La vida ha sido pródiga conmigo. Me ha permitido tratar con mucha gente y la posibilidad de clasificarla por su buena fe, o por su carácter, inteligencia, carisma, modales, posición social, etcétera.
Sin embargo, cuando observé a esas mismas personas y las comparé con sus contrapartes, vi no sólo su perfil, sino también algo de su interior.
Así he identificado a quienes siguen las huellas de alguien, versus aquellos que las dejan estampadas como si vivieran pisando concreto fresco.
He visto personas que dan sin pedir nada para ellas, y a otras que piden sólo para ellas.
Advertí que algunos mueren por ayudar, y que otros ayudan a morir.
Sufrí a simpáticos de mala fe, y hallé a algunos antipáticos bien intencionados.
Descubrí que hay muchos felices con lo poco que tienen y pocos infelices con tanto que tienen.
Hay demasiados que sufren por sus equivocaciones ya superadas y quienes las disfrutan por haberles dado sabiduría.
Sobran personas que al tener poder se vuelven egoístas y otras que no necesitan el poder para serlo.