Lo último que hizo Einstein antes de morir fue escribir una más de sus fórmulas intentando unificar las fuerzas del universo. Murió haciendo lo que amaba: estudiar las posibles soluciones a los problemas grandes de la humanidad. Si Einstein no hubiese sido físico, dijo una vez que habría sido músico, e incluso en los pocos ratos que no estaba estudiando alguna fórmula matemática, se dedicaba a tocar el violín.
He leído a algunos autores que califican a Einstein como artista, pues consideran que hacía lo mismo con el violín que con las matemáticas. Muchos de estos ermitaños pueden dar la impresión de ser malhumorados, cuando en realidad se están riendo por dentro y protegiendo su felicidad. En Japón le llaman ikigai -que significa hacer algo que te gusta hasta el día de tu muerte- y creo que todos debiéramos encontrar el nuestro. Nadie debe retirarse de su trabajo mientras pueda desarrollarlo a menos que no le agrade. Hay otro ejemplo de ikigai del tipo Einstein, aunque menos famoso: se trata de Haruki Murakami, un filósofo japonés que siempre está escondido, solo tiene un círculo de amigos muy cercano y aparece en público una sola vez cada determinados años. este Haruki morirá feliz trabajando pues ama lo que hace. Los artistas saben lo importante que es proteger su espacio para poder disfrutar su ikigai. Seamos artistas.