25/Apr/2024
Editoriales

Los Templos de Monterrey. La Capilla de San Francisco Javier, La Capilla de San Caralampio. El Templo de Lourdes

Hoy veremos cuatro Templos de Monterrey ya desaparecidos, comenzando por la Capilla de San Francisco Javier que data de principios del siglo XVIII. Se ubicaba en un extenso predio de dos manzanas, delimitado por las actuales calles de Padre Mier, Mariano Escobedo, Morelos y Emilio Carranza, incluyendo la de Parás. Esta Capilla fue tan importante que a un lado de ella se instaló un Colegio Seminario de magros resultados.

   Abro paréntesis para explicar que el nombre de San Francisco Javier corresponde a un misionero jesuita español, miembro del grupo fundacional de la Compañía de Jesús y cercano colaborador de su precursor, Ignacio de Loyola. Se le conoce como El Apóstol de las Indias por sus destacadas misiones en Japón y en el oriente asiático. Lo cierro. 

 

El padre Jerónimo López Prieto, consigue el terreno

para la Capilla de San Francisco Javier

 

El padre Jerónimo López Prieto, nativo del Valle del Guajuco -hoy Santiago NL- egresó en 1701 del Seminario de Guadalajara en la Sagrada Congregación de Clérigos  Seculares Oblatos. Ese mismo año regresó a Monterrey al ser nombrado Teniente de cura -Vicario- por el obispo de Guadalajara, Diego Camacho y Ávila. Para 1702 ya era el cura interino y juez eclesiástico de Monterrey. No sabemos cuándo terminó su vida, pero cuatro décadas después, en 1742, aún era el decano de los padres Oblatos. 

  Este padre Jerónimo fue quien pidió el 13 de marzo de 1702 al gobernador Juan Francisco de Vergara y Mendoza un espacio para edificar una capilla a San Francisco Javier y un Colegio Seminario. Se le concedió el predio comprendido por las calles de Escobedo, Morelos, Parás y Padre Mier. Todo indica que los trabajos iniciaron de inmediato, pues en actas de ese mismo año se refieren a una Capilla de San Francisco Xavier o de San Xavier indistintamente. 

  Dicha Capilla estaba sobre la calle de Escobedo, al lado poniente del terreno, hacia Parás. Allí se instaló en 1704 un Camposanto que fue bien popular entre los reineros, pues el de la Iglesia Parroquial -hoy Catedral- estaba saturado y el de la Capilla de la Purísima, muy lejos. Además, en la Capilla impartían clases de filosofía el diácono Juan de La Rea y el bachiller Juan Esteban de Arellano; de gramática, el bachiller Antonio Jiménez, y el regidor y juez de aguas Manuel Campuzano Cos. 

  Posteriormente, el 22 de diciembre de 1708 el Padre Jerónimo pidió una  extensión del terreno, que fue concedida por el mismo regidor y juez de aguas, Manuel Campuzano Cos y Cevallos. Era una nueva merced del predio ahora limitado por las calles de Parás, Morelos, Emilio Carranza y Padre Mier, y sugirió aumentarla con terrenos de cultivo. Resulta que en 1710 el Convento de San Andrés se incendió parcialmente y la futura Catedral estaba muy deteriorada, por lo que en la Iglesia de San Francisco Xavier se celebraban los oficios religiosos al público. 

 

La importancia de la Capilla de San Francisco Javier

 

En 1711 el gobernador Francisco Mier y Torre informó sobre el Colegio: “Se ven ya logrados dos sacerdotes y otros de sacros órdenes de epístola y evangelio y otros de cuatro grados (diáconos, lectores, ostiarios y monaguillos), y que en su consecución se está leyendo gramática y filosofía a los hijos de este reino, en doctrina y educación”. “Posee siete cuartos bajos capaces y fuertes para clases, refectorio y vivienda”... en los altos, "un cuarto sobre la sacristía con su corredor”…  y un patio bastante amplio. En la fachada una puerta grande, algunos de los muros inconclusos pero la fábrica en general “de  piedra (sillar) toda fuerte y decente”.

