Editoriales

El Queso fuerte

En mi familia soy el único al que siempre le ha gustado el sabor del queso fuerte.

Con el tiempo supe que mucha gente lo considera un manjar, lo que le da categoría no sólo de alimento sino de sabor exquisito.

El roquefort es el más famoso de los quesos “mohosos” y por eso le llaman roi des fromages, que significa el rey de los quesos, famoso porque era el favorito de los reyes y los papas de la antiguedad.

Es leche de oveja o de cabra preparada más o menos así: Una vez cuajada la leche, se va colocando en capas, intercalada con migas de pan mohoso lo que le da la presencia de esas deliciosas vetas azules. Se sala y se prensa, dejándolo madurar con lentitud en las cuevas naturales de Roquefort (localidad francesa), donde hay una temperatura constante y alta humedad porque son vecinas de un lago subterráneo. Los quesos que no se preparen allí no deben ser llamados roquefort.

El queso parmesano, un italiano que se elabora en Parma, Módena, o Bolonia, también me agrada por su sabor fuerte y es acompañamiento ideal para las pastas.  

Hay otros quesos fuertes como el queso stilton, típico de Inglaterra, que se hace sólo en un condado de Derbyshire, Nottinghamshire o Leicestershire. Por alguna razón desconocida, la ciudad de Stilton que está en Cambridgeshire, no participa en esta producción del queso que lleva su nombre.

Pero algunos quesos suizos como el gruyere, color marrón oxidado y con pequeños agujeros, e incluso el mozarella, y el queso panela (queso blanco, decía mi madre) son sabrosos pero no me dejan un sabor duradero, mientras que los quesos fuertes los disfruto buen tiempo después de haberlos consumido.