Nació el 15 de diciembre del año 37 de nuestra era.
Su nombre era Lucio Domicio Ahenobarbo, y la leyenda dice que nació de pie, señal de que tendría una vida exitosa, según la creencia romana.
Su madre era Agripina, hermana del emperador Calígula, una bella y maléfica mujer que enviudó por primera vez a los 25 años de edad, y su segundo marido, el cónsul Cayo Salustio Pasieno, quien le puso el nombre de Nerón al joven hijo de Agripina.
Al morir su segundo esposo, se acercó a su tío Claudio que era el emperador en ese momento y a los 34 años se casó por tercera vez, ahora con quien mandaba en Roma.
Agripina convenció a Nerón que desposara a Octavia, hija del emperador Claudio, su esposo. Y una vez conseguido el objetivo convenció a Claudio de que nombrara a Nerón su heredero en vez de un hijo biológico que tenía el emperador.
Aunque no hay pruebas, se dice que Agripina volvió a hacer de las suyas, envenenando a Claudio, por lo que Nerón ascendió al poder.
Apenas tenía 16 años el chamaco, pero Agripina consiguió que el senado y la guardia pretoriana lo aclamaran, pues manejaba muy bien la corrupción y repartió dinero en grande.
Nerón fue buen gobernante sus primeros cinco años, reduciendo impuestos, pacificando el imperio, y reduciendo los gastos exagerados del palacio.
Sin embargo, sin saberse el motivo Nerón cambió. Le dio por matar a sus enemigos reales o supuestos, y endureció su gobierno. Su fama alcanzó altos niveles, diciéndole asesino, desviado sexual, y tonto.
Sin embargo, todo era más o menos soportable hasta que Nerón sintió que tenía dotes artísticas superiores y comenzó a promoverse como artista.
Empezaron los sufrimientos reales para el pueblo romano. El señor emperador debutó en Nápoles cantando y tocando la cítara durante varios días consecutivos.
Cuando él dejaba de actuar para descansar, cerraba el teatro para que nadie pudiera salir pues se quedaría sin público y eso era impensable.
Hay crónicas que describen cosas increíbles, como que algunas mujeres dieron a luz en ese sorprendente y soporífero concierto, y que algunos espectadores se hicieron los muertos para que sus supuestos cadáveres fueran sacados del teatro y así poder huir del tormento.
Lo grave es que Nerón vivió convencido de que era un virtuoso de la música, el arte en general y la declamación.
Así terminó su vida, diciendo: “qué gran artista muere conmigo”.
Yo conozco a alguien con esos síntomas.