   En ese mismo informe el Gobernador pedía que se educara a cuatro jóvenes en gramática y artes para servir como escribientes en el Gobierno. Cuatro años después, a principios de 1715, los padres de la Compañía de Jesús tomaron posesión de la Iglesia y el Colegio de San Francisco Javier, siendo los primeros rectores los padres Francisco Ortiz y Manuel Fernández, hasta años más tarde -en 1723- un regiomontano, el padre Ignacio de Treviño, desempeñaría el puesto de Rector. 

  El templo de San Javier era una nave rectangular de 10 metros de ancho con paredes de 6 metros de alto y techo de teja con sacristía que conectaba con las aulas. El adorno era sobrio, algunas imágenes de santos jesuitas como San Ignacio de Loyola, San Carlos Borromeo, San Francisco Javier y Nuestra Señora del Buen Camino patrona de los jesuitas. 

  Tal era la importancia del templo que en 1716 la Iglesia se utilizaba como Templo Parroquial, por ello en los libros parroquiales se asienta: “Capilla de San Francisco Javier Ayuda de Parroquia y que hoy sirve de Parroquial”  

  Como las Reformas Borbónicas buscaban mejorar la educación, en febrero de 1717 se otorgó a la Compañía de Jesús “ocho caballerías de tierra, con la saca de agua del río de las Sabinas; la casa con sus trojes, despensas, oficinas y cuartos anexos. Mil reses, 25 manadas de yeguas, de 25 cada una; o sea 625 yeguas, con siete burros. 60 bueyes mansos, con las aperos de quince yuntas; 15 mulas mansas, 1,200 cabras; una carreta y un trapiche con el avío necesario y la sementera de caña esto era para que los Jesuitas sostuvieran el Colegio y la Iglesia de San Francisco Javier “con todos sus ornamentos y alhajas”.

  Pero los Jesuitas no eran del total agrado de la Corona pues esta Orden acostumbra denunciar las injusticas. Por eso los Reyes comenzaron a quitarles templos, parroquias y obispados en un proceso que culminaría en 1867 con la expulsión de los Jesuitas del Imperio Español.

 

Al caer los Jesuitas, desaparece la Capilla de San Francisco Javier

 

Como parte del proceso de desaparición de la Compañía de Jesús, el padre Marcelino Bazaldúa, rector de los Jesuitas en la ciudad, del Colegio Seminario y la Capilla de San Francisco Xavier, recibió en 1731 la instrucción de subastar los bienes de la compañía. Pero se logró suspender el remate y la Orden siguió operando en la ciudad hasta 1745 que las instalaciones jesuitas de plano cerraron sus puertas. Las “Alhajas y ornamentos” fueron llevados a la iglesia Parroquial (hoy Catedral)

  Ya abandonada la Capilla de San Javier, el comandante de las Provincias Internas de Oriente, Joaquín de Arredondoen 1815 ocupó sus ruinas y las convirtió en Comandancia, y el panteón y los huertos en caballerías. La otrora Capilla de San Javier se transformó en sede del Ejército Español en la región. Después, durante la Independencia se utilizó tanto como Palacio de Gobierno como de sede de la Comandancia Militar de las Provincias Internas. Ahí despachó el médico y luego vicepresidente y dos veces presidente de la República Anastasio Bustamante, lo mismo hizo Manuel Mier y Terán

  En el año de 1864 esta edificación fue sede de la Presidencia de la República, cuando Juárez despachó unos meses en Monterrey. Una vez trasladado el Poder Ejecutivo Estatal en 1901 al actual Palacio de Gobierno -en tiempos del gobernador Bernardo Reyes-, la propiedad ingresó al mercado inmobiliario y en partes fue vendiéndose y desapareciendo sus vestigios. 

 

Bibliografía 

Israel Cavazos Garza, Catálogo y Síntesis de los Protocolos del Archivo Municipal, Centro de Estudios Humanisticos, Monterrey, N.L. 1973 

José Eleuterio González, Apuntes para la historia eclesiástica de las provincias que forman el Obispado de Linares, Monterrey, N.L.  

Eugenio del Hoyo, Historia del Nuevo Reino de León (1577-1723) Monterrey, Fondo Editorial Nuevo León.

