02/May/2024
Editoriales

Edgar Morin y su visión postclásica del amor

Rigoberto Pupo 

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Universidad "José Martí" de Latinoamérica

 

 ¡Amor – escribe José Martí - es que dos espíritus se conozcan, se acaricien, se confundan, se ayuden a levantarse de la tierra, se eleven de ella en un solo y único ser; —nace en dos con el regocijo de mirarse;—alienta con la necesidad de verse. —Concluye con la imposibilidad de desunirse! —No es torrente; es arroyo; no es hoguera, es llama; no es ímpetu, es paz[1].

 Sobre el amor se ha escrito mucho desde la poesía y la literatura en general, sin embargo, actualmente existen trabajos valiosos que parten de nuevas bases complejas e integradoras. Edgar Morin y Humberto Maturana han asumido el tema desde una visión cultural, compleja y transdisciplinaria.

 Según Maturana expresa en Del ser al hacer, "la única emoción que no limita el propio entendimiento, sino que lo amplia, es el amor". Igualmente, Albert Einstein en una carta a su hija, subraya el poder del amor[2] como fuerza telúrica fundante.

 A continuación transcribimos un excelente ensayo sobre el amor, de Edgar Morin

 

COMPLEJO DE AMOR

 

Edgar Morin

CNRS, París

 

Fuente: Gazeta de Antropología Nº 14, 1998 Texto 14 01 http://www.ugr.es/~pwlac/G14_01Edgar_Morin.html

 

Palabras claves/ Keywords

 

Antropología del amor| teoría de los sentimientos| complejidad anthropology of love| feeling theory| complexity

 

 Resumen

Complejo de amor

 

En la compleja textura del amor se entretejen hilos muy diversos, que abarcan desde lo biológico sexual a lo mitológico o imaginario.Todos sus componentes conforman una realidad humana profunda y se encuentran remodelados por la cultura, como es bien sabido. Aquí, se expone un análisis que muestra y describe cuáles son esos componentes, rastreando su base antropológica sin alejarse de la experiencia vivida.

 Deseo exponer esa dificultad, tan frecuente en las ciencias humanas, donde se habla de un objeto como si existiera fuera de nosotros, los sujetos.

 Y esto evidentemente es del todo flagrante para el amor, pues la mayoría de nosotros hemos sido, somos y seremos sujetos del amor. (El término «sujeto»vacila aquí entre dos sentidos que la polarizan:por una parte,el amor es algo que vivimos subjetivamente, y por otra,es algo a lo que estamos sujetos.)De ahí la diferencia, incluso la oposición, entre las palabras sobre el amor que quieren ser objetivas y las palabras de amor que son subjetiva.

 Esto llega a ser grotesco cuando las palabras sobre el amor son exactamente lo contrario de las palabras de amor. Se constituyen en un discurso frío, técnico,objetivo,que por sí mismo degrada y disuelve su objeto. No estudiaré el amor en los cuadros superiores o los empleados de los ferrocarriles,no haré comentario sobre el sondeo «El amor y los franceses». Por el contrario, intentaré esquivar esas cosas que tienen algo que repugna, no en sí mismas, sino con vistas a nuestro propósito.

 Topamos con un primer problema:que la tentativa de elucidación no sea una traición, ni una ocultación. Además, el término «elucidar» se vuelve peligroso si creemos que se puede llevar toda la luz a todas las cosas. Creo que la elucidación aclara, pero al mismo tiempo revela lo que resiste a la luz, detecta un fondo oscuro.

 Este texto se titula «Complejo de amor». El término «complejo» debe tomarse en su sentido literal: complexus, lo que está tejido junto. El amor es en cierto modo «uno», como una tapicería tejida con hilos extremadamente diversos y de diferentes orígenes. Detrás de la evidente unidad de un«te amo»,hay una multiplicidad de componentes, y es precisamente la asociación de esos componentes por completo diversos lo que da coherencia al «te amo».

 En un extremo, tenemos un componente físico, y en el término «físico» se comprende el componente «biológico», que no es sólo el componente sexual, sino también la implicación del ser corporal.

