20/Apr/2024
Editoriales

La primera Guerra Mundial

Todas las conflagraciones tienen un origen, y cuando se extienden a varias naciones, pueden convertirse en lo que ahora padecemos, en una especie de pandemia.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) no generó tantos muertos como la Segunda, pero produjo cambios estructurales que modificaron el mapa político mundial. Al desparecer los poderosos imperios otomano, alemán, austrohúngaro y ruso, se formaron nuevos países sindependientes tanto en Europa -centro de la Guerra-, como en Oriente Medio, así como la transferencia de las colonias de estos imperios a los triunfantes de esta guerra, que terminó oficialmente hasta el 28 de junio de 1919 en el Tratado de Versalles.

Su inicio se registra hasta julio, pero en junio 28 de 1914 hubo un atentado que prendió la chispa de lo que en América se decía “La Guerra Europea”, pero en cuestión de meses se involucraron todas las potencias de aquel tiempo, incluyendo Estados Unidos. Por una parte estaban sólo la llamada “Triple Alianza” conformada por Alemania y Austria-Hungría; y por la otra la “Triple Entente” integrada por Inglaterra, Francia y Rusia. Sin embargo, sobre la marcha Estados Unidos, Japón e Italia, se sumaron a la Triple Entente, mientras el Imperio Otomano y Bulgaria se fueron a favor de la Triple Alianza. Pelearon 70 millones de soldados de los cuales murieron 9 millones. Esto se provoca cuando en el tercer tercio del siglo XIX, Bosnia fue ocupada por el imperio Astro-Húngaro, levantándose los serbios en contra de las autoridades imperiales, buscando formar la Gran Serbia, una nación para los pueblos eslavos de los Balcanes.

Entre las organizaciones que se formaron para este propósito estaba la famosa “Mano Negra”, fundada en 1911, que se complotó con Dragutin Dimitrijevic, el mero jefe del espionaje serbio. Esta Mano Negra se contactó con el jefe de la inteligencia militar serbia para asesinar a alguna figura relevante del gobierno astro-húngaro. Y como en junio estaría de visita en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando de Austria, se organizaron para ejecutarlo.

Así, el 28 de junio, seis jóvenes serbios con pistolas y bombas se apostaron en el trayecto que recorrería la comitiva imperial. Y así sucedió: el archiduque y su equipo de seguridad pasó bien frente a los primeros dos quienes no pudieron accionar sus explosivos pero el tercero de los jóvenes, Nedeljko Cabrinovic, como a las diez horas, cuando pasaba la comitiva delante de él, lanzó una bomba, pero el artefacto rebotó en la capota abierta del vehículo donde iba el archiduque Francisco Fernando, y estalló debajo del auto siguiente. Los demás autos aceleraron dejando atrás los 20 heridos, sin embargo la tragedia asechaba pues una vez controlada la situación, el archiduque canceló su agenda pero decidió regresar para visitar a los heridos de su comitiva. En el ínterin, uno de los jóvenes conspiradores, Gavrilo Princip, estaba comprando algo para comer tranquilamente en una tienda, cuando casualmente el auto donde iba el archiduque había equivocado el camino rumbo al hospital donde estaban los heridos y se detuvo para corregir el rumbo.

Quedando a unos cuantos metros del extremista serbio, quien sin dudar un instante caminó rápido y le disparó dos tiros a mansalva, uno de los cuales le pegó al archiduque en el cuello y el otro en el vientre a su esposa Sofía. El joven serbio fue detenido ipso facto y con su confesión detuvieron a sus otros cómplices, y todos fueron condenados a morir en la horca. Luego de la ejecución de los jóvenes, el imperio Astro-Húngaro exigió a Serbia varias cosas y no todas fueron aceptadas, por lo que, un mes después del asesinato del heredero al trono, el 28 de julio, Europa se incendió, estallando la guerra, con epicentro en Sarajevo. En esa guerra, nuestro país sólo fue observador, pues quien podría involucrarlo -Estados Unidos-, no lo solicitó, tal como sucedió en la Segunda Guerra Mundial. Es sabido que hoy día la injerencia norteamericana en las decisiones políticas de México, es enorme.