20/Apr/2024
Editoriales

Julio 29 de 1936: Manifestación obrera en la Plaza Zaragoza de Monterrey, termina en balacera con tres muertos y decenas de heridos

Julio 29 de 1936: Manifestación obrera en la Plaza Zaragoza de Monterrey, termina en balacera con tres muertos y decenas de heridos. La recién fundada CTM nacional (en febrero de 1936) nombró en NL a Tomás Cueva, quien organizó un mitin en la Plaza Zaragoza exigiendo: disolver los grupos de choque o Guardias Blancas, respeto a los sindicatos, y una ley de inquilinato.

Los oradores: Tomás Cueva; Antonio Moreno, (Mineros, Metalúrgicos y Similares); y otros más, de albañiles, hoteleros y estudiantes. La respuesta fue una trifulca frente al Casino Monterrey, donde salieron a relucir ladrillazos y hasta balas. Murieron Feliciano Alcocer, de la fábrica de Muelles Hércules; J. Guadalupe Palacios, de Unión de Artes Gráficas, y José Bárcenas, de la Unión de Empleados de Hoteles, Cantinas y Restaurantes. Heridos: Tomás Cueva, el ferrocarrilero Cristóbal Reyes, Julián Yáñez, de la Fábrica de Ladrillos Refractarios, y otros trabajadores.

Ante los hechos, el gobernador Anacleto Guerrero, que tení­a 3 meses en el poder, ordenó detener a 525 personas, entre ellas a destacados empresarios, entre los cuales habí­a apellidos muy conocidos como Rodrí­guez, Rocha, Santos, Margáin y otros más, quienes fueron trasladados al Campo Militar, a cargo del general Juan Andreu Almazán.

Corrió la especie de que llevarlos al campo militar era protegerlos, pues la turba querí­a lincharlos. Y más porque después Almazán fue candidato a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario de Unificación Nacional, el Partido Laborista Mexicano y el PAN, contra Manuel ívila Camacho, candidato del PRM. Los cuerpos de los obreros fueron llevados a los Palacios de Gobierno y Municipal; los heridos, al Hospital Muguerza. El conflicto vení­a incubándose desde un proyecto de Código Laboral Federal que la Coparmex impugnó en 1931 y el presidente Pascual Ortiz Rubio sostuvo. El operador de la iniciativa fue el secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Aarón Sáenz –que acababa de ser gobernador de NL-. Este Código Laboral fue aprobado por la Cámara de diputados federales, y los patrones, encabezados por Luis G. Sada y Joel Rocha, querí­an que Pascual Ortiz Rubio vetara esa ley.

Ambos tení­an el respaldo del influyente periódico Excélsior, que dirigí­a el también empresario nuevoleonés Manuel L. Barragán. Así­ que enfrascados en el debate nacional estaban empresarios locales y el más importante periódico nacional, contra el presidente Cárdenas y el ex gobernador Aarón Sáenz.

La gota que derramó el vaso fue la huelga de Vidriera Monterrey –1º de febrero de 1936- a unos dí­as de la fundación de la CTM nacional (24 de febrero), que obligó al presidente Cárdenas a apersonarse en Monterrey, pues el saliente gobernador Gregorio Morales estaba rebasado por el conflicto. Durante 4 dí­as Cárdenas platicó con las partes y antes de alzar el vuelo, expuso 14 puntos destacando que los conflictos laborales deberí­an resolverse en los tribunales especializados, subiendo más aún la retórica del debate, y sobrevino, meses después la tragedia que hoy recordamos.

En en tracto de 1934 a 1940, en Nuevo León se formaron organizaciones obreras como el Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y similares de la República; la sección 19 del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros; la Sección 19 del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza; y la Federación de Trabajadores de Nuevo León, todas de tendencias comunistas. Por su parte, los patrones crearon asociaciones como Acción Cí­vica Nacionalista y se formó la primera organización unitaria de sindicatos blancos, la Federación (hoy Nacional) de Sindicatos Independientes.

Lo sucedido este 29 de julio de 1936 es la expresión más sangrienta en la pugna entre el presidente Cárdenas y los empresarios regiomontanos por el control de las organizaciones obreras. Pero la crisis tocó fondo y poco a poco, el gobierno revolucionario fue apoyando al grupo patronal con créditos, protección ante los mercados internacionales y control polí­tico de los obreros. Por su parte, a los obreros se les dieron más y más prestaciones hasta que se llegó a un nivel digno conforme a la constitución, y en algunas empresas superaron esa rasante. Esta comodidad de obreros y patrones permitió la paz laboral que el desarrollo del Milagro Mexicano requirió (entre los años 40 y 70).