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Papa Francisco lava pies a presidiarios y ataca a "señores de la guerra"

Ciudad del Vaticano - El Papa Francisco lamentó hoy que los traficantes de armas ganen "con la sangre de los hombres y de las mujeres", e instó al mundo a detener las espirales de violencia que sólo benefician a unos pocos "señores de la guerra".

Creo que hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, en las diferentes formas de violencia y maltrato, en el abandono de los más frágiles. Y los que pagan la factura siempre son los últimos, los inermes", dijo el Papa, en una entrevista publicada por el diario italiano "La Repubblica".

Consideró que responder a la violencia con la violencia conduce a migraciones forzadas y a enormes sufrimientos, porque grandes cantidades de recursos son destinados a objetivos militares y sustraí­dos a las exigencias cotidianas de los jóvenes, de las familias en dificultades, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayorí­a de los habitantes del mundo.

En el peor de los casos puede llevar a la muerte, fí­sica y espiritual, de muchos, cuando no de todos", constató.

En la conversación, el lí­der católico abordó otros temas. Explicó el motivo por el cual decidió celebrar la misa de este Jueves Santo y el tradicional lavado de los pies en la cárcel de Paliano, ubicada a las afueras de Roma.

Recordó que Jesús dijo, referido al juicio final: "estuve preso y vinieron a verme", un mandamiento que vale para cada uno pero, especialmente, para el obispo que es "el padre de todos".

Algunos dicen: 'Soy culpable'. Yo respondo con la palabra de Jesús: 'Quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra'. Veámonos dentro y tratemos de ver nuestras culpas. Entonces, el corazón se hará más humano", estableció.

Sostuvo que los obispos y los curas deben estar siempre al servicio de los demás, y que él cumple estos gestos porque es un deber que le nace del corazón.

Lamentó que exista "cierta hipocresí­a" que empuja a ver a los presos sólo como personas que se equivocaron, cuyo único destino debe ser la prisión, pero advirtió que todos pueden equivocarse y, de una u otra manera, se han equivocado.

Esa hipocresí­a, precisó, hace que se crea imposible un cambio de vida, lleva a tener poca confianza en la rehabilitación y en la reinserción en la sociedad, pero eso lleva a olvidar que todos son pecadores y a menudo están presos, sin darse cuenta.

Cuando nos quedamos cerrados en nuestros prejuicios, o somos esclavos de los í­dolos de un falso bienestar, cuando nos movemos dentro de esquemas ideológicos o absolutizamos leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad solo estamos contra las paredes del individualismo y de la autosuficiencia, sin la verdad que genera la libertad", estableció.

"Y señalar con el dedo a alguien que se ha equivocado no se puede convertir en una coartada para ocultar las propias contradicciones", apuntó.