 En el otro extremo, está el componente mitológico,el componente imaginario; y yo soy de esos para quien es el mito, lo imaginario, no es una simple superestructura, menos aún una ilusión, sino una realidad humana, profunda.

 Estos dos componentes están modulados por las culturas, las sociedades, pero no es de esta modulación cultural de la que os voy a hablar: intentaré más bien señalar esos componentes.

 Encontramos una nueva paradoja. El amor está arraigado en nuestro ser corporal y, en este sentido, se puede decir que el amor precede a la palabra. Pero el amor está al mismo tiempo arraigado en nuestro ser mental, en nuestro mito,lo que evidentemente supone el lenguaje,y se puede decir que el amor procede de la palabra. El amor a la vez procede de la palabra y precede a la palabra. Y es, además, un problema bastante interesante, puesto que hay culturas donde no se habla de amor.¿Es que, en estas culturas donde no se habla de amor, donde no ha emergido el amor en cuanto noción, verdaderamente no existe el amor? O bien ¿es que su existencia depende de lo no dicho?

 La Rochefoucauld decía que, sino hubiera habido novelas de amor, el amor sería desconocido. Entonces, ¿es que la literatura es constitutiva del amor, o es que ella simplemente lo cataliza y lo vuelve visible, sensible y activo? De cualquier forma, es en la palabra donde se expresan a la vez la verdad, la ilusión, el engaño que pueden rodear o constituir el amor.

 El hecho de decir que el amor es un complejo necesita una mirada poliocular. Los constituyentes del amor preceden a su misma constitución. Así, se puede ver el origen del amor en la vida animal. Podemos hacer proyecciones antropomórficas,aunque desconfiemos de ellas, sobre los sentimientos animales; también hay que desconfiar de esta desconfianza. Ante el afecto de un perro, decimos: «Ah, qué gracioso es, que cariñoso!» Esta proyección antropomórfica que hacemos hacia el «perro-perro» es más verdadera que otro tipo de proyección que fuera mecánica, del tipo del animal-máquina de Descartes, que llevaría a decir:«Esto es una máquina que reacciona a los estímulos». ¿Y por qué está justificado? Porque nosotros mismos somos mamíferos evolucionados y sabemos que la afectividad se desarrolló en los mamíferos, entre ellos el perro.

 Hay,pues,una fuente animal incontestable en el amor. Pensemos en esas parejas de pájaros que se llaman «inseparables», que pasan su tiempo besuqueándose de manera casi obsesiva. ¿Cómo no ver ahí el cumplimiento de una de las potencialidades de estarelación tan intensa, tan simbiótica, entre dos seres de sexo diferente, que no pueden impedir el darse sin cesar encantadores besitos?

 Pero,en los mamíferos, hay algo más: el calor. Se les llama animales que «sangre caliente». Hay algo térmico en el pelo, y sobre todo en esa relación fundamental: el niño, el recién nacido mamífero sale prematuramente a un mundo frío.

 Nace en la separación,pero, en los primeros tiempos, vive en cálida unión con la madre. La unión en la separación, la separación en la unión,no ya entre madre y progenitora, sino entre hombre y mujer, es lo que va a caracterizar el amor. Y la relación afectiva, intensa, infantil con la madre va a metamorfosearse, prolongarse, extenderse entre los primates y los humanos.

 La hominización ha conservado y desarrollado en el adulto humano la intensidad de la afectividad infantil y juvenil. Los mamíferos pueden expresar esta afectividad en la mirada, la boca, la lengua, el sonido. Todo lo que viene de la boca es ya algo que habla de amor antes de todo lenguaje: la madre que lame a su hijo, el perro que lame la mano; esto expresa ya lo que va a aparecer y expandirse en el mundo humano: el beso.

 Ahí está el enraizamiento animal, mamífero, del amor.

 ¿Qué nos aporta la hominización y qué marca biológicamente al homo sapiens?

 Ante todo, es la permanencia de la atracción sexual en la mujer y en el hombre. Mientras que en los primates aún existen períodos nosexuados, separados por el período de celo, ese momento en que la hembra se vuelve atractiva, en la humanidad se da una permanente atracción sexual. Además, la humanidad efectúa el caraacara amoroso, mientras que, entre los otros primates, el apareamiento se hace por detrás. La película La guerra del fuego expresó con gracia la aparición del amor cara a cara. Desde entonces, el rostro va a jugar un papel extraordinario.

