06/May/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana. Parte 17; La toma de la Ciudad de México I

Con los generales Scott en Puebla, y Taylor en trayecto a encontrarse con él, los norteamericanos se preparaban para dar el golpe final a México arrebatándole el control del país. No querían ni podían hacer otra cosa, pues estaban lejos de la frontera, es decir, iban por todo porque en una posible crisis militar, no recibirían ayuda. Por su parte, López de Santa Anna, derrotado pero altivo, era sustituido en el mando militar por el general José María Lombardini y el general Nicolás Bravo, sin embargo, él regresaba a ser presidente una vez más. 

 Llega el representante estadunidense Nicolas P. Trist a ‘negociar’ con México

El 20 de junio se recibió en Ciudad de México una comunicación del general Scott, avisando que había llegado Nicolás P. Trist, representante del gobierno de Estados Unidos para negociar un acuerdo de paz, pero el gobierno de México no respondió. 

 

El gobierno mexicano, acalambrado, comienza a organizarse para el combate

Scott concentró sus fuerzas mientras el gobierno mexicano estaba paralizado. Empezó a organizar la defensa de Ciudad de México hasta el 19 de julio, circulando un bando que instruía a la población a reunir alimentos y que cuando las  bandas tocaran a generala, cerraran las casas de comercio, excepto los mercados, tiendas de abarrotes y boticas. Se exigía que todos los ciudadanos se presentaran a tomar las armas y que por las calles no transitaran coches ni caballos, solamente los vehículos de tropa. 

   

El 26 de julio, por medio de un bando se endurecieron las sanciones para los que entraran en comunicación o comerciaran con el ejército norteamericano, revelaran secretos de Estado, desertaran o se negaran a cumplir las comisiones de Gobierno. 

   

La división del general Gabriel Valencia, compuesta por más de cinco mil hombres y 26 piezas de artillería, llegó a la Villa de Guadalupe, cerca de Ciudad de México, con lo que las fuerzas de defensa eran veinte mil hombres con cien piezas de artillería. 

 

Se suman en Puebla las fuerzas de Taylor y Scott,

y marchan rumbo a la Ciudad de México

 

Una vez que Taylor había sumado sus tropas a las de Scott, el 5 de agosto de 1847 el grueso del ejército invasor partió a Ciudad de México, y Taylor se quedó en Puebla con una parte de los marines norteamericanos para apoyar cuando Scott lo necesitara. Pero este rudo militar no requirió ayuda, pues arrasó con las defensas mexicanas.

 

Ante el inminente asalto del invasor, muchos 

jóvenes civiles se suman a la defensa

La nerviosa población capitalina se cimbró al escuchar el 9 de agosto un cañonazo que avisaba el inicio de las hostilidades. Inmediatamente las bandas de guerra de los cuerpos de la Capital entonaron el toque de Generala anunciando la cercanía de las tropas norteamericanas y llamando a combate. Una gran cantidad de civiles cuyas edades mediaban entre los 16 y los 50 años empezaron a llegar a los puntos fortificados de la Capital. 

   

Entre los días 12 y 13 de agosto, las tropas de Scott se asentaron en las orillas del Lago de Chalco pero durante un reconocimiento encontraron las fortificaciones del Peñón Viejo, una de las mejores de la Ciudad de México, por lo que decidió rodear toda la Ciudad para ingresar por el Sur, asentándose en Tlalpan el 17 de agosto de 1847. 

   

Ese mismo día, Santa Anna con parte del ejército, se dirigió a San Antonio, en el sur de la Ciudad, y dos días más tarde -19 de agosto-, lo siguieron los batallones Hidalgo y Victoria cuerpos fijos de infantería de la Ciudad de México. 

 Triunfan los mexicanos en la garita de San Antonio, Ciudad de México

Un día antes, el 18 de agosto de 1847 habían iniciado los combates. Las tropas norteamericanas dirigidas por el mayor Smith llegaron a la garita de San Antonio, donde el ejército mexicano logró una pequeña victoria, e hizo retroceder al invasor. 

   

Los norteamericanos cambiaron de rumbo buscando un paso para internarse en la Ciudad de México y encontraron una entrada en el sendero de Tlalpan que atraviesa el Pedregal. Y Santa Anna se movilizó a San Ángel. 

