26/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 

Septiembre 25 de 1847: El general Antonio López de Santa Anna, en plena guerra de invasión norteamericana, habiendo ingresado con sus tropas a Puebla, exige la rendición de Thomas Childs, encargado de la ciudad a nombre del general Winfield Scott. Se rompen hostilidades, pero ninguno de los combatientes resulta ganador. Para el 27 de septiembre, el gobierno mexicano se traslada de la ciudad de México a Toluca.

  El presidente Manuel de la Peña y Peña convoca a todos los gobernadores y a los diputados a reunirse en Querétaro, yéndose a presidir el evento el día 12 de octubre. Peña había asumido la Presidencia de la República el 16 de septiembre anterior debido a que Antonio López de Santa Anna había renunciado a la presidencia en esa misma fecha, no sin antes hacer –el 15 de septiembre- un extrañamiento a los miembros del Ayuntamiento de la Ciudad de México y ordenar su disolución. Esto fue porque el día anterior, el Ayuntamiento había ofrecido la capitulación al invasor, pero el general Scott –por congruencia y perversidad- no la aceptó, pues había criticado a Zachary Taylor cuando aceptó la capitulación del general Ampudia en Monterrey. Pero ya para ese momento el invasor estaba en el corazón de la ciudad de México, en plena calle de Tacubaya. Los habitantes de la ciudad capital no podían creer que en el Palacio Nacional se izara la bandera de las barras y las estrellas en vez de nuestro lábaro patrio.

   Así que del 14 al 16 de septiembre hubo disturbios en la ciudad con robos a almacenes y agresiones al ejército invasor de parte de la población en varios puntos de la ciudad de México. El tal Scott aprehendió y fusiló a varios vecinos que protestaban por la invasión, para bajar la presión de la sociedad en contra de sus tropas invasoras. Dato curioso es que el 14 de septiembre, un día después de la toma del Castillo de Chapultepec, mientras las tropas nacionales se dirigieron a Guadalupe Hidalgo para reunirse con la caballería de Juan Álvarez, y ponerse a las órdenes del general Lombardini, una muchedumbre saqueó el Palacio Nacional, y es cuando el Ayuntamiento hizo su propuesta de rendición.

   Hay autores que interpretan este saqueo como un acto desesperado para que los invasores no se llevaran las joyas artísticas y mobiliarias que tenía el Palacio Nacional. Pero otros son más crudos y lo interpretan como una muestra de la cultura mexicana, de saquear cuando hay oportunidad. En lo personal me quedo con la primera versión, pero no tengo a la mano los documentos oficiales para cotejar si el producto del saqueo se regresó íntegro una vez que se capituló la ciudad y nos rendimos incondicionalmente con la firma del ominoso tratado Guadalupe Hidalgo.