Marzo 23 de 1994: matan en Tijuana, Baja California, a Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia de la república. Luis Donaldo Colosio Murrieta nace en Magdalena de Kino, Sonora, el 10 de febrero de 1950; viene a estudiar al ITESM, donde se distingue laborando en la propia institución mientras cursa su carrera recibiéndose de economista aquí en Monterrey en 1972.
Se desempeña como funcionario en la secretaría de programación y presupuesto, cuyo titular es Carlos Salinas de Gortari. Inicia su carrera política como diputado federal por Sonora en 1985 y luego senador en 1988. En el ínterin se desempeña como oficial mayor del PRI y en 1988, alcanza la presidencia nacional de ese partido político. Durante su ejercicio como dirigente del partido tricolor, en 1989, éste partido –por primera vez en su historia- pierde un estado de la república, pues el PAN se alza con la victoria en Baja California.
En 1992 es nombrado secretario de desarrollo social en el gabinete del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien fue su principal impulsor. Su carisma le permite competir con varios miembros del gabinete salinista en pos de la candidatura del PRI, y en noviembre 28 de 1993 es elegido candidato priísta a la presidencia de la república, estatus que le regatean algunos de los competidores que deja en el camino, como es el caso de su ex jefe en la burocracia federal, Manuel Camacho Solís.
Desarrolla su campaña recorriendo el territorio nacional, alcanzando el liderazgo en las encuestas de opinión contra los candidatos de los otros partidos políticos. Sin embargo, el 23 de marzo de 1994, Colosio asiste un mitin en la colonia Lomas taurinas de la ciudad de Tijuana, Baja California, y después de arengar a los asistentes, camina entre ellos tan solo para ser víctima de un atentado a balazos que termina con su vida.
El autor material confeso se llama Mario Aburto Martínez, quien es finalmente considerado como asesino solitario, o sea que no formaba parte de algún complot, aunque entre la gente ha corrido cualquier cantidad de versiones –ora que lo mataron los narcos, ora que al ser estado y municipio de oposición algo tuvo qué ver el gobierno panista, y ora que fue el propio presidente Salinas quien ordenó su ejecución-. En México no es común que haya magnicidios, pues desde la muerte del presidente electo ílvaro Obregón, que no se presentaba otro caso, y quien lo sustituye es Ernesto Zedillo, que gracias a la imagen de Colosio puede ganar la elección.
Este mismo Zedillo es el encargado de terminar con el salinismo al írsele de frente a todo político que se le relacionara con Salinas de Gortari. Seis años después, Zedillo entrega con una sonrisa en los labios la banda presidencial a Vicente Fox, candidato triunfante del PAN en el año 2000. Colosio fue mi jefe en el PRI, pues era dirigente nacional cuando yo lo era a nivel estatal, así que lo conocí bien, aunque no puedo presumir de su amistad debido a que él tenía aquí a compañeros de generación a los que quería mucho y cuando venía a Nuevo León, convivimos poco, pues me pedía que le organizara encuentros con sus compañeros y siempre me retiraba para que ellos estuvieran en intimidad recordando sus tiempos de estudiantes; nuestro trato era más formal, dentro del partido local y nacional, y si acaso alguna vez en su residencia del DF. Hoy se conmemora el 23 aniversario de su inmolación.