05/May/2024
Editoriales

Catón

Hace unos días fui en Saltillo a un merecidísimo homenaje al maestro Arturo Berrueto González, cuyo nombre se impuso al nuevo Colegio de Bachilleres de Coahuila, con la presencia del gobernador Miguel Riquelme y de toda la clase política coahuilense.

Llegué temprano, cuando acomodaban apenas las sillas, y una vez ubicada la mía me dediqué a observar la llegada de los demás invitados.

El alcalde Chema Fraustro llegó acompañado de varios diputados; los integrantes del gabinete estatal acudieron con sus subalternos; la planta magisterial del nuevo Colegio se hizo presente, así como varios grupos de estudiantes que, con su algarabía, le dieron el clásico toque festivo al acto de apertura de tan majestuosa escuela.

Vi acercarse un hombre de figura conocida a un círculo de políticos que en derredor del alcalde Fraustro se había formado y se advirtió, desde lejos, un cambio en el ambiente del grupo, con más entusiasmo y alegría.

Era Armando Fuentes Aguirre ‘Catón’ que coincidió con el ex gobernador Enrique Martínez y Martínez, quien goza de muy buen ambiente entre los políticos locales y eso no es poca cosa, considerando que quienes terminan de gobernar por lo general son perseguidos por los gobernantes en turno, ergo los políticos más papistas que el papa.

Armando Fuentes Aguirre es un conspicuo saltillense, famoso en todo el territorio nacional, gracias a su práctica diaria del arte de la escritura y la crónica. 

Su producción literaria y filantropía merecen una crónica especial, así como su promotoría cultural esculpida a golpe de batuta en su estación de radio especializada en música clásica. 

La popularidad se deriva de sus aportaciones diarias en un centenar y medio de periódicos nacionales que publican algunas de sus columnas (El Norte – Reforma le publica todas: ‘De política y cosas peores’; ‘Mirador’; ‘México Mágico’;  ‘Manganitas’, ‘Miscelánea de Historias’ y otras más).

Esto ya es de suyo una proeza, pues todas son joyas coleccionables cuajadas de reflexiones filosóficas, críticas políticas, referencias históricas, humoradas, pasajes bíblicos, y cualquier tema que aniquile el tedio, encarnación común de la indolencia.

Soy, como todos sus lectores lo son, su amigo, pues degustar y despreciar las mismas cosas son las mejores bases para construir una amistad.

Su popularidad se cimienta en la amistad que ha cultivado con sus lectores y no con sólo un buen texto; Catón es amigo de quienes lo leemos consuetudinariamente postulando en sus textos todo lo que es justo, aunque no esté en sus manos la justicia.

Hizo bien al recortar su seudónimo de Catón el censor, para quedarse sólo con Catón, porque Catón el Viejo era escritor, político y vigilante de la moralidad de los romanos; mientras Catón es mucho más, es amigo de los mexicanos de buena fe.

De la humildad de este gran señor podemos escribir todo un tratado, y se explica porque es un hombre que ha vivido haciendo cosas y conquistando metas, único sendero que conduce a ella.

Como diría un clásico, para digerir la sabiduría se precisa haberla devorado con apetito, y Catón es sabio porque tiene una larga experiencia de vida, que le pedimos al Creador sea muy larga.