27/Apr/2024
Editoriales

Manuel Araya Osorio

 

Con el Lic. Fernando Arredondo en la tumba de Pablo Neruda y Matilde Urrutia.

 

Una noticia perdida en interiores de las páginas de los  periódicos, nos anuncia que murió la semana pasada, Pedro Araya Osorio,  el que fuera chofer de Pablo Neruda -tenía 77 años-   a causa de un accidente cardiovascular. Fue la persona que en 2011, le confesó a una revista de circulación nacional, que el poeta no había muerto por causas naturales, sino un homicidio por envenenamiento. Su declaración provocó un escándalo en Chile y se inició un juicio que lleva 13 años abierto.

   Quienes más conocieron al poeta, aparte de su esposa Matilde Urrutia, fueron Volodia Teitelboim, su biógrafo que desde joven, acompañó a Pablo Neruda en toda la trama secreta de su existencia, siguiendo sus pasos en sus altas y bajas . Exilios, huidas secretas, amores, viajes por el mundo, en suma, lo acompañó desde su infancia hasta su muerte,  plasmó su vida en su libro “Neruda” (Lozada 1985). Otro que lo conoció fue el recién muerto Manuel Araya Osorio, su chofer y hombre de todas sus confianzas  a quien antes de morir le llamó por teléfono para confesarle que le habían inyectado alguna sustancia química por órdenes de la dictadura militar. Con su partida, se va el último testigo de lo que sucedió aquel 23 de septiembre de 1973.

    Neruda tenía tres casas en Chile, en Santiago “La chascona” (así le decía a Matilde Urrutia por su abundante cabellera rojiza), en Valparaíso “La Sebastiana” en honor a su antiguo propietario Sebastián Collado y la casa de Isla Negra. Las tres fueron saqueadas por los carabineros buscando armas, lo que encontraron fueron papeles llenos de poemas, mientras en el Estadio Nacional, donde se realizó la final de la Copa Mundial Brasil contra Checoslovaquia, servía de cárcel y Víctor Jara cantaba sus canciones de protesta.  Para que no tocara su guitarra, le cortaron sus manos.

   El poeta había sido trasladado a la Clínica Santa María, junto a Matilde Urrutia desde Isla Negra, un bello lugar de la costa del Pacífico a unos 100 kilómetros de Santiago y muy cerca de Valparaíso en la Comuna El Quisco y no es una isla propiamente,  sino que con ese nombre la bautizó Pablo Neruda en 1937,  cuando llegó de uno de tantos viajes y le gustó. Fue hasta 1945 cuando la pudo habitar y escribir en ese lugar, su “Canto  general”,  la casa realmente no es elegante, pero está diseñada a gusto del poeta. Con caballos de madera, mascarones de proa, objetos antiguos que compraba en sus viajes por el mundo y  una vista espectacular del mar. Acostumbraba en mis viajes ir especialmente a ese pueblo y hospedarme en una pequeña posada de 4 habitaciones donde Don Romualdo, su dueño, tenía una gran chimenea, buen vino chileno y le gustaba platicar del poeta y preparar el asado en el invierno austral que era cuando me tocaba ir. Alguna vez invité al Lic. Fernando Arredondo en una gira de nuestra selección nacional a conocer Isla Negra. Como anécdota durante el camino platicaba a Fernando sobre Pablo Neruda, su casa, su distribución y los objetos que veríamos,  lamentablemente estaba en restauración,  pero el chofer que nos acompañaba, les mencionó a los restauradores, un poco asustado, que nos dejaran pasar, y como argumento, que sabíamos más que ellos sobre el poeta. Así pudimos recorrer su casa y tomarnos unas fotos en la tumba del Premio Nobel y Matilde Urrutia que ya había fallecido y por lo menos acataron los deseos del poeta plasmados en un poema:

 

Enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco,

que mis ojos perdidos no volverán a ver.

Abrid junto a mí el hueco de la que amo y un día 

Dejadla que otra vez me acompañe en la tierra.

 

 Se quedó esperándolo el Embajador de México en Chile Don Gonzalo Martínez Corbalá que por orden del Presidente de México, había mandado un avión para trasladar al poeta y su familia a México.

 

Manuel Araya Osorio