Estamos tocando ya la noche de Navidad.

Hay fiesta en los hogares cristianos y hasta el mundo descreído se regocija, impulsado por una fuerza misteriosa.

 En esta noche flota en todos los hogares, esa atmósfera inigualable de ternura, de solidaridad humana; y es que lo cristiano es lo generoso, lo fraternal.

Por eso la Navidad trae siempre algún rayo de paz y esperanza.

 Ahora que el mundo parece alejarse de los Valores Eternos, cuando parece olvidarse de las maravillosas enseñanzas de un Dios que se complace en la verdad y en el bien, cuando abundan los “sepulcros blanqueados”, hagamos votos porque la semilla esparcida hace veinte siglos en las conciencias de los hombres, aún de los incrédulos, florezca en acciones de verdadera comprensión humana.

 Que en esta noche mágica, el Divino Niño, derrame sus bendiciones y extienda su manto protector a todos los hogares donde se cultivan el Bien, la Verdad y la Justicia.