19/Apr/2024
Editoriales

Entrecurules 21 07 2018

Un 16 de septiembre, pero de 1960, Jaime Torres Bodet, pensador mexicano nacido el 17 de abril de 1902, pronunció un discurso ante la columna de la Independencia, válido hoy en día, al advertir que "no basta con declararnos independientes. La independencia lograda y la libertad poseída peligran cuando los pueblos no se sienten dispuestos a renovarlas con todas sus acciones y todos sus pensamientos".

 Este discurso está vigente y debemos recordarlo y ponerlo en práctica, más porque el próximo 16 de septiembre, celebramos un aniversario más de nuestra Independencia.

 Y para Torres Bodet, un país no se afirma nunca en razón de una sola hazaña, con la euforia de un solo triunfo y merced de una sola y brusca expresión de la voluntad.

 Y es verdad, la historia del hombre es la descripción de un ascenso lento e incomparable hacia ese equilibrio supremo de libertades supremas, intelectuales y morales, que cada colectividad y cada conciencia deben saber afianzar sin premuras y sin desmayos.

Y nuestro país a lo largo de las historias y sus luchas, ha logrado rehacerse.

 Y recomienda Torres Bodet que sin complejos de superioridad o de inferioridad, descubramos cada día. Y avancemos sinceramente en el conocimiento de nuestro ser.

 Así lograremos perfeccionarlo prolongando una trayectoria que, de la Independencia a la Reforma y de la Reforma a la Revolución, pasa por los momentos más luminosos y por las conciencias más limpias de nuestra profunda unidad política; la que no deberá interpretarse nunca como un vano y precario acuerdo entre oposiciones calladas y recelosas, ocultas en apariencia para mejor combatirse en la obscuridad, sino como insobornable y ferviente alianza de todas las fuerzas patrióticas del país, resueltas a defender en común la integridad moral y material de México, con respecto a los valores por los que los mexicanos ha pugnado incansablemente y que no podíamos traicionar sin perder nuestro honor civil y sin abdicar de nuestra personalidad histórica inconfundible.

 No basta por ejemplo, recordar a Hidalgo, hay que hacer, silenciosa y modestamente, pero con tenacidad y con valentía algo que nos otorgue el derecho de recordarlo.

 México ha vivido múltiples amenazas. Una guerra de invasión lo despojó de una inmensa porción de su territorio. Otra estuvo a punto de convertirlo en simulacro de Imperio.

 Entre esos conflictos y antes de ellos y después que terminaron, atravesamos dolorosas vicisitudes, asonadas y cuartelazos, fusilamientos y convulsiones y caudillajes. Pero a pesar de tantas angustias, lo intransferible de México sigue en pie. 

 No lo salvaron sólo sus héroes, sino millones y millones de mexicanos anónimos y tenaces, para quienes la libertad ha constituido una primogenitura  que no se vende y la Patria un requerimiento de cada instante y una misión que se cumple sólo cuando se llega, más depurada y más respetable, a las nuevas generaciones.