Clemente era un hombre bueno, siempre estaba presto para apoyar las causas nobles.
Oraba diariamente, amaba a su familia, buscaba el ángulo positivo a todo lo que sucedía, y quienes lo conocían decían que era casi un santo.
Un buen día, estando un poco distraído observando a unos pájaros bonitos, escuchó la voz del Señor.
_Clemente, hijo mío, eres un buen hombre ¿qué quieres que te conceda?
El buen Clemente se turbó ante el milagro y luego de unos segundos dijo:
_Dios mío, no esperaba esto, no sé qué responderte, permíteme pensarlo bien, lo consultaré con mi familia y mañana te lo haré saber.
El Señor le respondió:
_Bien, consúltala…
Así lo hizo Clemente, lo comentó con su esposa y con su padre, para ir al día siguiente al mismo lugar en donde El Señor le había hablado… pero Dios ya no volvió a hablarle.
De aquí se desprende un consejo consistente en hacernos un examen para definir lo que pretendemos hacer de nuestra vida, pues ante situaciones inesperadas podemos equivocarnos en las decisiones, o queremos hacer un análisis que lleva su tiempo y la oportunidad desaparece…
Paquito era casi un santo. Hacía el bien y sonreía cuando un amigo contaba un chiste, sin necesidad de necesariamente ser bueno. Siempre estaba orando y buscando cómo hacer el bien a alguna persona.
Un día, estaba un poco distraído cuando escuchó la voz de Dios:
_Paquito, eres bueno ¿qué quieres que te conceda?
Paquito quedó tan impactado por ese milagro que le sucedía, que le respondió:
_Señor, estoy confundido, no puedo pensar bien, así que le preguntaré a mi esposa y te lo diré mañana.
Dios le contestó:
_De acuerdo, consúltala.
Al otro día, después de hacer la consulta correspondiente, Paquito fue al mismo sitio a esperar a Dios, y Dios no volvió a hablarle.
Estamos preparados para pedir sin dudar cosas difíciles de realizar.
Pero cuando hay la certeza de que nuestra solicitud será aceptada, dudamos acerca de qué pedir y ahí es cuando perdemos las oportunidades.