27/Apr/2024
Editoriales

Espectáculos y diversiones en Monterrey. Las corridas de toros, parte 1

 

Nuestras plazas de toros han sido históricamente centros de espectáculos masivos donde se practica una de las artes más antiguas de la hispanidad. La lidia de toros evoca la inacabada lucha del hombre por moldear la naturaleza y utilizarla. Es un espectáculo sofisticado, en el que gente especializada enfrenta a un animal especial.  

  

En la fiesta brava los más lúcidos y osados son los toreros; sobre todo el Matador, que realiza la mayor parte de las suertes y debe matar a espada. Luego está el Torero de plata, segundo en rango y que, en alguna emergencia, puede sustituir al Matador. Más varios subalternos que dan capotazos de brega, protegen al torero, a las demás personas, y a los animales en el ruedo. 

 

El Picador es un Torero a caballo, cuya función es picar con una vara, desde el caballo, el lomo o morrillo del toro, embraveciendo y bajándole la cabeza para que pueda ser toreado. El Banderillero puede ser el propio Matador o el Torero de plata, que castiga al toro con unas púas sujetas a varas o palos de distintas dimensiones. 

 

Hay otros participantes: el Presidente de la Plaza -la autoridad- que hace cumplir el reglamento taurino y se apoya en los Alguacilillos que ejecutan sus órdenes. Los Mozos de espadas, que tienen a la mano las herramientas necesarias para la lidia, como capotes, espadas, muletas, estoques. Los Monosabios, ayudantes del picador. Los Mulilleros utilizan mulas para arrastrar a los animales muertos, como toros, caballos, y los Areneros mantienen el ruedo en buen estado entre las corridas. 

 

El oficio de Torero

Originalmente los Toreros eran prácticos que alguna vez buscaron la oportunidad de torear. Pero ahora existen decenas de escuelas de tauromaquia en el mundo hispano; en México destacan las de Guadalajara, Aguascalientes, Tlaxcala y Pachuca. 

 

El toro de lidia

Los toros son bovinos especiales, producto de cruzas selectivas para obtener cierto resultado. Por ejemplo, las vacas Jersey resultaron dóciles y de alto contenido graso en su leche; la raza Holstein destaca por su alta producción de leche y carne; mientras que los toros de lidia son dueños de una gran fuerza, corpulencia y bravura. Ninguno tiene un hábitat natural, viven donde el hombre los asiente, en corral o en pastizal; es decir, sin el hombre todas estas razas se extinguirían. 

 

La importancia social de los eventos públicos es grande. Elías Canetti -premo Nobel de Literatura 1981- dice en su libro Masa y Poder que uno de los momentos íntimos de unión en una sociedad es lo que llama "El Estadio". Esto es el espacio íntimo en donde los miembros de una sociedad pueden reunirse en círculo y mirarse a la cara para apoyar a un bando o dividirse para apoyar a dos; para ofenderse, motivarse, bailar, brincar, o gritar de una manera que no lo harían en lo individual o fuera del Estadio.

 

La corrida de toros, única actividad masiva festiva  

  

En congruencia con la tesis de Canetti, la sociedad regiomontana novohispana, ávida de grandes espectáculos culturales y deportivos, abrazó como única actividad masiva a la fiesta brava, que atraía a la hispanidad de Nueva España, a su cultura gemela, la lusitana de Portugal, Brasil, y de las regiones españolas de Extremadura y Santander.  

  

La fiesta brava era de alto nivel social, no como la de los sajones de un primitivo fútbol, o la japonesa de luchas de sumo. Cierto que de la misma cultura que la hispania -en Roma antigua- había espectáculos de bajo nivel, como las trifulcas de gladiadores. En contraste, un poco más al sur, en Mesoamérica, existía un aristocrático deporte: el juego de pelota, por lo que nadie veía mal una fiesta señorial. Y ayudaba que la lidia de toros no era tan sofisticada como actualmente lo es.  

 

La figura del Matador de toros

La figura central para el Siglo XVII ya era el Matador a pie, y seguía vigente en el gusto popular el uso de caballos sin armadura, sobre todo en las suertes donde se picaba y banderilleaba al toro, pues el drama de la violenta muerte de varios caballos en cada corrida de toros agregaba cierto morbo al espectáculo. 

 

Figuras desaparecidas de las corridas de toros

Al inicio, las corridas  de Toros en Monterrey no estaban muy reglamentadas. Existía el “Varilarguero” -Torero a caballo con una lanza-, figura intermedia entre Rejoneador y Torero que, mientras montaba y engañaba al toro, le hería con la lanza. Había perros -alanos y perros de toro, parecidos al bulldog inglés- que azuzaban al toro. También usaban banderillas de fuego para los toros mansos que, al insertárselas sobre el lomo, se activaba un petardo cuyo calor lastimaba al toro y lo hacía actuar con más bravura. 