   

LA BATALLA DE PADIERNA 

   

Scott tomó las rancherías de Anzaldo y Padierna el 19 de agosto de 1847. Santa Anna dio instrucciones al general Gabriel Valencia de que esperara a que los invasores llegaran a San Ángel, prácticamente en las puertas de la Ciudad, porque ‘el terreno presenta mejores condiciones’ para vencer a los norteamericanos. 

 Ignora el general Valencia a Santa Anna y va al rescate de Padierna

Pero después de la derrota de Cerro Gordo y su lastimera entrada a la Ciudad de México, no quedaba claro si Santa Anna seguía siendo el jefe del ejército, un general más, el presidente de México, o un voluntario. Por lo que Valencia obró según su propio criterio y se dirigió con varios de sus batallones a recuperar Padierna.  

 Se pierde la oportunidad de ganar en Padierna por falta de refuerzos

Los norteamericanos fueron sorprendidos por las fuerzas de Valencia que les causaron graves daños. Cuando Valencia tenía una buena ventaja pidió a Santa Anna refuerzos para ganar la batalla, pero Santa Anna negó el apoyo a Valencia, quien siguió batiéndose con valor. Al día siguiente -20 de agosto- Scott sí recibió refuerzos, mientras Valencia y su gente no pudieron soportar dos días de combate contra tropas frescas norteamericanas, por lo que Valencia decidió retirarse al supuestamente bien fortificado Convento de Churubusco. 

 

   

LA BATALLA DE CHURUBUSCO 

   

Esta batalla sucedió inmediatamente después del enfrentamiento de Padierna del día 20 de agosto de 1847. En Churubusco se unió al ejército mexicano el batallón de San Patricio que había desertado del ejército norteamericano, por las causas relatadas con anterioridad. 

 Los mexicanos pertrechados en Churubusco, más Valencia 

y el Batallón San Patricio, defienden las instalaciones del Convento

Las tropas destacadas en el Convento de Santa María de Churubusco, más los restos de las tropas de Valencia y el batallón de San Patricio se prepararon para resistir el sitio al Convento. 

   

Pese a ser una instalación religiosa y no militar, el Convento sirvió para resistir el sitio, pues tenía muros altos y gruesos y estaba rodeado de milpas desmontadas o pequeñas barrancas que dificultaban el ataque de los estadounidenses.  

   

Las tropas mexicanas de Churubusco tenían órdenes de resistir lo más posible para retrasar a los estadounidenses y dar oportunidad al resto del Ejército Mexicano de reorganizarse y preparar la defensa de la Ciudad de México. 

   

Aunque generalmente se le llama Batalla de Churubusco, en realidad fue un sitio en el que los estadounidenses atacaron el Convento. Los norteamericanos tenían mejor armamento y superaban ampliamente a los defensores, sin embargo, los mexicanos mostraron valor y fuerza logrando resistir y causar daños al ejército norteamericano. 

 Suministran municiones equivocadas a los defensores y son vencidos

Desafortunadamente, las municiones y pólvora se terminaron, solicitándose a Santa Anna el reabastecimiento. Envió una gran cantidad pero de calibre distinto al que se necesitaba en Churubusco. Los artilleros buscando modificar las municiones de manera apresurada, propiciaron muchas explosiones en los cañones y los obuses, matando o quemando a los artilleros y sus ayudantes. Pronto la defensa del Convento fue imposible, sin embargo Valencia, su gente y los de San Patricio, resistieron hasta el último tiro hábil, pero finalmente el Convento de Churubusco fue tomado por el general David Twiggs. 

  Si hubiera parque, usted no estaría aquí, le espeta Anaya a David Twigs

Cuando el general norteamericano Twiggs ingresó al convento, requirió la entrega de armas y municiones. Entonces uno de los comandantes defensores, Pedro María Anaya le respondió: “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”. 

 Toma venganza Scott contra los patricios que desertaron para ayudar a México.

Ochenta y cinco irlandeses del batallón de San Patricio comandados por John Riley, fueron capturados y torturados con azotes, marcas de hierro en el rostro con la letra ‘D’, de desertor. El proceso torturador se prolongó hasta los días 10, 11, 12 y 13 de septiembre en que fueron ejecutados. 

   

Los norteamericanos ya estaban en el interior de la Ciudad de México, así que la guardia de la garita de San Antonio salía sobrando. Su comandante, el héroe de la Independencia Nicolás Bravo, fue reubicado de ese punto defensivo a Chapultepec, donde Santa Anna ya tenía preparados los puestos de defensa. 

