18/Apr/2024
Editoriales

Las virtudes del acecho y el intento

Cuando mi mundo era ordinario, absolutamente todos los nombres dados a las cosas encajaban, después de leer a Carlos Castaneda, todo eso cambió. Fue hace muchos años que uno de mis primeros maestros en cuestiones literarias me invitó a descubrir un universo repleto de conceptos totalmente desconocidos para mí y entonces, descubrí a Don Juan Matus, el vidente indio que nos transmite su conocimiento a través de los libros de este autor. A lo largo de su vida, don Juan dijo muchas cosas y una de ellas fue: “Sé un guerrero; acalla el dialogo interno; elabora tu inventario y después deshazte de él. Los nuevos videntes hacen inventarios precisos y después se ríen de ellos. Sin el inventario, el punto de encaje se libera”.

 

Y ese punto de encaje, ahora lo entiendo como la conexión entre dos mundos, el que podemos percibir y que muchas veces ni entendemos y el que existe aunque no se perciba a simple vista pero que muy pocos pueden ver y comprender.

 

Todo conocimiento se transmite de generación en generación y se pierde de la misma manera si no se tiene la intención de conservarlo. Por esa razón, estoy segura de que estamos aquí, viviendo entre ese encaje y el desencaje total que nos propone “aceptar” un mundo “moderno”, carente de muchas cosas buenas… mientras la vida misma, en un intento por no perder esa conexión entre lo mundano y lo espiritual, reclama un urgente rescate de los valores más elementales entre los que se cuentan la gratitud, la honestidad, la amabilidad y muchos otros más.

 

Como producto de mis ensoñaciones nocturnas, muchos sucesos de mi pasado –últimamente- están resurgiendo en mi memoria, quizá para hacerme ver que por alguna razón -que nada tiene que ver con la casualidad- es que en aquella lejana época, debí leer todo eso.

 

En uno de mis más recientes sueños, recuerdo que recibí un papel con una frase escrita en él. Cuando terminé de leerla desperté a la realidad y entonces corrí a anotarla en mi libreta de apuntes importantes, antes de que pudiera olvidarla. Por más de 24 horas la repetí en mi mente hasta que terminé por aprenderla de memoria y después, intenté saber si alguien más en este planeta había dicho algo igual o parecido a eso. Mi sorpresa fue que la búsqueda me condujo irremediablemente a los libros de Castaneda. Entonces, con nostalgia recordé aquellas viejas enseñanzas. Y ahora me pregunto, ¿acaso mi mentor sólo me quería enseñar a redactar mejor, o él deseaba –en lo más profundo de su ser-enseñarme también a descubrir los secretos ocultos de esta realidad a la que solemos llamar nuestro mundo?

 

“Que el acecho del destino encuentre la forma”, eso decía aquella misteriosa nota leída en mis sueños. La frase me ha acompañado a todas horas, está presente aquí y ahora y continua… Definitivamente no hay intento de olvidarla, sino más bien, una gran voluntad, aunada a una urgente necesidad de entenderla.

 

“En voz muy baja, don Juan dijo que, gracias a que yo estaba en un profundo estado de conciencia acrecentada, podía entender con mucha facilidad lo que él iba a decirme acerca de las dos maestrías: el acecho y el intento. Las llamó el orgullo o lo mejor del pensamiento…”  “El arte del acecho es el enigma del corazón.  La maestría del intento es el enigma del espíritu, el enigma de lo abstracto”. Fragmentos del libro “El conocimiento silencioso”. Carlos Castaneda.

 

Ese sueño, despertó en mí la exigencia de seguir investigando, tratando de comprender el fondo de las cosas y entonces seguí mi lectura, enfocada a  todo lo relacionado con lo dicho por don Juan acerca del intento y el acecho, encontrando notas tan interesantes como la siguiente:

 

“Los toltecas, dice Don Juan, llaman el intento para andar el camino del guerrero y siempre logran lo que se proponen… "Y, ¿Cómo se convoca el intento? Llámalo, ¡Intento, intento, intento!!" dijo don Juan. Expresar en voz alta el intento de uno es la forma más simple y directa. Pero Don Juan hace un señalamiento muy importante, afirma que se llama al intento para realizar acciones que tienen que ver con el Espíritu, con lo abstracto. El intento es esa fuerza que existe en el Universo, pero que no está a la disposición de propósitos mundanos o para acciones grotescas nacidas de la vida ordinaria. No está a disposición del ego, la ignorancia o la estupidez humana. Don Juan decía que uno debía concebirlo como una fuerza invisible que existe en el universo y que afecta a todo, no es una condición de ser, pero sí una fuerza que usamos como llave. Los "no-haceres" sirven para interrumpir el intento. Es un proceso, un flujo, una corriente de energía que eventualmente puede detenerse o reorientarse”.

 

El acecho del destino, es sin duda, el alma de la vida misma, es esa conexión entre lo tangible y lo intangible, que no desea –por ningún motivo-  extraviarse, y continuamente intenta hablarte, a través de una comunicación que sólo entiende el corazón. Por eso se manifiesta de forma silenciosa y persistente, para que aprendas a escuchar.  El mensaje del destino, está presente, siempre, caminando muy cerca de ti, acechándote día y noche, esperando pacientemente que algún día comprendas su lenguaje y entonces, mediante la fuerza invisible del intento, modifiques todo aquello que parece inamovible… como dice don Juan:  “El mundo parece ser inalterablemente objetivo y real debido a ciertas peculiaridades de nuestra percepción;  pero,  si se ponen en juego diferentes peculiaridades de nuestra percepción, ese mundo que parece ser inalterablemente objetivo y real, cambia”.

 

Por lo tanto, el acecho del destino, es una  determinación silenciosa del mismo.

 

“Mover el punto de encaje es una maniobra esencial” dijo don Juan. “Los dos grandes sistemas ideados por los videntes de la antigüedad eran: el ensueño, es decir, el control y utilización de los sueños, y el acecho, o el control de la conducta”.

 

Ahora entiendo –después de tantos años-, que todo lo demás, es sólo cuestión de permitir que el acecho del destino encuentre la forma de manifestarse en tu vida para que consiente de su mensaje y del por qué o para qué estás aquí, hagas del intento algo cotidiano que te lleve a desparecer de tu vida todos esos “no-haceres” que te impiden ponerte en movimiento.