03/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 

Julio 31 de 1926: anuncia el Episcopado Mexicano la suspensión de cultos en todos los templos del país, iniciándose la llamada Guerra Cristera. Esta medida fue tomada por la jerarquía eclesiástica en reacción a la llamada Ley Calles, que prácticamente prohibía los actos religiosos en México, y por la expulsión de 185 sacerdotes extranjeros. En los tres días siguientes hubo manifestaciones afuera de casi todos los templos del país, pues la gente quería bautizar a sus hijos, o casarse ante un sacerdote. El papa Pío XI había publicado la Encíclica Paterna Sane Solicitudo en febrero anterior dirigiéndose a los obispos mexicanos a quienes les recomendaba mantener la calma y prohibiéndoles la formación de un Partido Político Católico, tal como se lo habían planteado. Esto debido a que en enero de ese año el presidente Plutarco Elías Calles había anunciado que reglamentaría el artículo 130 constitucional y modificaría el Código Penal para prohibir que sacerdotes extranjeros oficiaran misa, así como aplicar a los sacerdotes las mismas sanciones aplicables a todos los demás habitantes del país. En mayo 12 Calles expulsó a monseñor Carauna, representante del papa en México, además, la Ley Calles prohibía la educación religiosa. Los obispos cerraron los templos y muchos sacerdotes huyeron al extranjero, mientras otros se escondieron temerosos de que fueran presos por el gobierno federal. En aquel momento era un 98 % de la población la que practicaba y asistía a los ritos religiosos, por lo que hubo una rebeldía natural desde el primer día que se supo de estas medidas. La Guerra Cristera costó miles de vidas humanas y del lado de los ejércitos católicos se distinguió un regiomontano que era su comandante en jefe: el general Enrique Gorostieta Velarde, de quien ya hemos hablado anteriormente.