Octubre 24 de 1872: Ocupan las fuerzas juaristas la ciudad de Culiacán, consiguiéndose la pacificación del estado y sofocando con ello la rebelión porfirista en el norte de México. Una vez muerto Juárez el día 18 de julio anterior, Sebastián Lerdo de Tejada, investido con  la representación nacional, logró desarticular esta insurrección conocida como Plan de la Noria, controlando la disidencia militar, aunque el aspecto político seguía complicado.

Ante este revés militar, Porfirio Díaz reaccionó buscando una entrevista directa con Lerdo hasta que la consiguió realizándose en buenos términos pues Lerdo le aseguró a Díaz que tendría la más amplia libertad para el ejercicio de sus negocios particulares, finiquitándose ahora sí la mencionada revuelta de La Noria. Sin embargo, Porfirio Díaz seguía con un incontenible deseo de ser el gobernante de México, así que siempre fue un peligro potencial para Lerdo de Tejada. Recordemos que un día después de la partida de Juárez, el 19 de julio, el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada, asumió la Presidencia de la República, pues la disposición constitucional que llevó a Juárez a ese sitial, seguía vigente, así que el camino legal de Lerdo para alcanzar la primera magistratura nacional fue el mismo que recorrió Juárez, quien había llegado cuando Comonfort dimitió en un acto descrito por expertos como un auto golpe de estado.

Lerdo acababa de refrendar su mandato presidencial en las elecciones del 13 de octubre de 1872 en las que triunfó con un amplio margen. Ciertamente Díaz no consiguió la victoria electoral, pero finalmente obtuvo la presidencia por la vía de las armas como veremos más adelante y “se encariñó” con el puesto por tres décadas. La historia de la presidencia de Porfirio Díaz es muy relevante para el desarrollo en el país, pues contrario a Lerdo de Tejada cuya presidencia fue efímera, Díaz pudo consolidar un proyecto nacional en base al largo tiempo que gobernó a este hermoso y sufrido país.