En octubre de 1915, el segundo de a bordo de Pancho Villa, Rodolfo Fierro, murió ahogado sobre su caballo en los pantanos de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua.
Es de no creerse, pues este señor que había sido sanguinario al grado tal, que le decían “el carnicero”, perecía en circunstancias pacíficas, algo explicable sólo en el caso de que anduviese –como acostumbraba- bien alcoholizado. Fierro bebía grandes cantidades de alcohol, y en cierta ocasión apostó a que los hombres, cuando se les dispara, caen hacia delante, no hacia atrás. Fierro estaba bebiendo con sus amigos en una cantina durante un descanso de las batallas villistas. En medio de su borrachera apostó a esos amigos que él tenía razón y lo demostraría: Fierro salió a la calle y le disparó al primer hombre que pasaba por enfrente…, y ganó la apuesta.
Este legendario criminal le fue leal a Francisco Villa toda su vida, siendo el protagonista en la obra “El águila y la Serpiente”, de Martín Luis Guzmán, del libro Séptimo -2 donde cuenta que Fierro, un tipo alto, hercúleo, y bien parecido, fue un sinaloense nacido en 1882, que recibió la orden de Villa de pasar por las armas a 300 “colorados”. Villa había ganado una batalla con su famosa División del Norte y su botín era 500 prisioneros entre federales y traidores orozquistas, así que decidió perdonar a los federales, pero ejecutar a los traidores.
Entonces Fierro ordenó encerrar a los presos en un corral, y empuñando sus dos pistolas le dijo a su asistente que no dejara de recargarlas, so pena de que a él mismo le diera un tiro. Ordenó que fueran liberando a los presos de diez en diez, advirtiéndoles que aquel que alcanzara a llegar a la barda y saltarla, quedaría libre. Desde luego que nadie lo consiguió muriendo todos en esa lluvia de balas. Al término de semejante carnicería, Rodolfo Fierro –cansado por su esfuerzo de disparar- se durmió profundamente hasta que fue despertado por un orozquista que agonizante pedía un trago de agua. Fierro, molesto, lo remató. La leyenda de Pancho Villa tiene un lastre que le impide volar más alto: Rodolfo Fierro.