28/Apr/2024
Editoriales

ARTE Y FIGURA 05 05 22

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

Antonio Montes

 

En el siglo XX llega al mundo con toda la vitalidad y energía que presagian lo que será en la historia. En el toreo, está por venir su edad dorada, tanto en España como en México, después de revoluciones que comprenden al pensamiento, la política y la estética.

Hay un precursor de las nuevas formas de torear que viene a México por primera vez en el invierno de 1902 e inmediatamente se hace un ídolo. Antonio Montes regresa al país en los inviernos de 1905 y 1906. El domingo 13 de enero de 1907, la Plaza México, situada en la Calzada de la Piedad, hoy Cuauhtémoc, anuncia un cartel postinero formado exclusivamente por toreros españoles para matar 3 toros traídos de la península pertenecientes a la ganadería de la Marquesa Vda. De Saltillo, y 3 toros de la ganadería tlaxcalteca de Tepeyahualco. Los toreros son de historia: Antonio Fuentes, Antonio Montes y Ricardo Torees “Bombita”

El segundo de la tarde, de Tepeyahualco, se llama “Matajaca”. Se trata de un toro escurrido de carnes y cornalón. Al entrarle a matar, Montes es volteado y sentado sobre una de sus grandes astas. Recibe una cornada de espanto, penetrante en la cavidad abdominal, de aquellas que en la época eran casi imposibles de tratar. Por el rumbo del Hotel Edison, en la calle de Dolores, donde se encuentra el herido, es interrumpido el tráfico de tranvías, en un vano intento de proporcionarle las mejores condiciones para su alivio. Su agonía se prolonga hasta el jueves.

El cadáver, embalsamado, se vela en la capilla del Panteón Español de la capital. De madrugada, un cirio se tuerce y prende fuego a las telas que tapizan el féretro. Al llegar a Cádiz, el mismo ataúd se desliza de la grúa que iba a depositarlo en la tierra y cae al mar. Por fin llega a Sevilla, donde reposa desde entonces. Años después, durante el verano de 1912, el banderillero de confianza de Montes, llamado José María Calderón, testigo de todos aquellos horrores, lanza a la fama al más notable revolucionario del toreo: Juan Belmonte.

   

Continuará… Olé y hasta la próxima.