Nacional

Papá paramédico, un "héroe real" dentro y fuera de la ambulancia

México - Jorge Luis sabe que tener un hijo cambia la vida, la mentalidad y la rutina diaria; por eso cada dí­a deja la ambulancia, el traje de "héroe anónimo", y acelera su paso rumbo a casa para tener una caricia y un beso de Gina, su pequeña que por "arte de magia" hace desaparecer una jornada de trabajo llena de contrastes, miedos y dilemas.

"No importa si vienes cansado o tuviste un dí­a pesado; el simple hecho de llegar y mirar a tu hija hace que tu dí­a cambie por completo", expresa Jorge Luis Ayala Gutiérrez, quien desde hace 21 años forma parte del equipo de la Cruz Roja Mexicana.

A bordo de la ambulancia número 30, el papá primerizo cuenta que Gina llegó hace año y dos meses a su vida y, como le aseguraron sus compañeros al momento de compartir la noticia, le ha cambiado la vida por completo.

Para él se acabó la buena vida y vino la que es mejor en su opinión: tener una mirada, una caricia y un beso de ese ser maravilloso que concibió con Juana Tovar. "Es un pedacito de ti y la verdad damos todo por ellos", comenta mientras carga a Gina porque hoy, como en otras ocasiones, lo acompaña al trabajo.

El también subdirector de la Escuela Nacional de Técnicos en Urgencias Médicas de dicha corporación, sabe lo importante que es aprovechar cada momento y espacio libre para disfrutar a su hija y esposa, pues es complicada su profesión y a veces es necesario sacrificar el tiempo de familia.

Pero, lejos de lo demandante, dice que la naturaleza de su trabajo lo hace más vulnerable a sufrir ciertos riesgos, en comparación con algunos otros trabajos, porque viaja a bordo de un vehí­culo de emergencia y recorre con velocidad las calles de esta ciudad para salvar vidas.

"Es un profesión llena de contrastes porque tú sabes a qué hora entras, pero no sabes a qué hora regresas", indica y añade que es una situación aún más compleja porque diario se despide de su hija y lo primero que piensa, después de salir de casa, es en volver a verla y regresar con bien a su hogar.

Para Ayala Gutiérrez, como para sus compañeros, lo más difí­cil de su trabajo es cuando tiene que atender una emergencia donde se ven involucrados menores de edad. "Todos los que nos dedicamos a esto (atender emergencias), nos han marcado diferentes situaciones y atender personas tan pequeñas es algo más complicado".

Recuerda que una situación de éstas ocurrió el jueves 29 de enero del año pasado en el Hospital Infantil de Cuajimalpa. "Me tocó apoyar y obviamente, por suceder en un hospital pediátrico, fue una situación que iba en mi mente porque mi esposa estaba embarazada", cuenta.

"Afortunadamente la pudimos manejar, pero son situaciones que te van a dejar marcado porque son accidentes que no son tan frecuentes", acentuó el paramédico de 38 años de edad.

El incidente en dicho nosocomio sucedió la mañana de ese jueves por una fuga en la válvula de una pipa de la compañí­a Gas Express Nieto y esto originó una explosión, que causó la muerte a cinco personas y dejó lesionadas a 73 más.

La segunda emergencia que le causó gran impresión y conmoción fue la volcadura de una camioneta en Avenida Tláhuac hace algunos meses; sucedió a las seis de la mañana de un domingo. En el vehí­culo viajaba una familia completa –papá, mamá y una niña de dos años–.

El paramédico narra con tristeza que en el lugar del accidente falleció el papá y la mamá fue trasladada a un hospital por sus compañeros, mientras que la menor fue llevado al hospital de la Cruz Roja Mexicana en un helicóptero del Agrupamiento Cóndores de la Secretarí­a de Seguridad Pública de la Ciudad de México y después al Hospital Pediátrico Legarí­a.

"Cuando termine el servicio llegué con mis demás compañeros y, debido a la impresión, nuestras primeras palabras fueron: Vamos a casa a darle un beso a nuestros hijos porque esta situación es muy complicada", expuso.

Ayala Gutiérrez explica que el incidente resultó todaví­a más difí­cil porque la pequeña preguntaba: "Oye, mi papá, mi papá, mi papá". "Es complicado porque, de pronto, estás frente a un espejo y miras a tu familia, tu casa y tus amigos", acota.

Considera que estas experiencias son parte de una "catarsis natural" porque conversan de su dí­a a dí­a entre ellos mismos y de manera periódica reciben atención psicológica, sobre todo al ser testigos de un evento tan fuerte que los lleva a convivir con la muerte.

A sus 17 años, una situación similar llevó a Jorge Luis a tomar la decisión de ingresar a un curso de primeros auxilios. Recuerda que su abuela y hermanos resultaron atropellados. ...Salimos y nos dimos cuenta como laboraban los servicios de emergencia de la Cruz Roja Mexicana y mi inquietud me condujo a tomar un curso".

Aunque cinco de cada 10 llamados son falsas alarmas, él continúa su recorrido con un poco de incertidumbre por la calles de la Ciudad de México. Sin saber que lo espera en la zona reportada, Jorge Luis, junto con sus compañeros, imagina y evalúa las posibles lesiones y atenciones que podrí­a brindar.

Agrega que entre las emergencias de mayor atención están en primer lugar los relacionados con problemas neurológicos, metabólicos, respiratorios, de hipertensión e infartos, y después las caí­das, los accidentes automovilí­sticos y agresiones por arma blanca o de fuego.

Hoy, este papá es uno de los 12 mil 894 técnicos en urgencias médicas (paramédicos) que portan con orgullo el uniforme azul y rojo, colores distintivos de la institución, y es un "hombre real" con espí­ritu de servicio porque decidió dedicar su tiempo en beneficio de la sociedad.

Con esa vocación y una actitud perseverante, leal y constante, Ayala Gutiérrez se coloca un peto con la insignia de la Cruz Roja encima de su uniforme, como ocurre con los héroes de alguna historieta, sube a una ambulancia y enciende la sirena para avisar a los ciudadanos que requiere libre paso para atender una emergencia.