19/Apr/2024
Editoriales

ARTE Y FIGURA 27 01 22

Continuamos con Libro “Antonio Bienvenida, El Arte del Toreo”, por José Luis Rodríguez Peral

El esqueleto torero

Mucho antes de Don Tancredo López, a principios del XX, que se investía de estatua marmórea para esperar la salida del toro, parado en un pedestal, una de las suertes del toreo mexicano consistía en que alguien personificado de esqueleto aguantaba inmóvil la embestida del toro, como una variante de la lidia. Su inventor fue el torero tabasqueño José María Velázquez, “Don Pepe”, aventurero y trotamundos. Antonio González, El Orizabeño, fue continuador de excepción. Si el toro no llevaba a voltear a la fingida osamenta, es que se asustaba de la muerte y no era tan bravo como parecía. La “calaca”, la “pelona” o la “huesuda”, siempre ha sido una gran amiga de los mexicanos, su compañera inseparable, y aunque presente siempre en espíritu, sintieron la necesidad de materializarla en los ruedos. Si me han de matar mañana, que me maten de una vez; Rosita estaba de suerte, de tres tiros que le dieron, nomás uno era de muerte, y no hay que cargarle la mano al muertito, son dichos mexicanos.  

Banderillas cortísimas

A las banderillas cortas, utilizadas por Lino Zamora en las plazas del estado de Zacatecas, siguieron otra aún más pequeñas, que hicieron furor en la plaza de San Luis Potosí, cuando los españoles José López “Cuquito” y Antonio Martínez “Toblao” decidieron usarlas. Entonces, el potosino Ignacio Nuñez, para no dejarse ganar la pelea, sacó unas que fueron calificadas de cortas non pus ultra, en un afán de terminar aquella discusión taurina con una evidente victoria. Pero no logró su objetivo. Por el contrario, su gesto solo sirvió para avivar aun mas las pasiones, llenar las plazas y exaltar al público.

Salto con dos garrochas

En la historia del toreo encontramos varias suertes con salto: al transcuerno, el de Martincho y el de garrocha. En México, había que dar una replica a los saltadores españoles de la garrocha, que realizaban la suerte de manera impecable: Juan Romero, “Saleri”, en la Plaza Coliseo, y Francisco de Diego, en la Plaza Colón. De modo que salió un torero de la cuadrilla de Ponciano, también bigotón, llamado Atenógenes de la Torre, que realizaba el salto con dos garrochas en la Plaza Bucareli, propiedad de su jefe de cuadrilla. Causó gran impresión, naturalmente, y por algún tiempo compitió con los españoles que saltaban usando una sola garrocha. Hasta que “Saleri” se convirtió en otra victima de la Fiesta cuando ejecutiva la peligrosa suerte en Puebla. 

 

Continuará… Olé y hasta la próxima.