Hace muchos años, allá en los lejanos primeros años de la década de los 70, de mi bolsillo flaco de estudiante con gusto distraía una parte, para pagar mi suscripción al periódico Excelsior dirigido entonces por Julio Scherer.
Apenas si veía las noticias propiamente dichas. La obsesión era leer las páginas editoriales que destilaban sabiduría. Recuerdo en particular a José Luis Mejías y la Red Privada de Manuel Buendía.
Lo que se vive hoy es por demás decepcionante. El cambio intenso en la opinión pública generado por la modernidad, que nos trajo la red de internet y la telefonía celular, encontró a nuestra intelectualidad y analistas políticos desarmados, sin la cultura estadística suficiente para lidiar con los problemas de la variación.
La consecuencia de ello es que hoy se escuchan y leen afirmaciones absurdas que tienen que ver con la imposibilidad para comprender la dinámica social actual, tales como las siguientes:
Es imposible que gane el PRI la elección presidencial.
El avance de AMLO es incontenible.
El desgaste de EPN es permanente.
Veamos. Es claro que se antoja muy difícil, hoy, que el PRI gane la elección presidencial, pero falta mucho para el 2018. No podemos y menos quienes son antipriístas, dejar de estar atentos al acontecer diario de aquí a la elección, porque podría suceder que estos le suban la probabilidad al triunfo del PRI como futuro posible.
El avance de AMLO es incontenible me recuerda aquello de que era indestructible. Cuando el 16 de marzo del 2006 publiqué su desfonde derivado del ya célebre "cállate chachalaca", un doctor en historia me dijo que aquello era imposible, porque no había antecedentes históricos de una caída de esas dimensiones. Mi respuesta fue la siguiente: Doctor, a la vida le vale madre la historia. Se manifiesta y se hace historia.
El desgaste de EPN es permanente. Tendría 0% de aprobación desde hace años.
Lo grave de derivar fantasías es que se fraguan condiciones para un estallido social importante, que quizá para algunos será benéfico pero no así para la gran mayoría de nuestro pueblo. ¿Podría alguien imaginar hoy una tercera derrota de AMLO sin que inevitablemente se hable de un monstruoso fraude electoral?
Por desgracia vivimos el contrasentido de que los encargados de evaluar a la opinión pública, esto es, los encuestadores, parecen tan preocupados por su gran problema de credibilidad que se cuidan mucho de no hacer públicos resultados que los aporren aún más en ese aspecto. ¿Se imaginan a un encuestador anunciando que EPN y el PRI mejoraron sustantivamente como consecuencia de su postura ante Trump? Y sin embargo ocurrió.
Es más rentable, en términos de credibilidad para los encuestadores, seguir la corriente del desgaste permanente de EPN. Hace pocos días en el programa de Loret de Mola, Leo Suckermann afirmó que el presidente tenía 12% de aprobación, lo cual es falso. Y remató: ¿o acaso no vamos a creer en las encuestas?
Pues claro mi querido Leo que seguiremos creyendo en las encuestas. Qué importa que fallen una y otra vez en sus predicciones electorales todas o casi todas. Mientras nos muestren resultados afines a nuestras fantasías serán confiables en extremo, ¿verdad?
¡Así las cosas compañeros! Se está conformando un ambiente potencialmente peligroso. Nuestros orientadores, los formadores de opinión, nuestras mentes lúcidas están perdidos. Debemos, hoy más que nunca, ser críticos en extremo. Revisar muy bien cada juicio político que escuchemos, pasarlo con la mayor objetividad posible al contraste con lo que observamos en nuestros entornos sociales inmediatos y, en la medida de lo posible, orientemos a nuestros orientadores.