 El último elemento que aporta la hominización es la intensidad del coito, y no sólo en el hombre sino también en la mujer.

 En fin, enhomo sapiens,desdelassociedadesarcaicas,vanallegarlosúltimosydecisivos ingredientes necesarios para el amor entre dos seres: son los estados segundos de exaltación, fascinación, posesión, éxtasis, que suscitan la absorción de drogas o bebidas fermentadas, la participación en fiestas, ceremonias, ritos sagrados. Son al mismo tiempo las veneraciones y adoraciones de personajes mitológicos divinizados.

 Tenemos así los ingredientes físicos, biológicos, antropológicos, mitológicos que van a reunirse y cristalizar en amor.

 ¿Cuándo? Se puede obtener una hipótesis seductora de la propuesta de Jaynes, autor del libro El origen de la conciencia y la ruptura del espíritu bicameral. Su tesis es la siguiente: en los imperios de la Antigüedad, el espíritu humano es bicameral. No es sólo que haya dos hemisferios en el cerebro, hay dos cámaras. La primera está ocupada por los dioses, el rey-dios, los sacerdotes, el imperio, las órdenes que vienen de arriba. La persona obedece como un zombi a todo lo que está decretado, porque todo lo que viene de la cúspide de la sociedad es de naturaleza divina y sagrado.La segunda cámara está ocupada por la vida privada: uno se dedica a sus asuntos, intenta sobrevivir, tiene relaciones afectuosas con sus hijos, y relaciones afectivas, sexuales, con su mujer. Pero las dos cosas están separadas, y lo sagrado, lo religioso, está concentrado en una sola cámara.

 La irrupción de la conciencia aparece en la Atenas del siglo V, donde se abre la comunicación entre las dos cámaras: cesa la hipersacralidad de la primera cámara, lo mismo que la trivialidad de la segunda. Entonces, la sacralidad va a poder precipitarse y fijarse en un ser individual: el ser amado.

 El amor va a aparecer y ser tratado como tal, en una civilización donde el individuo se autonomiza y se expande. Todo lo que viene de lo sagrado, el culto, la adoración puede entonces proyectarse sobre un individuo de carne, que va a ser el objeto de la fijación amorosa. El amor adquiere figura en el encuentro de los agrado y lo profano, de lo mitológico y lo sexual. Cada vez más será posible tener la experiencia mística, extática, la experiencia del culto, de lo divino, a través de la relación de amor con otro individuo.

 En el momento en que llega el deseo, los seres sexuados se ven sometidos a una doble posesión que viene de mucho más lejos que ellos y que los sobrepasa. El ciclo de reproducción genética,quenos invade por el sexo, es a la vez algo que nos posee súbitamente y que nosotros poseemos: el deseo. Es la primera posesión.

 La otra posesión es la que nace de lo sagrado, lo divino, lo religioso. La posesión física que viene de la vida sexual se encuentra con la posesión psíquica que viene de la vida mitológica. Ahí está el problema del amor: estamos doblemente poseídos y poseemos aquello que nos posee,considerándolo física y míticamente como un bien propio.

 La cuestión de la salvajez del deseo y de la fascinación del amor se plantea con respecto al orden social. Las sociedades animales no tienen instituciones pero obedecen a reglas. Por ejemplo: los machos dominantes acaparan la mayor parte de las hembras y los demás machos quedan excluidos de la copulación. Todo esto depende de reglas jerárquicas, pero no hay ninguna regla institucional. La humanidad crea las instituciones, instituye la exogamia, las reglas de parentesco, prescribe el matrimonio, prohíbe el adulterio. Pero es preciso señalar cómo el deseo y el amor sobrepasan, transgreden normas, reglas y prohibiciones: obiene la mor es demasiado endógamo,yllega a ser incestuoso, o bien es demasiado exógamo, y llega a ser ya adulterino, ya traidor al grupo, al clan, a la patria. La salvajez del amor lo lleva ya sea a la clandestinidad, ya a la transgresión.

