03/May/2024
Editoriales

El ego de Alejandro Magno

La vida de Alejandro Magno fue excepcional. Nació cuando Eróstato incendió el Templo de Artemisa en Efeso, -una de las siete maravillas del mundo-, y su muerte coincidió con la del filósofo griego Diógenes “El Cínico” quien le había dicho: “Lo único que puedes hacer por mí es apartarte, porque me tapas el sol”.

Alejandro Magno fue discípulo de Aristóteles, y gustaba de que todos lo supieran. Cuando arrasó con la ciudad de Tebas hasta sus cimientos, respetó la casa del poeta Píndaro y orgulloso se encargó que esto se divulgara. No se debe subestimar el poder de atracción que las demostraciones del ego ejercen sobre quienes están dispuestos a escucharle.

Sus victorias ciertamente modificaron la geopolítica. Cuando derrotó a los Persas y su rey Darío en Gránico, y en Issos -pese a la inferioridad de su ejército-, al recibir una oferta de paz muy ventajosa, pues se rendía el rey, su subordinado Parmenión le aconsejó: “Si yo fuera Alejandro aceptaría”. A lo cual éste replicó: ”Y yo también, si fuera Parmenión”. 

Solía decir que Homero se le aparecía para recordarle algunos versos de La Ilíada. A esas alturas, su ego ya era gigantesco. Al fundar Alejandría, ciudad que por cierto al delimitar su perímetro con harina, las aves se la comieron borrando sus límites, interpretó ese fenómeno como señal de que su influencia no tendría límites en todo el mundo.  

Se hizo consagrar como hijo del Dios Zeus, y por su incontrolable ego desechó la ventaja que le ofrecía Parmenión de atacar por la noche porque “Sus victorias deberían verse a la luz del sol”.

Fue su ego quien le aconsejó a la muerte de su caballo Bucéfalo que fundara la ciudad de Bucefalia en su honor. Que asesinara a Clito que le había salvado la vida, y ajusticiara al filósofo Calístenes, sobrino de Aristóteles, pues muchas veces el ego considera apropiado que se asocie el miedo con el pecado para luego sonreír con su aprobación.

Finalmente Alejandro Magno contrajo “Fiebres malignas” y, recordando sus épicas hazañas militares y las míticas como la de desatar el Nudo Gordiano, afligido por la muerte de su mejor amigo Hefestión, murió a los 33 años.

Pero su ego sobrevivió. “Después de Alejandro Magno ya nada fue como antes” dicen sus admiradores, concluyendo que “El Imperio romano hubiese existido sin César y Europa sin Napoleón, no así la historia sin Alejandro...”

Cuidado con el ego.