El rey Ricardo III enfrentaría a Enrique Conde de Richmond para decidir quién gobernaría Inglaterra. En la mañana del día de la batalla de Bosworth, el Rey mandó a revisar que su caballo predilecto estuviera en orden. El herrero, diagnosticó que las herraduras no estaban en condiciones de dar una batalla tan importante, pero la burocracia del Reino lo obligó y hubo de moldear cuatro herraduras nuevas. Al ponerlas se dio cuenta que le faltaban clavos para la última, que no quedaría tan firme como las otras tres. Pero presionado así la clavó. Ricardo III arengaba a sus soldados cabalgando de un lado a otro para darles ánimo. La batalla iba bien, hasta que una parte de sus soldados retrocedía. Si los demás se daban cuenta, crecería el problema así que se acercó para apremiar a sus soldados a que regresaran a pelear. Parte del atractivo bélico para su ejército era que Ricardo III –hábil jinete desde su infancia-, daba un par de vistosos giros sobre su eje (un ‘reguilete’) con su caballo y así lo hizo. Pero de pronto el animal perdió la herradura y con ella la estabilidad en la segunda vuelta y rodó por los suelos con el Rey. El caballo asustado, se levantó y dejó a Ricardo solo. Sus soldados no reaccionaron a tiempo e inmediatamente lo rodearon las tropas de Enrique.
Agitando su espada en círculos para que no se acercaran sus enemigos, el Rey gritaba: ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi Reino por un caballo!
No hubo ningún caballo para el rey Enrique III pues los soldados de Ricardo se abalanzaron sobre él y la histórica batalla terminó trágicamente.
Desde aquellos años en Inglaterra los niños cantan este estribillo: “Por falta de un clavo se perdió una herradura; por falta de una herradura se perdió un caballo; por falta de un caballo se perdió una batalla; por falta de una batalla se perdió un Reino, y todo por falta de una herradura”.
Ahora, en un lejano estado mexicano pronto habrá otra batalla decisiva. El gobernante peleará montado en un caballo que, a diferencia del de Ricardo III, tiene problemas desde ahora por lo que cuando llegue la fecha debe estar solucionado, so pena de que se caigan jamelgo y gobernante. La herradura se aflojó cuando renunció a su trabajo quien defendía al gobernante, y lo grave es que esta batalla no será como la anterior que traía el apoyo del ejército real. Sus “amigos” que quisieran sucederlo, están dejándolo creer que no hace falta el que se fue. Pero es imposible para un músico escuchar con indolencia una sinfonía. ¿Acaso nunca ha asistido a una batalla el gobernante? Lo están dejando vivo porque saben que no es necesario matar a un hombre en la víspera de su muerte.