25/Apr/2024
Editoriales

¿Gobernantes perfectos?

En las campañas polí­ticas los candidatos nos parecen buenas personas. Se les atribuyen virtudes y a todo el mundo le sonrí­en. En esas tareas por conseguir el voto nos muestran sus mejores fotografí­as, sus mejores imágenes. Deseamos que el gobernante en turno se vaya a su casa en el mejor de los casos y en otros se considera que deben ir a parar –o a pagar-- a la cárcel lo que hicieron o dejaron de hacer. La esperanza y la experiencia nos aconsejan dar oportunidad al nuevo gobernante de que pueda demostrar quién es realmente.

Y así­ vamos cada tres y cada seis años. De la esperanza al descontento. Del sueño a la realidad. Viene entonces a la mente el sabio refrán: "No hay mal que dure cien años –en este caso serí­an tres o seis--, ni enfermo que los aguante.

Pero, por otra parte, ¿qué serí­a de algunas personas si los gobernantes fueran perfectos? Serí­an presa de un terrible aburrimiento y las invadirí­a el tedio. ¿De qué hablarí­an?

Al respecto, vienen a nuestra memoria unos textos que escribiera Alfonso Reyes, bajo el tí­tulo de "Desconcierto". Pues bien, siguiendo con los escritos agrupados en "Desconcierto", hay uno de ellos que se titula "Del perfecto gobernante", que nos llama la atención.

Cuenta Reyes en dicho trabajo que el perfecto gobernante no era perfecto. Por el contrario, sus errores –aunque pequeños— eran muchos. Esto permitirí­a a sus enemigos tener donde morder. Así­, todos viví­an contentos.

En reciprocidad, el pueblo también tení­a sus defectos y se dejaba invadir por el rencor. Para satisfacer la ira popular y en pago de los errores del año, el gobernante obsequiaba una ví­ctima.

En aquel paí­s, existí­an dos ministros: el de la paz y el de la guerra. Contra lo que pudiera pensarse, el segundo era el más prudente, mientras que el primero era impetuoso y bárbaro.

EL USO GASTA MENOS

QUE EL ABANDONO

En ese estado de cosas, el gobernante hací­a girar las ruedas de su gobierno sin cesar, "porque el uso gasta menos que el abandono". Tení­a por costumbre este gobernante dejar caer monedas en las alcantarillas y luego las repartí­a entre quienes habí­an acudido en su búsqueda.

Hubo un momento en que este perfecto gobernante, que, como ya hemos visto no era tan perfecto, se percató de que no habí­a eficiencia en el desempeño de sus funcionarios. Abrió, entonces, la opción de que formaran sociedades secretas, permitiéndoles actuar solos.

Desde aquel dí­a –nos dice Reyes--, la tarea pública tuvo para los servidores del Estado el atractivo de un complot. Ellos encontraron en el desempeño de sus deberes los deleites de los Siete Pecados, y el pueblo prosperaba, dichoso.

La obra de Reyes es amplia. Don Alfonso escribió alrededor de doscientos libros. Se inició en la literatura desde muy joven, en su natal Monterrey, en donde nació el 17 de mayo de 1889. Su padre era el general Bernardo Reyes, quien falleció acribillado en la Ciudad de México, el 9 de febrero de 1913.El próximo martes se cumplen 103 años. A partir de ese momento, Reyes decide no participar en polí­tica. Durante el transcurso de su vida, recibió varios ofrecimientos, pero siempre los rechazó. Se dedicó a escribir y a representar a México como diplomático en paí­ses como Francia, España, Brasil y Argentina.

Sin embargo, su obra no estuvo ajena a la polí­tica. De hecho, al participar en el Ateneo de la Juventud, junto con Vasconcelos, Caso, Martí­n Luis Guzmán, y otros, todos ellos fueron precursores del movimiento revolucionario de 1910.

De sus textos polí­ticos especí­ficamente, podemos mencionar la "Atenea Polí­tica", en donde Reyes se muestra como hombre de ideas. Ahí­ exhorta a no dejar caer las conquistas ya alcanzadas y pide que la tradición cultural no sea para el disfrute de unos pocos, sino para el engrandecimiento de los muchos.

