25/Apr/2024
Editoriales

La soledad es muy dañina

La reclusión obligatoria que duró casi un año como medida preventiva del Covid 19 afectó varios aspectos de nuestra vida, como la economía, por mencionar el más evidente, pero también perturbó a muchas personas que estuvieron demasiado tiempo sin comunicación con sus amistades, por motivo de no estar familiarizadas con los modernos aparatos cibernéticos.

La falta de comunicación interactiva es un problema grave, pues la necesidad humana de intercambiar información personal, ideas, y afectos es tan natural como la alimentación.

La novela clásica de Robinson Crusoe describe bien los efectos de la soledad, y su autor, el inglés Daniel Defoe se basó en un hecho real, sucedido en 1704.

El navío Five Ports navegaba el pacífico sur, su comandante era el capitán Strading y el contramaestre, un tal Alejandro Selkrik. En una de esas escenas que suelen suceder en alta mar, ambos se pelean, pero en esta ocasión no hicieron las paces, así que el capitán bajó al contramaestre en la Isla de Juan Fernández -nombre que corresponde al explorador que la descubrió-, y que se encuentra ahora dentro del territorio de Chile. Por cierto, esa isla después se llamó Más Tierra, y actualmente se llama Robinson Crusoe, en homenaje al novelesco personaje. 

Vale comentar que hoy día en esa isla viven 700 personas, y se comunica con el continente gracias a una línea marina y a un diminuto aeropuerto.      

El caso es que el contralmirante Selkirk estuvo solito durante cinco años, y fue encontrado de casualidad por una embarcación comandada por el capitán Woodes Rogers, quien tras el rescate escribió en su diario que el ex contralmirante regresó a la vida, y que la alegría era más que evidente en su rostro.

 Sin embargo, casi había olvidado su lengua, y en consecuencia pronunciaba lentamente las palabras y casi siempre no podía conectarlas unas con otras. 

Tardó tres días en iniciar a recordar su vocabulario, y ocho meses para combatir la melancolía producida por la soledad por tanto tiempo. 

Selkirk regresó a Inglaterra hasta 1711, y Defoe escuchó toda la historia directamente de él y, para 1719, Daniel Defoe escribió la novela Robinson Crusoe, que vio la luz y llegó a lo alto de la literatura mundial.