Espectáculos

El tiempo dará el lugar que merecen a los Hermanos Almada y a su cine

México- Con una trayectoria que considera más de 500 títulos, los hermanos actores Mario y Fernando Almada se convirtieron en una mancuerna representativa del género “western”, en México, un cine de gran auge en las décadas de 1970, 1980 y 1990, en el que la figura del bien triunfando sobre el mal, pese a la violencia, generaba aceptación entre el público que atiborraba las salas cinematográficas, lo que se significaba el éxito en taquillas.

Dicho género cinematográfico gozó de gran aceptación por parte del público no sólo en México, pues en Estados Unidos, país al que muchos adjudican su origen, encontró en actores como John Wayne o Clint Eastwood algunos de sus mejores exponentes, en tanto que en otros lugares tuvo sus tropicalizaciones y recibió nombres como “British Western”, en Inglaterra; “Spaghetti Western”, en Italia, y “Paella Western”, en España.

En territorio nacional el tiempo le dio a la versión mexicana nombres como “Cabrito Western” o “Chilaquile Western”, y los hermanos Almada con el título Todo por nada, de 1969, dirigida por Alberto Mariscal, comenzaron a construir su nombre que con el tiempo se convertiría en referente de estas historias que tuvieron sus escenarios en diversas locaciones del norte de la República Mexicana.

Fernando Almada, nacido el 26 de febrero de 1929, y Mario Almada, el 7 de enero de 1922, tuvieron su primera incursión en el séptimo arte a temprana edad, a través del filme Madre querida, producción estrenada en 1935, dirigida por Juan Orol, en la que compartieron créditos con Luisa María Morales, Alberto Martí y Antonio Liceaga.

Veinticinco años después de su actuación pueril en cine, Fernando debutó en El correo del norte, mientras que Mario lo hizo con Los jinetes de la bruja, cinta en la que también apareció su hermano, desde entonces sus caminos fueron paralelos, llegando las cintas El Tesoro de Atahualpa y Todo por nada, ambas producciones de 1968, en las que además de actuar, participaron con Producciones Almada, casa productora propia que los acompañó en varios títulos.

Con su casa productora propia y dirigidos por Rogelio A. González, los Almada compartieron pantalla en títulos como Por eso, de 1972; de la mano del cineasta René Cardona Jr. hicieron lo propio en El Valle de los miserables, de 1975; y para 1978, en El hechizo del pantano, Fernando se dirigió a sí mismo, mientras que Mario, su hermano, se encargó de la producción.

Tan sólo en la década de 1970, Mario Almada figuró en más de 40 títulos y aunque Fernando lo hizo en una cantidad menor, ambos destacaron por sus actuaciones en La banda del carro rojo, filme enfocado en la temática del narcotráfico que contó con la dirección de Rubén Galindo, rodado en 1978; Mario y Fernando dieron vida a “Lino" y "Rodrigo Quintana”, respectivamente, los hermanos que, por deudas y necesidades económicas familiares, llegan a convertirse en narcotraficantes.

“Dos hermanos detectives buscan a los delincuentes que mataron a su hermano, mientras atrapan a traficantes de drogas e interrogan a matones en nombre de la ley”, se lee en la descripción del sitio IMDb sobre 357 Magnum, cinta de 1981 en la que Mario y Fernando participaron como protagonistas, dirigidos, de nueva cuenta, por Rubén Galindo.

Contextualizando en los hechos cinematográficos que rodearon a la trayectoria de los Hermanos Almada, tan sólo en la década de 1970, se encuentran; la reestructuración de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), en 1971; la inauguración de la Cineteca Nacional de la Ciudad de México, en 1974; la creación del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), en 1975; el éxito del cine con temática social y con miras a la década de 1980, el cine de ficheras.

En la filmografía de Mario Almada es común leer títulos relacionados con los elementos de un “western” como Treinta segundos para morir, Pistoleros famosos, La muerte del palomo, Herencia de muerte, con años de producción 1981; Las pobres ilegales, (1982); El extraño hijo del Sheriff, (1982) y El gatillo de la muerte, (1985).

Con Fernando, los títulos aplican la misma logística, pues en su filmografía figuran varios de los anteriores, al lado de su hermano, además de Todos eran valientes, (1983); Siete en la mira, (1984); Gatilleros del Río Bravo, Ráfaga de plomo y El criminal, de 1985; Cartucho cortado, (1986); Masacre en Río Grande, (1988); pero, hasta este punto, ¿cuál es la importancia que tiene el cine de los hermanos Almada en la cinematografía en México?, y ¿en qué radicó el éxito taquillero que representaba su aparición en la pantalla grande?

“Particularmente honestos con sello específico”: Salvador Garcini

Con la intención de ahondar en el cine realizado por los hermanos Almada, Notimex conversó con Salvador Garcini, realizador de filmes como Divina confusión, (2008) y Cabeza de buda, (2009) quien espera que el tiempo les dé a Mario y a Fernando, el lugar que merecen dentro de la cinematografía mexicana, y que, a futuro, se realicen muestras o festivales enfocados en su cine que, pese a no conllevar grandes temáticas, requería de grandes procesos.

Para Garcini, el cine realizado por Mario y Fernando Almada, fue un trabajo con sello específico, bajo las características propias del “western”, en el que los personajes buenos se enfrentan a los malos con la firme intención de que la verdad triunfe sobre la mentira.