  

La primera corrida en Monterrey

En Monterrey se registró por primera vez una corrida formal en junio de 1698, en honor de la llegada del nuevo gobernador Juan Francisco de Vergara y Mendoza. Esta corrida se realizó en una instalación temporal hecha con carrizo, ramas y tablas. La  rudimentaria plaza se ubicó en donde hoy se encuentra el edificio del Círculo Mercantil Mutualista, en la esquina de las actuales calles de Zaragoza y Ocampo, al poniente del actual Palacio Municipal.  

 

Se celebraban las fiestas populares durante tres días. En ese lapso el ayuntamiento ofrecía gratuitamente tres días de comida y cena, además de tres días de ‘juegos de toros’, lo que significaba mantener toreros, ayudantes, caballos, perros, y empresarios taurinos. En aquel tiempo no se contrataba a un torero en especial, sino a un empresario que trajera lo necesario para celebrar la fiesta brava como si fuera un circo. Veamos el acta de Cabildo de mayo de 1698: 

 

“En la Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey, en 30 de mayo de 1698, la justicia y regimiento della con asistencia del señor sargento mayor don Juan Pérez Merino, gobernador y capitán general deste reyno, habiéndose juntado en cuerpo de cabildo para tratar y conferir las cosas que convienen al bien y utilidad desta ciudad, (…) hoy preciso por la nueva venida que hace a este reyno el general don Juan de Vergara proveído para este gobierno y que es necesario se desempeñe esta ciudad en su recibimiento gasto de la costumbre que está obligada esta ciudad a darle tres días de comida, cena y demás gasto incluso en dichos tres días y regocijo de juego de toros” 

  

La llegada de un gobernador nuevo era motivo de otra corrida de toros

En 1703 se repite el ritual para recibir al nuevo gobernador Francisco Báez Treviño.

 

“… en 29 días de diciembre de 1703, la Justicia, Cabildo y Regimiento della, con asistencia del señor sargento mayor Pedro Guajardo, alcalde ordinario desta dicha ciudad y justicia mayor de todo este reyno por Su Majestad (…) como lo tiene de costumbre, siendo necesario el pagar el gasto que esta ciudad, hizo en la nueva venida que hizo a este reyno el señor gobernador don Francisco Báez Treviño, proveído gobernador y capitán general para este gobierno y que siendo necesario se desempeñare esta ciudad en su recibimiento y gasto de la costumbre, que está obligada esta ciudad a darle tres días de comida, cena y además gasto, incluso en dichos tres días de regocijo de juego de toros” 

 

La pandemia de la viruela cancela las corridas de toros

En tiempos pandémicos, en el año 1798, el gobernador Pedro de Herrera y Leyva canceló las fiestas de toros programados para las fiestas patronales, ya que los recursos estaban destinados a luchar contra la viruela: 

 

“… 9 de septiembre de 1798. Haviendo presentado el día siete de este mes el capitán don Pedro Herrera la cuenta general de cargo y data que ha seguido en el Hospital Provisional de Viruelas… por hallarse ausente el señor Gobernador en asuntos del Real servicio, pidió el síndico procurador (…) para las acostumbradas anuales fiestas y si en ellas debía haver o no toros, (…) por medio de dos regidores para su debida inteligencia: y entendido de ello este ayuntamiento resolvió y mandó que se señale el día veinte y ocho del próximo octubre para primer día de las citadas fiestas: que en ellas no haya toros por lo gravoso que son, amas de otros perjuicios que acarrean” 

 

La pandemia causó que no se diera mantenimiento a la plaza de toros

En el año de 1800, superada la pandemia de viruela, el gobernador Pedro de Herrera y Leyva anunció que regresarían las fiestas de la Ciudad y la Virgen sacratísima “nuestra patrona” establece las fiestas para el día 19 de octubre y la semana que le sigue las funciones de toros. Por la suspensión de actividades o confinamiento, la plaza no estaba en su mejor estado, así que se nombró a quienes la repararían: 

 

“… 16 de septiembre del corriente año 1800. Estando juntos (…) Don Manuel de Sada, Alcalde Ordinario mas antiguo de esta referida ciudad, y actual presidente por impedimento del señor Gobernador de esta provincia Don José Joaquín Canales: Regidor Alférez Real, Don Pedro Manuel de Llano; y Don José Francisco de Arizpe, regidores anuales, (…) dispusiese el día en que se hayan de hacer las acostumbradas fiestas y el modo con que se deban verificar, (…) acordamos que se señale para las fiestas del día diez y nueve del próximo venidero octubre en que se deben celebrar la función de la Sacratísima Virgen María Nuestra Patrona y la semana siguientes las corridas de toros en la forma de siempre se ha se ha acostumbrado; nombrado por fiestas para que entienda la corrida de toros y compostura de la plaza Don Matías García y Don Espiridión Treviño vecinos de Pesquería Grande” 

 

En 1816 se volvieron a suspender las corridas de toros.