 Pide Santa Anna tregua pero firma un armisticio en favor de Estados Unidos

El aún presidente y general Antonio López de Santa Anna pidió a Scott el 21 de agosto una tregua, sin embargo, Scott reviró proponiendo un armisticio que fue aceptado  inmediatamente por Santa Anna y ambos lo firmaron a las dos de la tarde del 24 de agosto de 1847. 

   

Una tregua es un cese temporal de hostilidades, y un armisticio es la suspensión de hostilidades pactada entre pueblos o ejércitos beligerantes. Lo que Santa Anna pedía era una suspensión temporal para desalojar de la Ciudad a las mujeres, niños y ancianos, pero Scott -enemigo de las treguas- obtuvo el cese definitivo de las hostilidades para negociar La Paz. 

   

En los términos del mencionado armisticio un convoy y 112 carros norteamericanos ingresaron al Zócalo de Ciudad de México, custodiados por un batallón de caballería.  

Iban con el objetivo de recaudar dinero y víveres que les entregarían los norteamericanos y algunos británicos residentes en Ciudad de México. 

   Grupos desorganizados de civiles agreden a los marines y los echan en corrida

Pero ante la falta de información, un grupo de civiles molestos por la presencia de norteamericanos en el corazón del país, los atacó con piedras y palos echándolos en corrida; y ya con la sangre caliente, estos civiles saquearon los comercios de extranjeros. 

 

En lo que antes era la villa de Azcapotzalco se reunió la comisión mexicana que estudiaría las condiciones de paz que México proponía, integrada por José Joaquín Herrera, José Bernardo Couto, Miguel Atristáin, Ignacio Mora Villamil y el intérprete José Miguel Arroyo. 

   

El 28 de agosto de 1847 se dieron a conocer las ‘propuestas para la paz’

   

México acepta ceder Texas (pero con frontera en el Río Nueces) es decir, que Tamaulipas y Coahuila conservarían sus territorios al norte del Río Bravo y los territorios al norte de una línea que iría de poco al norte de Santa Fe de Nuevo México y Monterey, California. 

   

Trist por su parte, exigió la entrega de Texas, Nuevo México, la parte norte de Sonora (lo que hoy es Arizona), la Alta California y la Baja California, y en compensación ofreció distintas cantidades de dinero que iban de los 5 a lo 15 millones de pesos. 

   

Además, Estados Unidos pedía una franja comercial exclusiva en el Istmo de Tehuantepec para la construcción de un ferrocarril o un canal interoceánico como el que años más tarde tendría en Panamá. 

 No hay acuerdo en los términos del posible Tratado de Paz

Ninguna de las dos propuestas fue admitida y las comisiones de cada país volvieron a trabajar independientemente. 

   

Algunas guerrillas mexicanas molestaban a los norteamericanos, y por su parte, algunos norteamericanos asaltaban, robaban y violaban en las pequeñas poblaciones cercanas a la capital. 

 Retira Trist la exigencia de quedarse con Baja California y Tehuantepec

El 1º de septiembre de 1847 se vuelven a reunir los comisionados. México mantiene su propuesta, en cambio Trist, con ganas de cerrar el trato, retira las exigencias sobre la Baja California y Tehuantepec. 

   

Al día siguiente de nuevo se reúnen las comisiones, pero sin llegar a un acuerdo, pues ninguna de las partes cede. 

   

Las comisiones de cada país vuelven a sus trabajos por separado, pero no hay acuerdos. Estados Unidos no cedía en su exigencia de los territorios norte y solo aumentaba la cantidad económica; México no variaba su decisión de ceder al norte de Santa Fe y Monterey, California. 

 Se anuncia el reinicio de la guerra ante la falta de acuerdo entrambas naciones

Finalmente, el 6 de septiembre de 1847 ante la falta de acuerdos, se anuncia el término de las conversaciones de paz sin resultado y se restablece el estado de guerra. Se acuerda una tregua de un día para reiniciar los combates el día 8 de septiembre. 

Continuará…

 

   

 

   

FUENTES 

   

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. 

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.        

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.        

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.       

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, Editorial Porrúa, 2014       

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.        

José María Roa Bárcena, Recuerdos de la Invasión Norteamericana 1846-1848: por un joven de entonces, Versión electrónica Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra.    

 

N. C. Brooks, A complete history of the Mexican War, Nathan Covington, 1851