07/May/2024
Editoriales

La nueva esclavitud

A finales del año 2022, la Organización de las Naciones Unidas -ONU- reportó que existían 50 millones de esclavos, y como aún estaba semi cerrado el mercado laboral a causa de las pos pandemia, se estima que las cifras de este año sean mayores.

De esta enorme cantidad de seres humanos esclavizados, 28 millones son víctimas de trabajos forzados y 22 millones están atrapados en matrimonios forzados por causas diversas. 

Esto no es novedad, pues siempre han existido diversas formas de esclavitud en casi todas las civilizaciones, como en la prehispánica cultura mexica, que los hijos de un esclavo eran libres, y tenían derecho hasta de tener sus propios esclavos. 

Cuando se conquistó América, en Europa se vivía el Renacimiento, un periodo de grandes contradicciones. Una de las mayores era que, mientras se crecía en los aspectos humanistas, al mismo tiempo se aceptaba el comercio de personas tratadas como animales, secuestradas de sus lugares de origen y esclavizadas por ser de otro color o de una civilización diferente a la europea. 

En 1512 se promulgaron en España las leyes de Burgos, que reglamentaban el trabajo de los indios. Esto escrito en el papel se lee bonito, cómo se debería retribuir el trabajo de los naturales de estos solares americanos, que consideraban con humanidad a los niños, a los ancianos y a las mujeres embarazadas. 

Pero de haberse aplicado tal cual, por tipos como un Pedro de Alvarado -que en 1520 masacró a cientos de aztecas en el patio del Templo Mayor-, no recordáramos hoy a un fray dominico llamado Bartolomé de las Casas, que en 1515 denunciara en sus obras como ‘La Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias’, los abusos españoles contra nuestros indios. 

Sin embargo, al propio Casas se le acusa actualmente de haber caído en la contradicción de recomendar la esclavitud de los negros africanos para salvaguardar los derechos de los indígenas americanos. 

Pero no todos pensaban como Casas, por ejemplo, Albornoz y el jesuita Sandoval consideraban en su momento que esclavizar negros era lo mismo o peor que hacerlo con los indígenas americanos, pues cuando menos a estos los dejaban en su tierra mientras a los negros los llevaban a lugares lejanos, a miles de kilómetros de su país. 

Así de contradictorio era el mundo en la época del Renacimiento. Y la esclavitud existente en pleno siglo XXI no es menos infamante, pues muchos migrantes se someten voluntariamente a ser esclavos, con tal de que les proporcionen comida y un techo para albergar a sus familias.

Ahora las Comisiones de los Derechos Humanos tienen grandes retos, pues ya no se trata de tribus vencidas en las guerras, sino de familias que huyen de sus lugares de origen por falta de seguridad o de oportunidades.