27/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Agosto 9 de 1847: se escucha en toda la Ciudad de México un fuerte cañonazo de alarma indicando que las tropas invasoras norteamericanas estaban a punto de penetrar a la Capital mexicana.

El escalofriante aviso fue recibido con coraje de parte de los capitalinos, y de inmediato muchos hombres entre los 16 y 50 años de edad que se sentían aptos para el combate, se presentaron voluntariamente en los cuarteles del ejército nacional para ofrecer su participación en la defensa de la Ciudad. Quienes no se sentían capaces de combatir directamente, se organizaron en comités de defensa por barrio, preparando ollas grandes para echarles desde las azoteas agua hirviendo a los soldados invasores, sobre todo en las calles que conducen al zócalo de México, pues todos sabían que iban para ese lugar.

Casi todos los extranjeros que se encontraban en la ciudad se incorporaron a las compañías del Batallón de San Patricio, formado inicialmente por irlandeses católicos que habían desertado del ejército norteamericano pero que ahora ya aceptaban de cualquier nacionalidad con tal de que la persona empuñara un arma de cualquier tipo. Ese día los invasores estaban a sólo 20 kilómetros de la Capital y para el día 11 se dio la primera batalla a 14 kilómetros de distancia, misma que se perdió, cayendo como balde de agua helada al entusiasmo de la población que se había envalentonado porque miles de capitalinos se habían reunido frente al Palacio Nacional gritándole “mueras” a los “gringos” como se referían a los soldados invasores.

El 19 de agosto en Padierna unos 5 mil soldados mexicanos al mando del general Valencia fueron humillados por los invasores a pesar de que se presentaron algunos actos de heroicidad lo que después se calificó como “Los héroes de Padierna” a los soldados anónimos que dieron su vida en forma casi suicida, pues la diferencia entrambos ejércitos era evidente. 

La Ciudad de México estaba a las órdenes de Antonio López de Santa Anna, quien dio el mando a Juan Álvarez, Bravo, Lombardini, Salas, y Valencia; la jefatura de la artillería de la dio al español Martín Carrera; y la fortificación a Manuel Robles, Ignacio Mora y a Juan Cano. José María Tornel y el general Herrera fueron los dos brazos de Santa Anna, pero ya para el día 14 de septiembre fueron los pobladores de la Ciudad de México quienes tomaron por sí mismos la defensa, aunque para entonces la historia estaba prácticamente escrita. Esta historia continuará.