28/Apr/2024
Editoriales

Una disculpa a los Pájaros

 

Pregunto a los varones que nacieron antes de la mitad del siglo XX: ¿Cuántos pajaritos cazaron en su niñez? ¿Recuerdan que en algunas inocentes pandillas de la época, ésa era una competencia? Pertenezco a una generación de niños depredadores; ni idea teníamos del valor de nuestro hábitat. No sabíamos que los recursos naturales eran finitos; inocentemente creíamos que lo natural se debía cambiar por lo artificial, y nadie nos dijo lo contrario.

En aquellos años se apreciaba más un jardín pavimentadito que uno enyerbado. Y el gran golpe a la biodiversidad llegó de la mano con el progreso y la industrialización. Se contaminaron tanto la tierra, el aire y el agua que ahora están desapareciendo algunos elementos naturales, o transformándose en materiales tóxicos. 

En un texto del año 2007 -hace quince años- la ONU advertía que seis especies animales desaparecían cada hora en el mundo, siendo la mayor pérdida biológica desde que desaparecieron los dinosaurios. La creciente urbanización genera desechos contaminantes que van a parar a los ríos, exterminando especies completas de peces. 

En el ‘avance’ de la civilización se talan bosques, perforan cerros, y excavan montañas para edificar viviendas y vialidades. Esto provoca que el número de aves comunes, según la organización BirdLife International, esté en peligroso declive en el mundo, a pesar de que nos dan de comer e inspiran a los poetas con sus trinos. 

La principal característica de las aves son sus plumas, que sirven para volar y controlar la temperatura del cuerpo, y no solo el propio, pues los mejores abrigos para los humanos son de plumas. Poseen pico sin dientes; son vertebrados de sangre caliente, y respiran oxígeno del aire. Su vista es muy aguda y casi no tienen olfato. 

Su belleza es increible así como su comunicación con demostraciones visuales y/o sonidos. Algunas especies son asombrosas, como la avestruz, cuyos huevos no fertilizados son la célula animal única más grande del mundo, que pesa en promedio 1.7 kilogramos y su cascarón, con solo 1.5 milímetros de espesor, pueden soportar encima 127 kilogramos.   

Existen aún casi 9 mil especies distribuidas en el planeta. El ave de mayor envergadura es el albatros viajero (Diomedea exulans) que mide 3.2 metros de punta a punta de sus alas, y el ave más chica es el colibrí abeja (Mellisuga helenae) de sólo 5.5 centímetros. Entre las aves está el único vertebrado que pasa el invierno en Antártida -el pingüino emperador-, un ave que no vuela y de asombrosas peculiaridades que después comentaremos.

Hay tanto qué decir de las aves. Hace tres millones de años se inició una segunda explosión adaptativa que aumentó el número de especies, y no se sabe qué la provocó, pudo haber sido el cambio ambiental.  

Pero debo terminar, y lo haré preguntando a los sobrevivientes de mi generación ¿Qué hemos realizado para reparar el daño ecológico que hicimos durante nuestra niñez? ¿Inculcamos a nuestros descendientes el amor por la naturaleza y especialmente por las aves? ¿Ya dimos gracias al zenzontle, al gorrión, al pichón, al cotorro, al pato, a la gaviota, al búho, al colibrí, y al tucán por regalarnos su presencia y trinar? 

(Tomé la mayor parte de datos, de La Vida en la Tierra, de Reader’s Digest).