Editoriales

La buena memoria

Hay quienes tienen una memoria estupenda, no olvidan los nombres, rostros ni los detalles importantes de todos los que les rodean.

Pero a la gran mayoría, conforme vamos acumulando años de vida, se nos dificulta cada vez más recordar estos y otros datos que conocemos; al menos hay lentitud en las respuestas de cuestionamientos que antaño eran inmediatas.

La explicación es que el cerebro siempre está acumulando datos, y con el paso del tiempo crece en forma geométrica la información que guarda en la memoria. Así, nuestra computadora personal, la que cargamos en medio de los hombros y encima del cuello, se va saturando de información por lo que sus respuestas se vuelven lentas.

Este problema no es nuevo, ni anormal, es un asunto de concentración. En la Roma antigua era frecuente que los hombres influyentes trajeran cerca de ellos a un “nomenclator”, esclavo que tenía la delicada encomienda de recordarle a su amo los nombres de las personas con las que se encontraba.

Pero a ellos también les llegaba el avance del tiempo y batallaban para recordar. Séneca hablaba de los nomenclatores seniles que inventaban el nombre de las personas que su amo saludaba (Cartas 27.5).

Augusto se lamentaba de la poca memoria de su nomenclator, al grado que un día le dijo: Lleva a tal parte esta carta de recomendación, pues allí no conoces a nadie.

En cambio, hay cerebros excepcionales que nunca olvidan determinados datos. Por ejemplo, Ciro, rey de Persia, que recordaba los nombres y los rostros de cada soldado que había luchado en su favor. Un miembro de la familia de los Escipiones llamaba por su nombre a todos los ciudadanos de Roma. Otro ejemplo es Cineas, embajador del rey Pirro, que se memorizó los nombres de todos los senadores al día siguiente de su arribo a Roma. (Plinio, Historia natural 7.88). Otro caso fenomenal de memoria privilegiada es Adriano, quien corregía a sus nomenclátores, pues recordaba el nombre de una persona, aunque lo hubiera visto una sola vez en alguna multitud (Historia Augusta Vida de Adriano 20).