02/May/2024
Editoriales

L’Italia è unica

Es difícil no enamorarse de Italia, que muchos le encontramos más parecido a México que la mismísima España, llamada la madre patria.

Su nombre es elegante, y desde antiguo se usaba para referirse a la región actual de Calabria. Antíoco de Siracusa escribió dos ensayos, en el primero habla de Sicilia, y en el segundo de Italia, término que derivaba del rey Ítalo. 

Algunos estudiosos sostienen que el nombre Italia viene de Vitelu que en lengua pre romana significa Ternero, por lo que Italia podría significar ‘La tierra de los terneros’. 

Desde el siglo III adC le decían Italia a la región central, que es gran parte de la península y, en el siglo siguiente, Marco Porcio Catón (Catón El Censor) y el historiador griego Polibio llamaron así a la parte norte del actual territorio. Y como la suma de las partes es el total, ya en esa época toda ‘La Bota’ se pudo llamar Italia. 

En el año 90 adC se acuñó la primera moneda con el nombre de Italia, pues 50 años antes el emperador Publio Edrio Adriano había ordenado que así se hiciera.  

Julio César consideró la región norte como el límite de los Alpes, y ya para el año 1000 dC ese nombre designaba a una región, una cultura y a un dialecto, pero hubieron de pasar 861 años para que varios estados se unieran y constituyeran de Italia un país.

Su historia inicia en el siglo XIII adC, al ser ocupado su territorio por los etruscos en el norte del río Tiber, hasta que llegaron los celtas y se lo adueñaron; pero el pueblo que más influyó en la historia de Italia fue, obviamente, el romano. 

Abro paréntesis para decir que respecto al origen del nombre de Roma, hay varias tesis. La más conocida es que el 21 de abril de 753 adC, Rómulo fundó Roma y de ahí su nombre, aunque otros historiadores dicen que viene de la palabra lituana  Ruomulis, que significa Colina, correspondiente a su orografía. Cierro paréntesis. 

Roma amplió sus posesiones tras las guerras púnicas contra Cartago en el siglo III adC y a comienzos del siglo II adC dominó Grecia, luego Oriente medio, Armenia, Asia menor, y Cartago, al norte de África. 

Al inicio del siglo II ya había crecido por toda Europa, y en 330 se movió la capital del Imperio a Bizancio y el emperador Constantino se convirtió al cristianismo prohibiendo las crucifixiones. 

Todos los pueblos poderosos querían conquistar el Imperio hasta que los lombardos, dirigidos por los jefes militares llamados ‘duces’ ganaron el norte de la península itálica, que a inicios del siglo XVI era disputada por franceses, españoles y austríacos. 

Napoleón entró al país en 1794, expulsó a los austríacos y cuatro años después ocupó Roma, creando la República Romana y la República Partenopea en Nápoles. 

Sólo Sicilia y Cerdeña, que gobernaba Víctor Manuel, se salvaron de Napoleón, quien  decidió abolir el poder temporal de los papas, deportando a Pío VII a Savona.

Pero Napoleón cayó, y Víctor Manuel II unificó y creó el Reino de Italia, del que sólo Roma y el Véneto quedaron excluidos. Fue hasta 1870 cuando los italianos invadieron Roma y la hicieron parte de su reinado, exigiéndole al papa Pío IX que entregara el poder. Y como no aceptó, lo confinaron en el Vaticano, rincón de Italia en donde aún permanecen sus sucesores, es por ello que El Vaticano es un Estado soberano. 

Resulta imposible hablar de la historia del nombre de Italia, sin hacerlo de Roma y El Vaticano.  

Además de su bello nombre, deslumbrante historia de aportaciones a la ciencia y la cultura y su riquísima gastronomía, visitar Italia es vivir esa magia especial que tienen los y las italianas: disfrutan de sus muchos defectos similares a los nuestros.