El Imperio estaba en guerra con Francia; los movimientos insurgentes de Hidalgo y Morelos habían desestabilizado el virreinato, y el gobernador Francisco Bruno Barrera dispuso que se llevaran a cabo todas las celebraciones, excepto las corridas de toros; pero se aseguró de nombrar a quienes las organizarían el año siguiente:

 

“… 7 de octubre de 1816. Juntos en este día los señores: presidente capitán Don Francisco Bruno Barrera Alcalde Ordinario de primera elección y gobernador político interino por ministerio de la ley; regidores Don Bernardo Ussel y Guimbarda perpetuo y fiel ejecutor; [anales] teniente coronel Don José Agabo de Ayala, Don José Luis de la Garza, Don Miguel González, Don Francisco Martínez, Don Bartolo Serna, Don Francisco García Elizondo, Don José Antonio Garza Saldivar, y sindico procurador General Don José Antonio Rodríguez. Habiendo tenido presente que en el actual mes debe de celebrarce la función anual a nuestra [ssma] patrona queden señalados los dias 19 y 20, a cuyo efecto librese para su inteligencia y otro al señor comandante general para su superior aprobación. También acordaron que (…) respecto a las corridas de toros no se verifiquen ahora por la premura del tiempo oportuno los vecinos o fiesteros que han sido costumbre el nombrar; por que para lo de adelante deban nombrarse estos individuos en el próximo mes de enero y así sucesivamente y que en atención a que cuando se concluya el pirámide y se coloque la estatua de nuestro soberano debera de solemnizarse en el modo posible para manifestar nuestra adhesión a su real persona podra entonces traerse corridas de toros a cuyó efecto se nombraran en clase de padrinos cuatro individuos de la ciudad o provincia. El Muy Ilustre Ayuntamiento, así lo decreto, mando y firmo. Francisco Bruno Barrera Bernardo Wssel y Guimbarda Pedro José Morales Escribano de Ayuntamiento” 

 

Corridas de toros, la mejor forma de celebrar una triple festividad

En 1817 había varias celebraciones al unísono: Aniversario de la Ciudad, la Patrona Nuestra Señora de Monterrey, y los desposorios de Fernando VII. Porque las noticias tardaban mucho, y fue hasta 1817 cuando se celebró la boda que había ocurrido el 29 de septiembre de 1816, entre el rey Fernando VII y su segunda esposa Isabel de Braganza: 

 

“En la Ciudad de Monterrey a 1 de septiembre de 1817 … presidente capitán Don Francisco Bruno Barrera, alcalde ordinario de primera elección y Gobernador político interino. Regidores: Don Bernardo Ussel y Guimbarda perpetuo y fiel ejecutor. Anuales: Don Matías de de Llano, Don Juan de Arispe, Don Leonardo Guerra, Don José Ma. González, Don Juan Tamez, Don Francisco Martínez y sindico procurador general Don Jorge Soriano, comparecieron en virtud de citación que al efecto se les hizo los fiesteros de la función del pirámide. Don Pedro Borrego y Don Tomás de Iglesias y ambos por los dos [ausentes] Don Francisco Farias y Don José Antonio Garza Cantú por si y los otros dos compañeros: Don Pedro Ayala y Don Antonio Garza [Saldivar] (…) acordaron: que se hagan tres funciones de Iglesia la primera de la Santísima Patrona en los dias 11 y 12 de octubre, el dicho y 14 la solemnidad de los desposorios de excelentísimo monarca, debiendo desde el 13 comenzar las corridas de toros corriendo la función al cargo de este ilustre cuerpo quedando nombrados por votación para ello los señores regidores Don Juan de Arispe y Don Juan Tamez” 

 

La Plaza de San Francisco, o del Convento

Como se ha dicho, hasta entonces sólo funcionaba la llamada Plaza de San Francisco por estar dentro de los predios del Convento de San Andrés y su Iglesia de San Francisco. No era una plaza permanente, sino que se armaba cada vez que habría corridas de toros. 

 

Indiscutiblemente que las corridas de toros fueron la primera y principal diversión de la época colonial en Monterrey. Desde luego que tanta afición popular a la fiesta brava derivaba en una parte por la comida y cena gratuitas por, al menos dos días, más algunos tragos de vino, aunque contrastara con la seriedad de las festividades religiosas. 

Continuará…

 

 

FUENTES: 

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREY 

Colección: ACTAS DE CABILDO 

30 de mayo de 1698; 29 de diciembre de 1703; 9 de septiembre de 1798; 16 de septiembre de 1800; 7 de octubre de 1816; 1° de septiembre de 1817.