También exhorta a la unificación. Unificación no como renuncia a los saberes individuales de las cosas, no para estancar, sino para facilitar el movimiento. "La tierra no unificada, en que hoy vive una humanidad partida en discordias, es un organismo con la circulación entorpecida; la sangre no llega a todas partes y, por ese solo hecho, se producen asfixias e intoxicaciones".

Por lo que respecta a la continuidad, afirma que no se trata de querer traducir el presente hacia el pasado, sino a la inversa: el pasado hacia el presente. Aprovechar las tradiciones no significa dar un paso hacia atrás, sino un paso adelante, pero debe ser un paso orientado y no al azar.

LA REVOLTURA

DEL BIEN Y EL MAL

Por otra parte, al denunciar la confusión mental por la que atraviesa la juventud Reyes no pretende, de ninguna manera, fomentarla ni desearla. Afirma que uno de los padecimientos de nuestra época es "La tremenda revoltura del bien y el mal" y luego previene a la juventud contra la vanidad y el engreimiento, y a no olvidar el humorismo, "para no tomar muy por lo trágico nuestros inevitables errores, disciplina para mantener alerta el humorismo, única actitud respetable ante la vida".

Estos comentarios están incluidos en el libro "Universidad, Polí­tica y Pueblo" y lleva ya varias ediciones, entre ellas una de la UNAM y otra en colaboración con el Instituto Politécnico Nacional. La selección fue hecha por José Emilio Pacheco. Reúne tres temas fundamentales vinculados con la educación: cultura, polí­tica y sociedad.

Incluye importantes textos de Reyes, entre los cuales figuran "Atenea Polí­tica", "Homilí­a por la cultura", "México en una Nuez", "Pasado Inmediato", "Nación y Universidad", "Recuerdos Preparatorianos" y otros. Se trata de textos escritos por Reyes entre 1930 y 1955, y que siguen --y seguirán-- vigentes a través de los años.

La cultura para Reyes es un quehacer presidido por la inteligencia, pero además es un hacer con tradición, que deja huella y que orienta hacia el porvenir. Unifica a los hombres de ayer con los de hoy, con los del futuro. Distingue al hombre de los animales y lo mismo crea hombres genuinos que ciudades plenas.

VER HACIA

LO LEJOS

En "Discurso por Virgilio", Reyes afirma que "Es propio de las ideas fecundas crecer solas, ir más allá de la intención del que las concibe, y alcanzar a veces desarrollos inesperados. La verdadera creación consiste en esto: la criatura se arranca de su creador y empieza a vivir por cuenta propia." La obra de Reyes, como la de Virgilio, tiene vida propia, es una obra suficiente que ha seguido creciendo y que ahora vive por cuenta propia.

"Atenea Polí­tica", es igualmente interesante. En este texto, Reyes aconseja ver hacia lo lejos, hacia el horizonte: "Todos los viajeros lo saben: la manera más segura de marearse es fijar los ojos en el costado del barco, allí­ donde baten las olas. Y el mejor remedio contra esta atracción del torbellino es levantar siempre la vista y buscar la lí­nea del horizonte. Las lejaní­as nos curan de las cercaní­as. La contemplación del rumbo da seguridad a nuestros pasos".

En "Homilí­a por la Cultura", se refiere a la conciliación entre la economí­a y la cultura, conciliación que satisface los viejos anhelos platónicos y nos invita a soñar en un mundo mejor. Hace una crí­tica de los especialistas, que interesados en una cabeza de alfiler, pierden de vista el conjunto de los fines humanos.

"El otro dí­a -dice Reyes- en el film "Tiempos Modernos", Chaplin nos daba la caricatura, más trágica que risueña, de la enfermedad a que conduce la continuada ocupación de apretar tuercas en las máquinas. Cuidemos, sí­, de apretar la tuerca que representa nuestro oficio práctico, pero no olvidemos la otra tuerca, la que nos prende al universo".

Y así­ como hay tiempo para llorar y tiempo para reí­r, considera que debe haber tiempo para la acción y tiempo para la contemplación. Reyes concibe a la cultura como una función unificadora, que tiene un cuerpo y un alma.