 Aunque dependiente de una expansión cultural y social, el amor no obedece al orden social: desde que aparece, ignora esas barreras, se estrella contra ellas, o las rompe. Es un «hijo bohemio».

 Por lo demás, lo que es interesante en la civilización occidental, es la separación, que a veces es una disyunción, entre el amor vivido como mito y el amor vivido como deseo.

 Necesitamos percibir esta bipolaridad: por un lado, el amor espiritual exaltado que tiene miedo precisamente a degradarse en el contacto carnal y,por otro lado,una «bestialidad» que podrá hallar su propia sacralidad en esa parte maldita asumida por la prostituta. La bipolaridad del amor, si bien puede desgarrar al individuo entre amor sublime y deseo infame, puede hallarse también en diálogo, en comunicación: hay momentos felices en los que la plenitud del cuerpo y la plenitud del alma se encuentran.

 Y el verdadero amor se reconoce en que sobrevive al coito, mientras que el deseo sin amor se disuelve en la famosa tristeza poscoital: Homo tristis post coitum. Quien es sujeto del amor es felix post coitum.

 Como todo lo que está vivo y todo lo que es humano, el amor está sometido al segundo principio de la termodinámica, que es un principio de degradación y desintegración universal. Pero los seres vivos viven de su propia desintegración combatiéndola mediante la regeneración.

 

¿Qué es vivir?

 

Heráclito decía: «Morir de vida,vivir de muerte». Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son reemplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de nuestra descomposición para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más. Le ocurre lo mismo al amor, que no vive más que renaciendo sin cesar.

Lo sublime se da siempre en el estado naciente del enamoramiento. Francesco Alberoni lo explicó bien en su libro Enamoramiento y amor. El amor es la regeneración permanente del amor naciente. Todo lo que se instituye en la sociedad,todo lo que se instala en la vida comienza a soportar fuerzas de desintegración o de insipidez. En el amor, el problema del apego esa menudo trágico, porque el apego se ahonda a menudo en detrimento del deseo.

 Algunos etólogos, tras haber señalado que el hijo adulto de la chimpancé no copulaba con su madre, que no había atracción sexual entre ellos, han pensado que la inhibición de la pulsión genital provenía sin duda del prolongado apego madre-hijo.Un apego prolongado y constante hace más íntimo el lazo, pero tiende a desintegrar la fuerza del deseo, que sería más bien exógama, vuelta hacia lo desconocido,hacia lo nuevo.

 Se puede preguntar si el prolongado apego de la pareja, que la consolida, que la arraiga, que crea un afecto profundo, no tiende a destruir de hecho lo que había aportado el amor en estado naciente.Pero el amor es como la vida, paradójico; puede haber amor es que duren, de la misma manera que dura la vida. Vivimos de muerte, morimos de vida. El amor debería, potencialmente, poder regenerarse,operar en sí mismo una dialógica entre la prosa que se esparce en la vida cotidiana, y la poesía que le da savia a la vida cotidiana.

 Es digno de destacar cómo la unión de lo mitológico y lo físico se opera en el rostro. En la mirada amorosa hay algo que uno se siente inclinado a describir en términos magnéticos o eléctricos, algo que depende de la fascinación,a veces tan aterrador como la fascinación de la boa sobre el pollo, pero que puede ser recíproca. Y en esos ojos portadores de una especie de poder magnético subyugador, ha puesto la mitología humana una de las localizaciones del alma.

 

 

¡Lomismopasaconlaboca!Labocanoessóloloquecome,absorbe,da(salivar/lamer),es también la vía de paso del aliento, que corresponde a una concepción antropológica del alma. El beso en la boca, que ha popularizado y mundializado Occidente, concentra y concreta el encuentro inaudito de todas laspotenciasbiológicas,eróticas,mitológicas de la boca. Por un lado, el beso que es unanálogon dela unión física, por otro, la fusión de dos alientos que es una fusión de las almas.

 

 

 

La boca se convierte en algo del todoextraordinario, abierta a lo mitológico ya lo fisiológico. No olvidemosque esta boca habla, yuna cosamuybella,quelas palabras de amorvan seguidasde silencios de amor.

