02/May/2024
Editoriales

Desafortunadamente, yo tenía razón

Moverse de un extremo de la Ciudad a otro, es invertir al menos dos horas en cualquier modo de transporte. Las horas pico del tráfico se han ampliado hasta casi empatarse unas con otras, es decir, casi todo el día vemos atascos quedándonos prácticamente varados en las calles. El problema nos fue rebasando y nadie actuó para remediarlo, aunque algunos lo pronosticamos; en mi caso, el 1 de octubre de 2007 publiqué en el periódico El Regio: ‘Ya llegó el colapso vial’.  

Escribí: ‘Nuevo León pierde competitividad por el desequilibrio entre el crecimiento del parque vehicular, y sus vialidades primarias, las que conectan orígenes y destinos. Los retrasos en el traslado de personas y mercancías incrementan sus costos. Además de las incalculables pérdidas por demoras, los índices de contaminación ambiental generada por aglomeraciones de vehículos, y el estrés de los automovilistas, abaten nuestro nivel de vida’.

Refería que: ‘El 19 de diciembre de 2005 critiqué lo dicho por el director del Consejo Estatal de Transporte y Vialidad, en Rizoma, la revista de la Agencia de Desarrollo Urbano: “no es cierto que vaya a haber una crisis vial, pues las ciudades se van adaptando a sus problemas” ’ porque yo estaba convencido que la vialidad se enfilaba al colapso.

Crecía el parque vehicular, pero no el número de unidades de transporte público, sino los autos, que son el origen del problema. Decía en aquel tiempo Jorge Domene, director del Instituto de Control Vehicular, que se expedían 144 mil placas para vehículos nuevos. Esa cantidad multiplicada por seis metros lineales -el largo de un vehículo compacto, más lo que requiere para moverse-, son 864 kilómetros. Si se tratara de una calle de tres carriles, ocuparían 288 kilómetros de calles completas, con sólo vehículos nuevos que se inyectaban al enorme parque vehicular existente (1.6 millones). La carretera de Ciudad Victoria – Monterrey, mide 280 kilómetros, es decir que la fila de vehículos nuevos formada sobre tres carriles mide más que la mencionada vía, y si se colocan en un solo carril, llegarían casi hasta la ciudad de México.

El problema ya se salió de control. Las soluciones no se tomaron a tiempo por causa de que “las ciudades siempre se adaptan a las reglas que marquen sus planificadores” decía con aire doctoral el funcionario mencionado...

Esto lo escribí hace 16 años, y ahora el problema es muchísimo mayor. Hay casi un millón de automóviles adicionales y la superficie de rodamiento no ha crecido, no al menos en esa proporción, pues las calles nuevas son interiores pero con las mismas avenidas. 

La única solución es el transporte público, sólo que su mejor modalidad, el Metro, cuesta carísimo. Además, agravante adicional es el estatus social que da un auto; quienes no lo tienen, son despreciados por una parte de la sociedad.

Sí hay otras avenidas secundarias que captan buena parte del flujo, identificadas con el nombre de colectoras (tal vez ahora ya se denominen diferentes), pero solo conectan las calles locales con las principales. Un ejemplo es la avenida Fleteros, o Pablo A. González, que colecta flujo de Ruiz Cortines a Colón, y viceversa. Las calles Matamoros y Padre Mier, son otra muestra de colectoras que llevan a la Red Principal Norte-Sur directamente (Cuauhtémoc o Pino Suárez), o a la Oriente-Poniente, indirectamente (Constitución, o Madero).

Con ese brutal incremento de carga vehicular, era lógico que la Red Principal de Vialidad tronaría. Además estamos respirando mayores niveles de bióxido de carbono, uno de los causantes principales de envenenamiento del organismo, y del llamado efecto invernadero y, por si fuera poco, el estrés crece entre los conductores.

De los estacionamientos, después hablamos.