Editoriales

Diversión versus emoción

Cuando era niño, una de mis diversiones preferidas (lo sigue siendo) era ir a una función de cine. Sobre todo, cuando se trataba de uno totalmente techado pues la mayoría eran cine – terrazas debido seguramente a la falta de recursos del empresario para construir un techo completo.

Me daba cierta sensación de importancia cuando llegaba una vez que habían apagado las luces pues una persona me guiaba a algún asiento (entonces no estaban numerados) con una linterna pequeña. Mientras llegaba al espacio vacío para sentarme en la oscuridad imaginaba que la sala estaba repleta de niños amigos míos y que me estaban observando. La función era generalmente de películas que lo hacían reír a uno, pues los actores tenían gracia para cantar, bailar y decir simplezas.

La desilusión venía cuando prendían las luces en el intermedio (antes se acostumbraba un intermedio para ir comprar algo a la dulcería), y volteaba a buscar a mis amigos, pero nunca veía a ninguno, acaso distinguía a alguien en las filas de adelante, por lo que no me había visto con mi guía particular, pero lo esperaba a la salida para hacer comentarios de la película. Qué bonitos tiempos aquellos en que nos divertíamos con cualquier cosa. En cambio, ahora veo a una niñez difícil de divertir, pues más que reír, buscan emocionarse.