 

 

 

Nuestro rostro permite, así, cristalizar en sí todos los componentesdel amor. De ahí el papel, desde la aparición del cine, de la magnificación por medio del primer plano del rostro, que concentra en sí la totalidad del amor.

 

 

 

¿Cómo considerar el complejo deamor? La categoría de lo sagrado, lo religioso, lo mítico y el misterio ha entrado en el amor individual y allí ha arraigado en lo más hondo. Existe una razón fría, racionalista,crítica,nacidadelsiglodelasLuces,queengendraelescepticismocomoantetodareligión. De hecho, la fría razón tiende no sólo a disolver el amor, sino también a considerarlo como ilusión y locura. Por el contrario, en la concepción romántica, el amor se convierte en la verdad del ser. ¿Hay una razón amorosa como hay una razón dialéctica, que supera las limitaciones de la razón helada?

 

 

 

Desde el ángulo de la fría razón, el mito se ha considerado siempre como un epifenómeno superficial e ilusorio. Para el siglo XVIII, la religión era una invención de los sacerdotes, una superchería para engatusar a los pueblos. Ese siglo no comprendíalas raíces profundas de la necesidad religiosa y sobre todo de la necesidad de salvación.

 

 

 

Soy de los que creen en laprofundidad antroposocial delmito, es decir, en su realidad. Diré incluso quenuestrarealidadtienesiempreuncomponentemitológico.Yañadiréqueentrehomo sapiens y homo demens,lalocuraylasabiduría,nohayunafrontera neta.Nosabemoscuándose pasa de uno a otro, y además pueden volverse del revés: así, por ejemplo, una vida racional es una pura locura. Esuna vida que se ocuparía únicamente de economizarsu tiempo, de no salir cuando hace mal tiempo, de querer vivir el mayortiempoposible,sin cometerexcesosalimenticios,niexcesosamorosos. Empujar la razón hasta sus límites desemboca en el delirio.

 

 

 

Entonces, ¿qué es el amor?

 

 

 

Es el culmen de la uniónentre la locura y la sabiduría. ¿Cómo desenredar esto? Es evidente que es elproblemaqueafrontamosennuestravidayquenohayningunaclavequepermitaencontraruna solución exterior o superior. El amor conlleva precisamente esa contradicción fundamental, esa copresencia de la locura y la sabiduría.

 

 

 

Acerca del amor diré lo que digo en general acerca del mito. Desde que un mito es reconocido como tal, deja de serlo. Hemos llegado a ese punto de la conciencia donde nos damos cuenta de que los mitos son mitos. Pero al mismo tiempo advertimos que no podemos prescindir de los mitos. No podemos vivir sin mitos,yentrelos«mitos»incluirélacreenciaenelamor,queesunodelosmásnoblesymáspoderosos,y quizá el único mito al que deberíamos adherimos. Y nosóloelamorinterindividual,sinoenunsentido muchomásamplio,porsupuestosinhacersombraalamorindividual.Enefecto,tenemoselproblemade la convivencia con nuestros mitos, es decir, no una relación de compromiso, sinounarelacióncomplejade diálogo, antagonismo y aceptación.

 

 

 

El amor plantea a su modo el problema de la apuestadePascal,quienhabía comprendido que no hay ningún medio de probar lógicamente la existencia de Dios. No podemos probar empíricamente y lógicamente la necesidad del amor. No podemos más que apostar por y para el amor. Adoptar con nuestro mito de amor la actitud de la apuesta es ser capaces de entregarnos a él, dialogando con él de manera crítica.Elamorformapartedelapoesíadelavida.Debemos,pues,vivirestapoesía,quenopuede abarcar toda la vida porque, si todo fuera poesía, no sería más que prosa.Lo mismo que hace falta sufrir para saber lo que es la felicidad, es necesaria la prosa para que haya poesía.

