18/Apr/2024
Editoriales

Morir en paz

Ana Bolena fue la segunda esposa de Enrique VIII, y la madre de Isabel I. En 1536 fue encarcelada acusada de infidelidad, y su esposo la condenó a muerte. Cuando lo supo dijo tranquila: Enrique me hizo marquesa siendo plebeya; luego me hizo reina y, como una mujer ya no puede subir más alto, ahora me quiere hacer santa en el cielo, muriendo inocente.

Lo único que pidió fue que la decapitaran con espada en vez del hacha. Se le concedió, pero tuvieron que traer de París a un especialista pues el verdugo inglés no tenía experiencia con esa arma. Cuando el carcelero le avisó que ya había llegado el tipo, tratando de animarla un poco le dijo que era un hombre capaz pues no se conocen quejas de su trabajo. Tras esa broma macabra, ella contestó:Bien, de todas formas no le daré trabajo porque he adelgazado.

Ya en el cadalso puso su cabeza ladeada del tajo y con sus hermosos ojos miró fijamente al verdugo hasta que este, levantando por segunda vez la espada le dijo: Milady, no puedo concentrarme si me sigue viendo, así no puedo dejar caer la espada. Ana pidió disculpas cerrando los ojos y el verdugo hizo bien su trabajo llorando.