Las circunstancias de la vida me llevaron a ser propietario de un restaurante de comida francesa en la Ciudad de México, que se llamaba La Quiche, en el Centro Armand de Insurgentes al sur, casi con Félix Cuevas.

Como mis conocimientos de ese negocio eran nulos -tal como en muchísimos otros negocios- mis amigos me recomendaron que contratara a un bien asesor, experto en la materia mencionada. 

Tardé casi un mes hasta que encontré al mejor asesor en restaurantes, según las recomendaciones de quienes lo conocían.

Empezamos a trabajar juntos, y yo estaba como esponja, absorbiendo toda su sabiduría y al cabo de un año, a ese respetable señor terminé apodándolo -para eso sí tengo algún talento- como ‘El Horóscopo’.

Los que me escuchaban referirme a él así, me preguntaban a qué se debía ese motete  hasta que les dije la verdad: era como el horóscopo, porque todos los días me decía que debía yo hacer pero siempre estaba equivocado…