elementos defensivos en Monterrey para el caso de una derrota en campo abierto. 
 

 

Hasta que Ampudia llegó a Monterrey a principios de agosto de 1846, acompañado de su estado mayor: el coronel Uraga, el mayor Francisco Segura (ex realista), José García Conde y Anastasio Torrejón, así como 5 mil hombres que estaban destacamentados en San Luis Potosí que, ya sumados a los 3 mil hombres de Mejía, significaban una ventaja numérica de los mexicanos frente los invasores.  

 

                              Regresa Nuevo León a ser Estado, no Departamento

 

La llegada de Ampudia coincidió con la noticia del restablecimiento de la Federación, es decir, se reinstalaban todos los estados y los congresos estatales. Ipso facto, Ampudia emitió un Bando que convertía a la Junta Departamental en Congreso del Estado y, como no queriendo, deslizó críticas contra la reputación del presidente Mariano Paredes Arrillaga, recién depuesto, a quien acusaban, sin bases, de ser pro monárquico.   

  

“IMPRESOS QUE CONTIENEN LOS BOLETINES OFICIALES EN 1846: Parte no oficial dado por el general del Ejército del Norte y gobernador del Departamento de Nuevo León, Pedro de Ampudia, en el cual se establece que las Asambleas Departamentales serán constituidas como Legislaturas de los estados; Anexada orden que pronuncia el envío de tropas Federales para combatir el enemigo norteamericano. 

CIRCULAR ENVIADA por el ministro de Guerra y Marina, en donde se solicita la organización de los Cuerpos de Guardia Nacional al general en jefe del Ejército del Norte, Pedro de Ampudia; DOCUMENTO QUE ALERTA A LOS MEXICANOS CONTRA EL DIVISIONISMO QUE PROVOCAN LOS MONARQUISTAS”  

  

Para el 16 de agosto de 1846, la Ciudad no contaba con un cuartel, ni para las tropas nacionales dirigidas por Ampudia -que utilizaron el “Hospital Nuevo”, hoy Centro Cultural Colegio Civil-; ni para las tropas locales dirigidas por el comandante del estado de Nuevo León, José María Bermúdez, a quien el Cabildo de Monterrey facilitó un espacio como cuartel -en un lugar desconocido-. Al no haber cuartel, cada soldado cuidaba de sus armas y de su caballo y acudía a la Plaza Mayor “montado y armado” cuando fuere necesario. 

 

“El comandante general de Nuevo León, José María Bermúdez, demanda al alcalde de Monterrey que le proporcione un local para acuartelar a veinte hombres de caballería”.  

  

                                       Llega tarde la democracia al Estado de Nuevo León

 

El regreso de la Federación obligaba a nuevas elecciones, y esperando con optimismo que la guerra no afectara la vida pública del estado, se alcanzó a lanzar una convocatoria para los puestos de elección popular, pero desafortunadamente la presencia del invasor impidió el desarrollo del proceso electoral: 

 

“Pedro de Ampudia, general en jefe del cuerpo de ejército del Norte, y encargado del poder Ejecutivo del Estado de Nuevo León, a todos sus habitantes, notifica un decreto de Mariano Salas, general de brigada y jefe del ejército libertador republicano, en ejercicio del supremo poder ejecutivo sobre algunas reformas necesarias en la redacción de los artículos del decreto de Convocatoria expedido en 17 de junio de 1823 referentes a la elección de diputados, los diferentes tipos de juntas, la instalación del Congreso, así como algunas prevenciones generales. Fechado en México a 6 de agosto de 1846. Mandado publicar por bando en la Capital del Estado. Contiene el último censo de la población de los departamentos de la república que sirvió de base para las elecciones del Congreso constituyente de 1842 y siguientes, con expresión de los Diputados que corresponden a cada Departamento. Así como un decreto de 26 de junio de 1821 de las cortes de España, citado en el artículo 68 de la Convocatoria sobre los que no podrán ser nombrados diputados. Firmado por José María Moscoso de Altamira, diputado presidente”. Es copia. México, 6 agosto 1846.  

 

Así que las condiciones determinadas por la invasión impidieron la celebración de las elecciones, y no fue sino hasta 1849, cuando se desarrolló este proceso.  

 

                                                   De la Garza y Evia contra Ampudia 

 

El día 26 de agosto de 1846 el gobernador Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, presentó una queja ante la Junta Departamental, convertida en Congreso del Estado, doliéndose de que Ampudia traspasaba sus funciones militares invadiendo las suyas como gobernador civil. La respuesta del Congreso fue que, ante la inminencia de la invasión, se debía reunir el mando militar y civil en una sola persona, y esta sería Pedro de Ampudia. 

