Editoriales

Los lentes o anteojos para ver bien

En 1280, el monje florentino Alejandro di Spina diseñó los primeros anteojos o gafas, hechos de lentes convexas montadas en una armadura metálica. Pero estas gafas servían sólo para ver de lejos.

Spina estaba continuando la idea expresada por el científico inglés Roger Bacon, quien decía que era necesario usar cristales curvos para corregir los defectos de la vista, pero nunca bajó esa idea a ningún modelo.

Originalmente, los lentes para ver bien, o “discos para los ojos” aparecían dibujados en los retratos, pues como al principio los anteojos eran muy caros, servían como referencia del nivel económico que tenía el modelo retratado, que era el dueño de los anteojos. Esto nos dice también que las presunciones de la condición humana no son nuevas.

La historia registra a Hugo de Provenza como el primero en retratarse (pintarse) con lentes. Este señor –italiano también- fue retratado por Tomassa de Modena. En 1480, se retrató a San Jerónimo, uno de los Padres de la Iglesia, y en el conocido cuadro, cuyo autor es Domenico Ghirandaio se aprecian unas gafas colgando del pupitre. Y hubieron de pasar varios siglos para que Benjamín Franklin inventara en 1775 las primeras gafas bifocales. Esto era necesario porque desde el siglo XV aparecieron las gafas con lentes cóncavas, para ver de cerca, y algunos debían cargar con dos lentes.

Los lentes de contacto, que ahora son muy populares porque evitan el uso de los anteojos, fueron ideados por John Herschel en 1827, pero los desarrolló 60 años después el médico suizo Eugen Frick.    

Usar lentes es un cambio no sólo de personalidad, sino de forma de vida, pues además de apreciar correctamente las imágenes y los colores, implica adecuar los movimientos del cuerpo y la cabeza para no tirarlos, así como verificar periódicamente su graduación.