Caminaban una vez Jesús y Pedro por la calle cuando vieron un letrero que decía: “No hay mejor herrero que yo”
_¿Te has fijado en ese letrero? Preguntó Jesús
_Sí, contestó Pedro.
Entraron a la herrería y Jesús le dijo al herrero que si le podía prestar sus herramientas un momento sólo para hacer un trabajo.
El herrero dijo que sí, y Jesús le ordenó a Pedro que saliera del negocio y le trajera a la primera persona que se encontrara en la calle.
Pedro le trajo a un viejito, y entre él y Jesús lo aventaron al fuego.
El viejito se quemó en la fragua hasta oponerse al rojo vivo, Jesús lo sacó de la lumbre convertido en un trozo de metal y empezó a darle forma con el martillo, luego volvió a meterlo a fuego y cuando lo sacó de nuevo lo bendijo y el viejito se transformó en un muchacho. Luego le preguntaron al herrero cuánto le debían por usar sus herramientas. Éste, espantado dijo que no le debían nada, por lo que ambos le dieron las gracias y se fueron.
El padre del herrero era un anciano, y el herrero quiso hacer lo mismo que Jesús: agarró a su padre y lo tiró a las llamas para que ardiera y se convirtiera en metal. Pero el anciano se puso completamente negro. Viendo esto, envió a su ayudante que corriendo buscara a Jesús y a Pedro. Así lo hizo y les dijo que urgía que regresaran a la fragua.
_¿Qué querrá ese hombre? Dijeron y llegaron a la herrería donde estaba el padre del herrero carbonizado.
_Ahora lo arreglamos, dijo Jesús.
Sacaron al anciano, le echaron un poco de agua y volvieron a meterlo al fuego. En seguida se puso al rojo vivo y Jesús empezó a trabajar con el martillo, silbando alegremente mientras le devolvía la forma que tenía y le preguntó al herrero:
_¿Cómo quieres de vuelta a tu padre? ¿joven o como estaba?
_Como estaba, respondió el nervioso herrero
Jesús le dio los últimos retoques y le dijo:
_ Aquí lo tienes, devolviéndole a su anciano padre.
El herrero no hallaba cómo agradecerle y le preguntó cuánto le debía.
_No es nada, pero quisiera pedirte una cosa, dijo Jesús.
_¿Qué cosa? Lo que pidas te lo daré
_Que quites ese letrero de tu tienda, me parece que quedó claro que no eres tú el mejor herrero.
_El hombre obedeció de inmediato.
Cuento español - poblano