  

                       El primer encuentro de mexicanos y norteamericanos fue visual 

 

Ampudia pensaba apoyar el plan de Mejía -reforzar las defensas de la Ciudad-, pero los jefes militares titubearon sobre la estrategia que debía seguirse, cuando Ampudia envió al mayor Francisco Segura al rancho de Papagayos, en donde se encontró con 200 soldados norteamericanos y ninguno de los bandos trató de entrar en batalla, lo que permitió llegar a los norteamericanos hasta Cerralvo, y a los mexicanos volver a Monterrey. Todo indica que el encuentro solo sirvió para que ambos bandos midieran sus respectivos potenciales. 

  

El 11 de septiembre de 1846 Ampudia y un aparatoso ejército se dirigió a Marín, de donde regresó sin haber tenido confrontación alguna con el enemigo, en cambio, el ejército norteamericano reaccionó aproximándose a la Ciudad de Monterrey.  

  
Ampudia se reunió con su estado mayor, y luego de haber visto personalmente la superioridad del armamento norteamericano, decidió cambiar de plan de ataque por uno totalmente defensivo, utilizando la Plaza Mayor y su Catedral como centro de la defensa.

 

Se acelera el reclutamiento de hombres

Ante la inminencia de la guerra, se reclutaron hombres voluntarios o por levas, pero había resistencias. A quienes estaban en ese caso se les consideraba desertores, y su persecución se volvió cotidiana, pues las autoridades civiles y militares se abocaban a ello. Tal es el caso de estos dos desertores que fueron capturados en Los Rodríguez, cerca de la Villa de Santiago:  

  

EN MANUSCRITO HECHO POR EL JUZGADO 1º CONSTITUCIONAL DE LA CIUDAD DE MONTERREY, Y DIRIGIDO AL ALCALDE DE SANTIAGO, Notifica la captura de Hilario y Francisco Moya, hijos políticos de Juan José Sáenz, “Habiendo sido buscados en la Hacienda Los Rodríguez de esa jurisdicción, para agarrarlos de soldados, temerosos de ello, se vinieron a refugiar a su casa". También se destinó a los mencionados Moyas al servicio de acarrear leña. De la misma forma, manifiesta que algunos soldados que remiten son mozos sirvientes.      

 

        México y Nuevo León reclutan a los varones de entre diez y seis y cincuenta años 

 

Al mismo tiempo, el 12 de septiembre de 1846, el secretario de Guerra y Marina del gobierno de Valentín Gómez Farías, el general Mariano Salas, hacía obligatoria la participación en el ejército a todos los varones de entre 16 y 50 años:  

 

“Por decreto del Secretario de Guerra y Marina, general Mariano Salas, el gobernador político y militar del Estado de Nuevo León, Pedro Ampudia, establece se publique en Bando la orden consistente en el reclutamiento de todo mexicano en edad entre diez y seis y cincuenta años para que se enrole en las tropas que han de defender el territorio nacional de la invasión norteamericana"    
 
 

  Ordena Ampudia que los regiomontanos entreguen al ejército toda la lana y algodón

 

Ese mismo día 12 de septiembre de 1846, para la ejecución del nuevo plan defensivo, Pedro de Ampudia ordenó que se entregaran al ejército los costales de algodón y lana que hubiera en la Ciudad:  

 

“PEDRO DE AMPUDIA, GENERAL DEL EJÉRCITO DEL NORTE, solicita al alcalde de Monterrey la remisión de la cantidad de sacos de lana y algodón que haya en la Ciudad, para que sirvan en las labores de defensa de la plaza”.   

 

Con el nuevo plan defensivo, el día 13 de septiembre se ordenó abandonar y desmontar las fortalezas del Obispado, La Ciudadela (Nueva Catedral), la Tenería y se cerró el círculo defensivo al área urbana.  

  

Al ver los inéditos y zigzagueantes preparativos, y ante la incertidumbre de qué sucedería en una guerra con la presencia de pobladores civiles, muchas familias regiomontanas huían de la Ciudad sin solicitar permiso, saliendo despavoridas. Sin embargo, ante la peligrosidad de los caminos, algunos gestionaron salvoconductos para dejar la Ciudad:  

 

“SANTIAGO BELDEN, comunica al alcalde de Monterrey que el pasaporte que le autorizó el general en jefe Pedro de Ampudia, tendrá validez tras su marcha rumbo a San Luis Potosí”  

 

                                                          Ampudia exige ayuda a la población 

 