“El momento de los Hermanos Almada es de 1970 al año 2000, en esa época se vieron influenciados por el cine americano, como tenía mucho éxito con el género del western, decidieron hacer sus propios títulos, su propio cine de vaqueros: esa influencia es de un cine de aventuras que sirve para distraerte y divertirte, y pues las películas eran entretenidas y sí servían para divertir, lograban entretener”, explicó Garcini.

“Ellos hacían bien su género, los Almada son una institución cinematográfica mexicana que merece respeto, con centenares de títulos. Lo importante de ellos, es que logran hacer del cine una industria, y el cine, antes que nada, también debe ser una industria, porque el cine que no vende y no tiene público, es inútil. El mérito de los Almada que tuvieron cines con público, un cine vendible y rentable, un cine que les dio dinero y que ellos podían producir”, profundizó Salvador.

El director, destacó que el cine de Mario y Fernando Almada era tan exitoso que, para algunos actores y actrices resultó un gran placer trabajar con los hermanos, pues no sólo lograron consolidar el género, sino que también lo hicieron brillar y se entregaron a él con mucho respeto; por lo anterior, Garcini considera que, hoy en día, es un género que cualquier estudiante de cine debe consultar y hallar el valor en haber realizado aquellos filmes.

“Tenía su dificultad, su estética, su profesionalismo y su manera de entretener al público, porque la gente creía las historias que ellos contaban, las vivían. Mario Almada era un actor muy respetable, un actor que ganó el Ariel de Oro, porque tenía un valor su cine, es decir, su género cinematográfico tenía un valor, era un género honesto creado por ellos y lograron el éxito económico y con el público”, añadió el director.

Y tal y como lo sentenció Garcini, el reconocimiento a la carrera de Mario Almada llegó en 2013, cuando la AMACC le entregó el Ariel de Oro a su trayectoria cinematográfica en el Palacio de Bellas Artes; “Este reconocimiento de ustedes el público, es el cariño que se ve que me tienen y les he correspondido. Yo me debo al público, el público fue el que me subió, pero si no me porto bien, también me tumba”, manifestó el actor a medios de comunicación, antes de recibir el premio.

Tras destacar que tanto Mario como Fernando Almada tenían ya un lugar privilegiado en el género del “western”, y que con la experiencia adquirida bien podían protagonizar cualquier título de la talla del actor John Wayne en Estados Unidos, el también director de telenovelas como Soy tu dueña refirió que el éxito de las cintas en México se debió a la figura del héroe que ambos actores representaron, mismo que gozó de gran aceptación en el público necesitado de un salvador o justiciero.

“Cuando tú tienes un héroe cinematográfico que es un vaquero y logra triunfar porque está luchando contra la mentira y la corrupción, va a ganar el que tiene la verdad, que es honesto y puro, entonces la gente siempre necesita un héroe y necesita identificarse con alguien que los pueda salvar, y en el cine de los Almada, siempre era la idea de que podíamos tener un salvador, siempre es necesario en el cine alguien que nos salve”, contextualizó.

Garcini precisó que quizá, hoy el cine de los Hermanos Almada no es tan bien valorado, sin embargo, se mostró seguro de que el tiempo les dará el lugar que se merecen; “Es un cine que tiene su propio estilo y que con el tiempo se vuelve más valioso, a partir de que corre el tiempo, el cine de los Almada se vuelve histórico, y la historia los colocará en un mejor lugar cada vez, cuando pase el tiempo”.

Los Hermanos Almada de 1990 a la fecha

A lo largo de su carrera, Mario Almada también ganó la Diosa de Plata en la categoría de Revelación del Año en 1968 por Todo por nada, y en 1969, como Mejor Actor coprotagónico por su participación en El tunco Maclovio, cinta en la que compartió créditos con el actor Julio Alemán; aquella carrera prolífica se mantuvo hasta antes de su fallecimiento, el 4 de octubre de 2016, pues tuvo pequeñas participaciones en cintas como Zona Invalida (2014) y Los Tres Hacendados, (2015).

Aún en las últimas décadas, Mario figuró en un sinfín de títulos, entre los más importantes Furia de venganza, de 1991; El depredador voraz, rodada en 1995; La sombra del negro y Tumba para un narco, ambas de 1996; El regreso de la bestia y El séptimo asalto, de 1998, entre varias decenas más, además  también se encuentran los estrenos póstumos de Sangre de traficante, de 2016 y Asesino Silencioso, de 2017, ambas dirigidas por Jorge Ramírez Rivera.

Por su parte, Fernando Almada, quien el 21 de febrero cumplió 91 años de edad, tuvo sus últimas apariciones cinematográficas en La viuda de Chihuahua y Regalo caro, de 2003, a las que antecedieron 80 títulos en la década de 1990, destacando La camioneta gris (1990), que protagonizó al lado de su hermano Mario, quien también lo acompañó en la secuela La camioneta gris 2, (2000).

“No era el cine que hacía Felipe Cazals, que hacía Jorge Fons, que hacía Ripstein, pero es un cine igual de valioso desde otro punto de vista. Son un ícono del cine mexicano, casi a la altura de Pedro Infante, Tin Tan, Pedro Armendáriz y Jorge Negrete, nada más que no los reconocen tanto, porque estaban en otra época, en otro momento”, es una de las frases con las que Salvador Garcini, puntualizó sobre el cine de los Hermanos Almada.