Hay un refrán popular que dice: la excepción confirma la regla, y podría aplicarse al hombre más tristemente célebre de la modernidad. Según algunos biógrafos, Adolfo Hitler (1889-1945) apellido que se encuentra con más frecuencia entre los judíos orientales que entre los alemanes, y concretamente en Galitzia, Bucovina, Rumania y Polonia; sufrió un cáncer de garganta.
De tan seria enfermedad fue tratado hasta su muerte por Otto Heunrich Warburg, el único médico judío al que el líder nazi, en su locura de odio anti semita, permitió continuar trabajando tras su toma de poder.