Una vez que midió el tamaño del fenómeno de pelear una batalla con presencia de población civil, el gobernador militar y Civil, Pedro de Ampudia, exigió a los ciudadanos el día 14 su colaboración con el aporte de alimentos para el sostenimiento del ejército:  

  

PEDRO DE AMPUDIA, gobernador político y militar del estado de Nuevo León, solicita ante el alcalde 1º de Monterrey, que dé orden a todos los dueños de las Haciendas o encargados de justicia de los ranchos de su jurisdicción, para que auxilien cuando sea necesario a las tropas mexicanas con abastecimientos como maíz, carne, frijol o de cualquier otra clase. En caso de negarse a la ayuda, serán tomados como adictos a las tropas americanas, que se dirigen a la Ciudad con el objetivo de tomarla.  

  

                                                  ¡Que se desmonten las parcelas sembradas! 

 

Otra medida que tomó fue que se debían desmontar los sembradíos urbanos a partir del 14 de septiembre de 1846 para que el enemigo tuviera menos lugares donde esconderse, aclarando que los daños serían pagados a los afectados:  

  

“IMPRESO EXPEDIDO POR EL GENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DEL NORTE, Y GOBERNADOR INTERINO DEL ESTADO DE NUEVO LEÓN, PEDRO DE AMPUDIA, en el cual notifica a los ciudadanos que por motivo de las obras de fortificación que se están elaborando en la plaza, a causa del avance de las tropas americanas a Monterrey, y considerando también: que es justo y legal pagar a los particulares todos aquellos perjuicios y deterioros que resientan en sus fichas y sembradíos".  “Por tal motivo, el alcalde de Monterrey inspeccionará y valorará, junto a algunos peritos por él nombrados, los daños ocasionados y la comisaría del ejército pagará oportunamente”.  

 

                       

Manda Ampudia reclutar hombres a poblaciones

cercanas,  hoy municipios metropolitanos

 

“POR ORDEN DEL GENERAL EN JEFE Y GOBERNADOR DEL ESTADO, el Juzgado 1º constitucional de la Ciudad de Monterrey remite ante los jueces de San Pedro, Estancia Los Garza, San Francisco y Guadalupe, para que trasladen a todos los vecinos que estén en la edad que marca la ley, para que se presenten en esta plaza para la común defensa" 

  

                                               Los costosos cambios de estrategia militar 

 

La nueva estrategia defensiva de Ampudia y su Estado Mayor les llevó a tratar de reparar las defensas de la Nueva Catedral que se habían mandado desmontar unos días antes:  

 

EL GOBERNADOR POLÍTICO Y MILITAR DEL ESTADO DE NUEVO LEÓN, PEDRO DE AMPUDIA, solicita al alcalde de Monterrey la reunión de todos los techadores libres que haya en la Ciudad, así como los carreteros, con el fin de trasladar material como ´El Güilote´ y ‘Pita de Amarras' procedente del Topo Grande, para techar la Catedral Nueva, ubicada en la Ciudadela, ya que es muy importante para la defensa de la Plaza”  

 

               Llegan las tropas norteamericanas al poblado de Agua Fría, hoy de Apodaca 

 

El día 15 de Septiembre de 1846, el ejército norteamericano alcanzó el poblado que hoy pertenece al municipio de Apodaca, y en aquel tiempo era aún regiomontano, llamado Agua Fría. Los soldados estadounidenses cometieron todo tipo de atrocidades. 

 

   Convoca Ampudia a desertores de Estados Unidos a incorporarse al ejército mexicano

 

El 15 de Septiembre de 1846 Pedro de Ampudia invitó con un comunicado a los desertores del Ejército norteamericano a unirse al ejército mexicano y en otro comunicado del mismo día les garantizaba el traslado al centro de la República:  

 

EN CIRCULAR ENVIADA POR EL GENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DEL NORTE, PEDRO DE AMPUDIA, menciona que “La adjunta proclama en inglés tiene por objeto hacer entender a los individuos de las tropas de Los Estados Unidos, que según estoy informado, desean abandonar aquella bandera, la buena disposición con que serán acogidos bajo los auspicios del Pabellón Mexicano”. A causa de ello, solicita que todo desertor de las filas enemigas sea auxiliado y trasladado al interior del país, y si se presentan de forma hostil o dudosa, los remitan al cuartel general"  

 

Varios irlandeses se cambian de bando y tramitan su pasaporte para 

irse a la Capital mexicana

 

El llamado no fue en vano, y varios individuos principalmente irlandeses, desertaron y pidieron pasaporte mexicano para salir al centro de la República.  

