16/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Mayo 15 de 1867: Tras dos meses de sitio a la ciudad de Querétaro, el general nuevoleonés Mariano Escobedo, al frente de las tropas liberales juaristas, logró romper el cerco de la ciudad y entró hasta el Cerro de las Campanas donde se había refugiado el emperador Maximiliano de Habsburgo, acompañado del general Tomás Mejía y un puñado de hombres de su guardia. En el libro “El sitio de Querétaro en 1867. Memorias íntimas”, Bernabé Loya narra cómo sucedieron los hechos que le constaron personalmente. Maximiliano llegó a Las Campanas pensando que habría algunas fuerzas reunidas, pero no estaban más que sus acompañantes. Desesperado le preguntó varias veces a Mejía si creía poder forzar el cerco y Mejía le respondió luego de analizar cuidadosamente los planos de la región, que no, que la única posible alternativa de sobrevivencia era rendirse y Maximiliano tomó la decisión de izar la bandera blanca. Posiblemente haya pasado en esos momentos por la mente del príncipe europeo el resumen de las vicisitudes que hubo de enfrentar desde que Napoleón III retiró a su ejército para llevarlo a pelear sus propias guerras en Europa, empujado también porque en México no podían someter al ejército republicano de Juárez. Debió recordar que su mujer Carlota partió al viejo continente a buscar apoyos para su causa, sin conseguir nada importante. Y que aún viendo el panorama negro, no renunció como le aconsejaban algunos de sus cercanos y leales, y por el contrario reunió a 9 mil soldados del ejército de mexicanos conservadores con algunos franceses que se quedaron en solidaridad, y al frente de ellos, a estupendos generales como Miguel de Miramón, Leonardo Márquez y Tomás Mejía, entre otros. Así que el 19 de febrero de 1867, Maximiliano se instaló en la "Nueva Capital del Imperio", con un plan elaborado por Miramón para tomar la ofensiva contra las tropas dispersas de Juárez que estaban organizadas en cuatro frentes: El ejército del norte, al mando de Escobedo, el del centro, comandado por Riva Palacio; el de oriente, por Porfirio Díaz y el de occidente, al mando de Ramón Corona. Pero resultó que el 6 de marzo fueron encerrados en Querétaro por un sólido cerco del ejército juarista comandado por el nuevoleonés Mariano Escobedo quien contaba a esas alturas entre sus subalternos al también nuevoleonés Gerónimo Treviño y al general Ramón Corona. 

Lo que sucedió después del momento de la rendición tiene varias versiones. Se dice que Maximiliano entregó su espada al general Echegaray, pero igual se dice que se la dio al general Mirafuentes y fue devuelta por Riva Palacio. Sin embargo, Bernabé Loya escribe que el propio Escobedo durante una visita de reconocimiento le señaló el punto donde Maximiliano le entregó la espada declarándose prisionero de guerra, pidiendo al mismo tiempo una escolta para irse a la costa a embarcar rumbo a Europa, pero Escobedo no lo autorizó. Maximiliano pensaba que lo exiliaría Juárez, pero desde 1862, éste había expedido una ley que declaraba culpables de traición a la patria a todos los seguidores del imperio, con mayor razón se aplicaba esta ley al propio emperador. Un mes después, el 19 de junio de 1867, es fusilado en el Cerro de las Campanas Maximiliano de Habsburgo, quien pretendió gobernar a México por la fuerza, acompañado de los generales Miramón y Mejía. Juárez recibió en el ínterin cualquier cantidad de misivas emitidas por los más altos personajes de Europa, tanto de la política, como de las letras y de la propia Iglesia Católica, pidiendo el indulto de Maximiliano. Pero Benito Juárez aplicó la ley.