 

 

 

                                                                                       Capilla de San Caralampio  

 

La parte más antigua de la Ciudad era irrigada por los ojos de Agua de Santa Lucía -en el sitio del actual Obelisco-, del Roble y de la Ciudad -lugar que se conoció después como Fuente Monterrey-, caudales que escurrían rumbo al oriente en una red de arroyos, canales, acequias, presas y finalmente el Río Santa Lucía. Este recurso hídrico era una riqueza pero también un doble peligro, pues en tiempos de lluvia, había temibles inundaciones y en tiempos de sequía los charcos eran fuente de enfermedades. 

 

Azotan “las pestes” a Monterrey

 

La Ciudad de Monterrey fue azotada por varias epidemas en poco tiempo: la Viruela en 1798; la Malaria o paludismo en 1802,1815, 1825; y la Fiebre amarilla en 1802Época aciaga que cada pandemia dejaba familias reducidas y dolidas. Lo peor era la falta de respuestas científicas, y por ello los reineros recurrían a la fe. Así, en un predio baldío ubicado en una calle sin nombre -hoy Guerrero- y la recién abierta de la Alameda -actual 15 de mayo- un vecino llamado Francisco León Gómez construyó una pequeña Capilla en honor a San Caralampio. 

 

San Caralampio fue un Obispo y mártir asiático del siglo II. Era un Santo muy recurrido en aquellos tiempos por ser considerado el Patrono contra las pestes, nombre genérico que se le daba a las enfermedades epidémicas, precisamente como las que azotaron a nuestra sufrida Ciudad.

 

Este Templo se edificó con materiales de la región, es decir, sillar y madera. De una sola nave, casi cuadrada, con una pequeña cruz de hierro sobre la entrada que estaba sobre la actual calle de Guerrero, y en el interior sólo había una pintura de San Caralampio. 

 

Pero durante la infame invasión norteamericana la Capilla de San Caralampio fue saqueada, robados sus ornamentos y vasos de oro. Acaso sólo la pintura de San Caralampio se salvó al ser resguardada en la Basílica del Roble. Y con el tiempo los restos de la Capilla desaparecieron al llenarse de construcciones esa parte de la Ciudad. 

 

 

 

FUENTES 

David Alberto Cossío, obras completas. Adalberto Arturo Madero Quiroga, comp. Congreso del Estado de Nuevo León, 2000. 

Santiago Roel, Nuevo León Apuntes Históricos, Castillo, 1980. 

Eduardo Cázares Puente, La guerra México-angloamericana en Monterrey y sus repercusiones en la Región, UANL.

Archivo de Monterrey  

Protocolos vol. 38 exp. 107 f.  188; vol 38, exp. 107 f. 188 

 

 

 

El Templo de Lourdes

 

El estudio de este templo quedó pendiente cuando hablamos del Santuario de Guadalupe, y comenzaremos por ubicarlo. Estaba en el actual cruce de las calles de Lago de Pátzcuaro y Yucatán de la Colonia Independencia. En algún momento posterior a 1879 se construyó un Templo de estilo gótico, dedicado a nuestra Señora de Lourdes, aunque haya pocos datos de él, se deduce la fecha de 1879 porque fue el año en que el papa León XIII autorizó la veneración a esta advocación mariana.  

 

Sabemos que era de cantera y en el exterior lucía unos arcos de punta u ojivales en la puerta principal, en las ventanas y los remates. Su interior era simétrico, y el nicho central dedicado a nuestra Señora de Lourdes. Los ornamentos exteriores eran de acero labrado en fragua y tenía el atrio sin mayor decorado.   

 

Consideramos que este Templo fue destruido en la época cristera pues aparece en el mapa de 1920 y en los de 1930 ya no aparece. No hay datos sobre los promotores de su construcción, sin embargo, guardaba bastante similitud con la Iglesia del Santísimo Sacramento de Guadalajara, y con otra Iglesia también de dedicada a la Señora de Lourdes en la famosa Isla mediterránea de Malta.  

 

 

FUENTES 

 

San Luisito: recuerdos de mi barrio (Colonia Independencia), Javier González Medellín, Lilia Maldonado Leal. 

https://www.arquidiocesismty.org/arzobispo.php