  

“EL ENCARGADO DEL JUZGADO PRIMERO CONSTITUCIONAL DE LA CIUDAD DE MONTERREY, participa al general en jefe del Ejército del Norte, que no se le ha entregado el pasaporte a los extranjeros José Murrel, Federico O`Boyle, y Francisco O`Royl, y así mismo les comunico que desde aquel momento les corre término para salir". 

  

                                                            La fría celebración de las Fiestas Patrias  

 

En Monterrey casi no se celebraron las fiestas patrias, pues aunque el día 16 de septiembre no se movieron las tropas invasoras, el estrés ciudadano seguía creciendo, y continuó la huida de muchas familias con rumbo a Cadereyta y la Villa de Santiago, sobre todo las que tenían hijas.  

  

Cabe aquí transcribir lo escrito en Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos:  

 

Ese aspecto solitario de una ciudad en espera de un combate, ya la podemos comprender los que lo hemos visto; pero es superior a toda descripción”  

  

                                                             Llegan refuerzos de Coahuila y Tamaulipas 

 

Pero no todo eran malas noticias, pues las deserciones de soldados norteamericanos y que el día 17 de septiembre de 1846 llegaran refuerzos a Monterrey provenientes de Coahuila y Tamaulipas, levantaba un poco el ánimo de los regiomontanos que, por esos días, tuvieron un repunte en su fe religiosa.  

  

Como nadie sabía cuáles eran los escenarios probables, se especulaba que la Ciudad padecería un sitio largo,  y por lo tanto, se quedaría sin suministros por un tiempo. Ante ese contexto posible, el Cabildo de Monterrey intentó contratar a expertos en el secado de carne para garantizar que hubiera alimentos en conserva alargando su vigencia sin caducar, sin embargo, los norteamericanos sitiaron la ciudad hasta unas horas antes de atacar entre el día 19 de septiembre y los primeros ataques del 20 .  

 

“RAFAEL SÁNCHEZ, EXPONE AL ALCALDE DE MONTERREY, que ante la necesidad de tajar la carne para secarle, según orden del Sr. Jefe del Ejército, solicita cuatro individuos de la Estancia, instruidos en la matanza de animales, a quienes se les pagará diariamente su trabajo. Se anexa oficio con corroboración de la solicitud presentada al siguiente día”   

  

El día 18 de septiembre de 1846 la caballería mexicana fue concentrada 

en la Plaza Mayor -hoy Plaza Zaragoza-

  

El día 19 de septiembre de 1846 las tropas mexicanas que se encontraban fuera de la Ciudad hicieron frente al ejército norteamericano -y aunque hubo un tiroteo-, el invasor consiguió avanzar al Bosque del Nogalar, en donde se dice que estaba el cuartel de Taylor, pero en realidad fue un lugar donde descansaron, se abastecieron de agua y al día siguiente cercaron la Ciudad. Este bosque se extendía desde lo que hoy son las avenidas Ruiz Cortines y Nogalar, entre Félix U. Gómez y un poco más al poniente de la avenida Diego Díaz de Berlanga.  

  

El mismo día 19 las tropas norteamericanas marcharon y se dividieron; una parte se ubicó a tiro de cañón de La Ciudadela -Catedral Nueva-, otro grupo se dirigió al poniente a las faldas del Cerro del Obispado y otro más por el poniente colocándose en posición frente al Fortín del Diablo -que estaba abandonado- y unos más se distribuyeron por la ribera del Río Santa Catarina.   

 

La Ciudad sitiada era un manojo de nervios que esa noche no pudo dormir, pues al día siguiente se escucharían los clarines de guerra, cual trompeta del primer ángel de Apocalipsis que precedió a la lluvia de granizo y fuego mezclados por sangre.  

Continuará… 

  
 
 

  
 
 

FUENTES  

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREY  

COLECCIÓN GUERRA MEXICO-EEUU  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 1 FOLIO 8  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 1 FOLIO 9  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 1 FOLIO 10  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 1 FOLIO 11  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 4 FOLIO 15  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE  4 FOLIO 23  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 4 FOLIO 30  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 4 FOLIO 32  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 4 FOLIO 6  

VOLUMEN 1 EXPEDIENTE 6 FOLIO 3  

IMPRESOS II  

VOLUMEN 10 EXPEDIENTE 2 FOLIO 15  

VOLUMEN 10 EXPEDIENTE 2 FOLIO 16  

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.      

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.      

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.     

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, Editorial Porrúa, 2014     

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.      

Leopoldo Espinosa Benavides, El Separatismo Mexicano, Editorial Porrúa, 2016 

Eduardo Cázares Puente, Laberintos de muerte: La Batalla de Monterrey de 1846, UANL, Monterrey, 2013