 

 

 

Enlaideadeapuestaesprecisosaberqueexisteelriesgodelerrorontológico,elriesgodela ilusión. Es preciso saber que lo absoluto es al mismo tiempo lo incierto. Deberíamos saber que, en un momentodado,comprometemosnuestravida,otrasvidas,muchasvecessinsaberloysinquererlo.El amor es un riesgo terrible, porque enél no essólo uno mismo quien se compromete. Comprometemos a la persona amada, comprometemos también a quienes nosaman sin que los amemos, y quienes la aman sin que ella los ame.

 

 

 

Pero, como decía Platón sobre la inmortalidad del alma, es correr un bello riesgo. El amor es un mito bellísimo. Es evidente que está condenado a la errancia y a la incertidumbre: «¿Me va bien a mí? ¿Le va bien a ella? ¿Nos va bien?»

 

 

 

¿Tenemos respuesta absoluta a esta pregunta? El amor puede ir de la fulminación a la deriva. Posee en sí el sentimiento de verdad,pero el sentimiento de verdad está en el origen de nuestros más graves errores. ¡Cuántos desdichados y desdichadas se ilusionaron con la «mujerdesuvida» oel «hombre de su vida»!

 

 

 

Pero nada es más pobre que una verdad sin sentimiento de verdad. Constatamos la verdad de que dos y dos son cuatro, constatamos la verdad de que esta mesa es una mesa, y no una caja, pero no tenemos el sentimiento de la verdad de esa proposición. Sólo tenemos la intelección. Ahora bien, es cierto que, sin sentimiento de verdad no hay verdad vivida. Pero precisamente lo que es origen dela verdad más grande, es al mismo tiempo el origen del mayor error.

 

 

 

Por eso el amor es acaso nuestra religión más verdadera y a la vez nuestra más verdadera enfermedad mental. Oscilamos entre esos dos polos, tan real uno como otro. Pero,en esta oscilación, lo extraordinario es que nuestra verdad personal nos la revela y aporta el otro. Al mismo tiempo, el amor nos hace descubrir la verdad del otro.

 

 

 

La autenticidad del amor no está sólo en proyectar nuestra verdad sobre el otro, para finalmente no verlo más que través de nuestros ojos,está en dejarnos contaminar por la verdad del otro. No hay que ser comoesoscreyentesqueencuentranloquebuscanporqueproyectanlarespuestaqueesperan.Yahí está también la tragedia: llevamos en nosotros tal necesidad de amor que a veces un encuentro en un buen momento -acaso en un mal momento- desencadena el proceso de la fulminación, la fascinación.

 

 

 

En ese momento, proyectamos sobre otro esta necesidad de amor, la fijamos, la endurecemos, e ignoramos al otro que se convierte en nuestra imagen, nuestro tótem .Lo ignoramos creyendo adorarlo. Ahí está,en efecto,unadelastragediasdelamor:laincomprensióndesíydelotro.Perolabellezadelamor eslainterpenetracióndelaverdaddelotroensí,deladesíenelotro,eshallarlapropiaverdadatravés de la alteridad.

 

 

 

Concluyo. La cuestión de la morsere capitula en esta posesión recíproca :poseer lo que nos posee. Somos individuos producidos por procesos que nos precedieron; estamos poseídos por cosas que nos

 

 

 

sobrepasan y que irán más allá de nosotros, pero, en cierto modo, somos capaces de poseerlas.

 

 

 

vidas.

 

 

 

Siempreypordoquier,la doble posesión constituyelatramaylaexperienciamismadenuestras

 

 

 

TerminaréaplicandoalabúsquedadelamorlafórmuladeRimbaud,la delabúsqueda de una verdad que esté a la vez en un alma y en un cuerpo.

 

 

 

Nota: «Le complexe d'amour» fue publicado como primer capítulo de un bello librito titulado Amour, poésie, sagesse

 

 

 

(Paris,ÉditionsduSeuil,1997:13-36).Agradecemosalautorsugentilautorizaciónparalapresentetraducciónypublicación. Traducido por Pedro GómezGarcía.

 

 

 

Edgar Morin. Director honorario de investigaciones del CNRS. París, Francia.

 

 

 

[1] José Martí. "Drama 'Adúltera". Primera versión. Madrid 1872. Zaragoza 1874.OC. 18:48-49

 

 

 

[2]En otra publicación se hará un análisis de dicha carta.