25/Apr/2024
Editoriales

La tormenta, de Vasconcelos

Pancho Villa estaba rodeado de pura gente violenta. No podía ser de otra forma pues las revoluciones comienzan con discursos, pero cuando prenden siempre hay violencia. El revolucionario Urbina, uno de los más cercanos a Villa, invitó a comer a un compadre que acababa de vender unas mulas.

Al terminar de comer, Urbina ya estaba enganchado con el alcohol, y quería seguir brindando con su compadre a quien traía abrazado por la espalda con su brazo derecho. El compadre no andaba con tanta euforia, pero se trataba de Urbina, así que le siguió la onda. El calor apretó y el compadre, que seguía abrazado por Urbina se llevó la mano a la bolsa de atrás del pantalón para sacar el pañolón colorado de los rancheros.

Urbina, en su delirio de sangre y alcohol, supuso que su compadre iba a sacar el pistola y sin dejar de abrazarlo, con la izquierda le pegó un tiro en el mero corazón. Me le adelanté, decía Urbina a los presentes, pero al revisar el cadáver vieron que en su mano sólo traía el pañuelo, por lo cual, Urbina se echó a llorar diciendo: _Pobrecito de mi compadre… es que ¡ya le tocaba!